martes, 18 de septiembre de 2012

ENERGÍA FÓSIL Argentina seguirá con dificultades y girando millones de dolares


YPF NO SALVARÁ AL SECTOR ENERGÉTICO
Por Nicolás Gadano
 La expropiación de YPF despertó una gran expectativa social respecto de la posibilidad de que la centenaria petrolera, de nuevo en manos del Estado, pueda revertir el mal desempeño del sector energético en los últimos años. Sin embargo, si se analiza la performance de este sector, el pensamiento no es sino mágico.
Las reservas netas de petróleo y gas en la Argentina cayeron sistemáticamente de un máximo de 3.171,1 millones de barriles de petróleo equivalente (BOE) en 2001, a 977,6 millones de BOE en 2011. La reducción más importante corresponde al gas natural. Por su parte, la producción de petróleo y gas natural en YPF cayó entre 2009 y 2011 un 9% y un 19% respectivamente, mientras que el giro de dividendos a los accionistas promedió los 1.300 millones de dólares en los últimos tres años.
La producción de hidrocarburos exhibe desde hace varios años una tendencia declinante. La reducción de la actividad exploratoria no se concentra sólo en YPF: de hecho, el estancamiento en la capacidad de procesamiento de crudo y de producción de derivados difícilmente pueda ser atribuido a YPF. Es el resultado de condiciones económicas y de abastecimiento poco atractivas para la inversión.
En este contexto, la combinación de producción local en baja y consumo de energía creciente asociado con la expansión económica provocó una brecha progresiva que se cerró con crecientes importaciones de gas natural, gasoil, fueloil y electricidad. El abaratamiento relativo de la energía, que desvinculó los precios locales de los internacionales es una de las explicaciones centrales del pobre desempeño del sector, porque desincentiva la inversión y la producción.
Aunque los precios locales del petróleo muestran una cierta recuperación en los últimos años –cerca de los US$60 por barril–, todavía están lejos de los niveles internacionales, que rondan los US$100. Por otro lado, mientras que los precios del gas natural para los productores locales rondan los US$2,90 por millón de BTU (British Termal Unit), las importaciones desde Bolivia superan los US$10 por la misma medida.
Así, la brecha entre el consumo y la producción local no sólo impacta en las cuentas externas, con importaciones anuales que se proyectan en torno a los US$1.000 millones. Hay más: el fisco –a través de ENARSA y otras áreas del sector público– absorbió la pérdida generada por las operaciones de importación de energía. Y, durante 2011, los subsidios presupuestarios al sector energético alcanzaron los $4.100 millones, un 67% más que en 2010.
Si el desafío del sector energético en su conjunto ya resulta lo suficientemente grande, no menor es el que asume la nueva gestión de YPF. La conducción estatal anunció recientemente un plan para revertir el deterioro productivo. Entre otras cuestiones, la estrategia productiva apunta a rejuvenecer los yacimientos maduros de reservas no convencionales. Además, busca aumentar en un 50% la cantidad anual de pozos perforados en sólo dos años, y duplicarlas en cinco. Así, las proyecciones prevén mantener los niveles de producción de petróleo y gas en 2012, incrementarlos un 3% en 2013 y llegar a un aumento acumulado del 35% en 2017. También apunta a ampliar la capacidad de procesamiento de las refinerías para, en cinco años, incrementar la producción de combustibles líquidos en un 43%.
El nivel de inversión que requiere este plan es enorme. A los US$3.500 millones proyectados para 2012 se sumarían 7.000 millones anuales entre 2013 y 2017, que YPF planea financiar con “flujo propio proveniente de las operaciones”. La empresa no explicó, por ahora, cómo crecerá el flujo de fondos ni cómo obtendrá financiamiento complementario. Pero la ajustada situación fiscal nacional, la falta de acceso a los mercados internacionales y las complicadas finanzas provinciales auguran que no será fácil conseguir inversiones, no sólo para YPF, sino también para el resto del sector.
Por eso, si la estrategia de recuperación de YPF se basaba en la posibilidad de atraer financiamiento y socios estratégicos para generar un shock de inversiones y productividad en los yacimientos, el Decreto 1.277/2012 mina la confianza de los privados. La norma deroga la libre disponibilidad de los hidrocarburos para los productores, la libertad para fijar precios y la libre importación y exportación de crudo, gas y derivados. Es complejo atraer inversores con un marco regulatorio endurecido y un aumento en el poder discrecional del Estado. Las inversiones en energía requieren plazos muy largos para completarse. Por eso, es clave establecer cuanto antes un conjunto de reglas consistentes, fundadas en un acuerdo social y político que les imprima un horizonte temporal estable, que permitan maximizar la inversión y revertir los deteriorados indicadores energéticos. Sancionar una nueva ley de hidrocarburos, ordenar gradualmente los precios y diseñar un plan energético de largo plazo contribuirá, entre otras políticas, a alcanzar los objetivos.
Pensar, entonces, que la complicada YPF salvará al sector parece complejo. Sin un cambio en las políticas para el sector energético, difícilmente pueda revertirse la tendencia negativa de los últimos años. Si el sector energético ya tenía algunos desafíos –precios que no invitaban a la inversión, incipiente y creciente desequilibrio en la balanza comercial y subsidios insostenibles–, la expropiación de YPF suma nuevos retos, con reglas de juego cada vez más rígidas.
Enviado en Escenarios alternativos 

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