BIOCOMBUSTIBLES: UN APORTE IMPORTANTE, PERO MENOR DEL PROYECTADO
Los biocombustibles han contribuido positivamente diversificar la
matriz energética, que le han planteado ciertos obstáculos a la hegemonía de
los combustibles fósiles, sin que ello signifique a futuro un reemplazo
substancial de los volúmenes de nafta y gasoil que demanda el planeta.
Aldo Norberto Bonaveri
Desde la aparición de los biocombustibles, estos han contribuido en
forma gradual a paliar el desequilibrio que se estaba creando en las reservas
internacionales de crudo, como consecuencia de que el crecimiento del consumo
avanzaba más rápido que el descubrimiento de nuevos yacimientos.
Consecuentemente con ello, distintos países del planeta y, especialmente los
más industrializados, fueron incorporando en sus legislaciones cortes
obligatorios en los combustibles fósiles, contemplando en todos los casos que
las mezclas fueran aumentando paulatinamente sus tenores de biodiesel o etanol.
Sin duda que el aporte de los biocombustibles ha sido importante en los
últimos años, no obstante, justo es reconocer que en su momento hubo
exageración en quienes sostenían que allí radicaba la seguridad energética.
Otros sectores en cambio ejercen hacia ellos una crítica despiadada,
responsabilizándolos de poner en riesgo la seguridad alimentaria. Ciertamente
que ni los unos ni los otros representan la verdad absoluta, empero ambas
opiniones constituyen fundamentos de un debate que promete prolongarse en el
tiempo.
El tema es más profundo de lo que aparenta en primera lectura y, están
en juego intereses productivos, políticos y económicos; basta recordar que
comenzó a cobrar protagonismo tras el ataque a las Torres Gemelas, siendo
entonces cuando el gobierno de los EE.UU. decidió apostar decididamente al
etanol, con el propósito de minimizar la dependencia del aprovisionamiento de
petróleo proveniente de Medio Oriente. En el pensamiento energético de
influyentes funcionarios de la administración Bush, el bioetanol elaborado con
maíz sustituiría el consumo de gasolina con beneficios ambientales.
Con semejante apoyo político y económico vía subsidios, el bioetanol
rápidamente comenzó a ganar mercado y, la proliferación de plantas elaboradoras
se multiplicó por todo el territorio norteamericano. El maíz pasó a ocupar un lugar
cada vez más destacado, protagonizando una verdadera transformación en la
economía de la principal potencia mundial. A los efectos de dimensionar su
crecimiento, es oportuno señalar que en 2004 la producción de etanol
estadounidense requería 23.000.000 de TT de maíz, de allí en más, el
ininterrumpido crecimiento llegó a 110.000.000 de TT. En tanto los pronósticos
elevaban la utilización de 125.000.000 para la campaña actual.
La Unión Europea, encabezada por Alemania (primer productor y
consumidor de biodiesel) y los países del Asia Pacífico no tardaron en
suscribir la nueva tendencia poniendo énfasis en el biodiesel; en Sudamérica el
precursor fue Brasil con tradición en la producción de etanol a partir de la
caña de azúcar, apuntándose posteriormente nuestro país, convertido actualmente
en el cuarto exportador de biodiesel.
Seguramente que de no haberse contado con los miles de millones de
litros de biocombustibles elaborados, el mundo habría vivido sobresaltos
energéticos y, la cotización del petróleo sería manejado arbitrariamente por la
OPEP, con el consabido encarecimiento de bienes y servicios que directa o
indirectamente oscilan a su compás.
También queda demostrado que los biocombustibles no son la panacea, ni
tampoco garantizan el suministro fluido imaginado por los más optimistas. Ello
es así porqué el mundo ávido de alimentos le impone límites comprensibles, y
además porqué mientras el consumo de las materias primas viene creciendo
inexorablemente, en tanto los stocks internacionales retroceden al compás de
las contingencias climáticas adversas. La muestra más elocuente de ello se
evidencia con la tremenda sequía de los Estados Unidos, donde la polémica del
momento se centra en la cantidad de plantas de bioetanol que deberán suspender
su actividad hasta mejor momento.
Para medir los resultados en su justa dimensión, corresponde decir que
los biocombustibles han contribuido positivamente diversificar la matriz
energética, que le han planteado ciertos obstáculos a la hegemonía de los
combustibles fósiles, sin que ello signifique a futuro un reemplazo substancial
de los volúmenes de nafta y gasoil que demanda el planeta. Al respecto,
concierne explicar que si dispusiera el 100% de la producción global de maíz y
caña de azúcar a elaborar etanol apenas podría suplirse el 22% de las naftas;
en tanto que si se destinara la producción ecuménica de aceites y grasas
vegetales a la obtención de biodiesel, sólo se podría atender un 13% los
requerimientos mundiales de gasoil.
A la luz de los acontecimientos, hoy se vislumbra como poco probable
que se cumplan los objetivos trazados al comenzar los respectivos programas de
sustitución; cabe recordar que Estados Unidos proyectaba reemplazar con etanol
en 2030, el 30% de la gasolina necesaria para su mercado interno (actualmente
cubre el 10%) ; la Unión Europea y Japón tenían programado para el 2020
sustituir con biocombustibles el 20% de sus demandas de gasoil y naftas.
Recientemente la Agencia Ambiental de Estados Unidos “EPA, por sus
siglas en inglés”, comunicó que se está estudiando la eventualidad de revisar
las condiciones en que se subsidia la producción de etanol a partir del maíz,
en 90 días podría haber novedades al respecto. Por lo que dejaron trascender no
solamente dejarían sin efecto la quita de impuestos, sino que podría corregirse
la obligatoriedad del corte con 10% de etanol.
Asimismo no todo está dicho, si bien el incremento de la producción de
biocombustibles con materias primas convencionales (maíz, soja, colza, caña de
azúcar, etc.) tiene frente así los obstáculos mencionados, cierto es también
que existen varios programas en marcha y otros incipientes, con la base de
otros cultivos, que no compiten por la seguridad alimentaria, celulosa, algas,
residuos, etc., por estos días existen expectativas en los llamados
biocombustibles de segunda generación, (los que ameritan ser analizados en otro
momento).
Es evidente que la cuestión “deja mucha tela para cortar” y la
importancia que reviste requiere nuevos estudios, rediseñar metas, discutir
prioridades, evaluar consecuencias y la búsqueda permanente otras fuentes
alternativas. El mundo se debate entre opciones y encrucijadas complejas; para
muchos países la disyuntiva no presenta perspectivas halagüeñas. Frente a tan
enrevesado contexto, una vez más Sudamérica es observada como una región
naturalmente privilegiada para enfrentar los grandes desafíos.
tomado de Pregón agropecurio
Nota: energéticamente los biocombustibles son un fraude, producción agraria para producir biocombustibles
depende del petróleo, entonces la ecuación energética no sierra
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