Mendoza
completó una semana histórica de ejercicios sísmicos
El
operativo, que organizaron las Fuerzas Armadas de Argentina y Chile, tuvo una
fuerte participación ciudadana y un impresionante despliegue logístico.
La escena se
produce en la antigua estación del Ferrocarril General San Martín.(Fotos:
Marcos García)
Una gruesa
columna de humo negro se levanta desde un edificio. En el interior se observan
llamas. Sobre la terraza, una mujer grita desesperada y un joven agita los
brazos. Se oyen las sirenas de los bomberos que se aproximan. Apenas llegan,
unos suben a la azotea, otros empiezan a combatir el fuego adentro y un cuerpo
de rescatistas más instala sogas y las tensa para bajar a los heridos con
camillas en tirolesa.
Un nuevo
grupo llega con canes para buscar a posibles víctimas entre una pila de
escombros. Los perros olisquean hasta ir identificando el sitio donde hay
personas, que se sacan de debajo de los restos de la construcción que se
derrumbó. A las sirenas de los bomberos se han sumado las de un par de
ambulancias. Dos chicas se acercan gritando que sus familiares están entre las
llamas.
Los
rescatistas entregan las camillas con heridos a otras personas, que los llevan
hasta un sitio donde se ha instalado una carpa. Allí se determina la gravedad
de sus lesiones y se los ubica en distintos sectores, verde, amarillo o rojo.
Se los atiende hasta que las ambulancias van llegando para trasladarlos. También
se acerca un helicóptero, que levanta una inmensa nube de polvo, y luego un par
más, que se llevan a las víctimas de mayor gravedad.
Como
espectador, lo primero que se experimenta es conmoción. Por el humo, los gritos
de los damnificados y de los familiares. También, porque aparecen personas de
entre los escombros, llenos de tierra y heridos. O un rescatista baja con una
soga por un muro, con alguien en su espalda, cubierto de hollín.
Luego, una
sensación de confusión. Porque personas con distintos uniformes corren de un
lado a otro, con heridos sobre camillas, con camillas vacías, con elementos de
rescate, con instrumentos de medicina. Y se mira hacia todos lados para evitar
obstruir esa tarea.
Pero
finalmente se comprende que ese movimiento de decenas de personas en diversas
direcciones -entre el humo, el polvo y los gritos y quejidos- se realiza de un
modo ordenado. Que los diversos grupos militares y civiles que participan
trabajan en forma coordinada y rápidamente. Éste era el objetivo de los
diversos simulacros que se realizaron en el marco de Solidaridad 2012, un
ejercicio de protección civil en caso de catástrofe que organizaron en conjunto
las Fuerzas Armadas de Argentina y Chile.
Del papel al
territorio
En 1997,
ambos países firmaron un acuerdo de cooperación para actuar si ocurriera un
desastre natural o causado por el hombre. Aunque cuando se produce una
catástrofe las tareas son organizadas por las autoridades civiles -Defensa
Civil, en particular-, las Fuerzas Armadas pueden colaborar en algunas de ellas
y aportar su entrenamiento y logística.
Y si bien en
este tiempo se ha trabajado en protocolos y reglamentos de acción, se buscó
comprobar estos procedimientos en la práctica para descubrir qué aspectos se
deben mejorar. Uno de ellos, por ejemplo, es que habría que unificar
terminologías entre las fuerzas armadas de las dos naciones.
El ejercicio
partió de la hipótesis de que el lunes 15 un terremoto de importancia se había
producido en Mendoza y había generado diversos daños, como el incendio y
derrumbe que se simuló en un terreno de la ex estación del Ferrocarril San
Martín, en Perú y Godoy Cruz. También, la caída de un puente y la construcción
de un nuevo sobre la avenida Champagnat. Y el choque entre un camión con
combustible en su cisterna y un vehículo particular, con derrame del líquido y
el peligro de una explosión.
Para asistir
a las víctimas del sismo se ensayó la distribución de ayuda humanitaria, con
contenedores que se tiraron con paracaídas desde un avión Hércules y que luego
eran trasladados a los sitios donde se necesitaban, enganchados en
helicópteros. Estos paquetes pueden tener, según sea necesario, alimentos,
agua, ropa de abrigo, medicamentos y combustible.
Además, se
instaló una planta potabilizadora en el lago del Parque General San Martín que,
a través de un proceso de ósmosis inversa, transformó el líquido verde en otro
que se entregaba en sachets y, como corresponde, era incolora, inodora e
insabora. Es que los servicios como agua, luz y gas suelen quedar interrumpidos
en estas circunstancias.
Y en las
instalaciones del estadio Malvinas Argentinas funcionó durante estos días el
Centro de Operaciones Emergencia Provincial. En este sitio se reunieron
representantes de diversas organizaciones del Estado, de las Fuerzas Armadas y
de la sociedad civil para analizar posibles contingencias y modos de respuesta.
Organizar la
asistencia
Los heridos
del incendio, del derrumbe y del accidente fueron llevados por las ambulancias
y helicópteros al hospital de campaña que se armó en el estacionamiento del
estadio con carpas. Unas para los lesionados graves, que eran atendidos por los
soldados argentinos. Otras para los más leves, que eran derivados para su
atención por profesionales chilenos. El interior de estos espacios estaba
organizado según sectores: de revisación, de internación, de recuperación y
hasta de cirugía.
Los que no
tenían lesiones, o apenas mínimas, eran llevados al centro de evacuados de la
Armada Argentina. Aquí, debían recorrer un circuito, creado también con carpas,
que comenzaba en el puesto de control, con un registro de cada persona; para
pasar a la zona de sanidad donde se les hacía un chequeo general y llegar al
depósito de pertenencias, donde además se les entregaba ropa, catres, mantas y
otros elementos para la estadía. El sitio contaba con cocina, comedor,
sanitarios, y personal capacitado para brindar asistencia médica y psicológica.
Tomado de
Los Andes de Mendoza ar
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