FUMIGACIONES: RETROCEDIENDO EN CUATRO PATAS?
En los últimos años ha estallado el problema del impacto de los
agrotóxicos sobre la salud de las personas, tanto las que manipulan esas
sustancias como las que las reciben a través de las fumigaciones cercanas, o de
todos nosotros, cuando comemos vegetales con residuos tóxicos.
Es innegable y escandaloso el cúmulo de trabajos científicos nacionales
y extranjeros que se han recopilado en estos últimos años y que desnudan,
crudamente, una realidad silenciada a la sombra del modelo industrial agrícola.
Aquello que parecía restringido a revoltosos pobladores ocasionales,
terminó siendo masivamente asumido por coaliciones de médicos, biólogos,
toxicólogos, genetistas, que salen a contar los espantos que este modelo de
producción genera en las sombras, sobre la salud ya no sólo del ambiente, sino
de nuestros congéneres.
Docenas de poblaciones, sensatamente, comenzaron a restringir las aplicaciones de agrotóxicos
en sus periurbes. Semana a semana la lista fue ampliándose con comunidades más
o menos grandes, que ponían freno al uso de tóxicos. Algunas provincias ya tienen proyectos de ley
que prohíben las fumigaciones aéreas y
establecen franjas obligatorias vedadas a los agrotóxicos en los bordes de las
zonas pobladas.
Pero… en todos y cada uno de estos sitios, hay productores que parecen
no comprender la imperiosa necesidad de detener este genocidio del cual nadie
se hace cargo, e insisten solapada o abiertamente, en anular estas
legislaciones sanitarias. Sus argumentos
oscilan entre el derecho de aplicar lo que les venga en gana, hasta el
argumento falaz de que serían tierras sin rédito económico si acaso no usasen
los venenos.
La falsedad de esas afirmaciones se contrasta fácilmente. Por un lado,
el derecho a la vida, básico y universal, que no puede ejercerse si uno es
pulverizado con veneno, a ritmo horario, sentado en la puerta de su casa. Por
el otro, la reconversión hacia la agroecología es concreta, probada y de amplia
experiencia en todo el mundo. Nuestra provincia de Buenos Aires, de hecho,
tiene producciones orgánicas de todo tipo y en grandes extensiones, y sus
dueños no se quejan precisamente de no ganar dinero. El INTA y el IPAF tienen
equipos que saben del tema y ofrecen asesoramiento.
Entretanto se avance hacia una agricultura diferente de la que nos
empujó a la crisis, con la comprobación certera del peligro y los impactos
probados en los más altos estrados judiciales y en las más expertas unidades
académicas, cuando sabemos que hay personas que persisten en seguir envenenando
a sus compatriotas, sentimos la pena honda de pensar que reducir o eliminar la
protección de los habitantes, eliminando las legislaciones que los protegen,
es, como diría María Elena Walsh, retroceder en cuatro patas.-
Lic. Silvana Buján
Enviado en red renace informa
No hay comentarios:
Publicar un comentario