Los Krautwaschl, la familia que
vive sin plásticos
Desde hace tres años dejaron de utilizarlo. Usan cepillos de dientes de
madera, envases de vidrio y baldes de metal.
Imágenes
Los Krautwaschl sacaron a la calle todas sus pertenencias de plástico.
(EFE)
Sandra Krautwaschl y sus hijos decidieron dejar de usar los plásticos
tras ver en una playa decenas de desperdicios.
La familia reemplazó los plásticos por envases de metal y vidrio.
Hasta los cepillos de dientes encontraron un reemplazo más amigable con
el medio ambiente.
Mire a su alrededor. Posiblemente vea muchos objetos de plástico que
considera imprescindibles: la computadora, el celular o las tarjetas de
crédito. No podría vivir sin ellos, ¿verdad? Pues bien, una familia austríaca
dejó vive desde hace tres años de usar plástico.
Sandra Krautwaschl, la jefa de familia, relata su experiencia en un
libro titulado Plastikfreie Zone ("zona libre de plástico", en
alemán) que se publicó recientemente en una gran editorial alemana.
Todo comenzó en el verano de 2009, cuando durante unas vacaciones en
Croacia sus tres hijos le preguntaron continuamente sobre el origen de toda la
basura de plástico que flotaba en el mar y se acumulaba en la orilla. Aún con
esas preguntas rondándole la cabeza, Krautwaschl, una fisioterapeuta de 40 años
que vive cerca de la ciudad de Graz, vio el documental Plastic Planet, que
alertaba sobre el efecto tóxico de esa sustancia tanto para nuestro cuerpo como
para el planeta. "Todo eso me llevó a decidir que debíamos cambiar algo en
nuestras vidas", explicó en declaraciones telefónicas a la agencia de
noticias Efe.
Werner Boote, el director de la película, alerta en su obra que hay ya
más partículas diminutas de plástico en el océano que plancton, indispensable
en la cadena alimenticia. Por eso, los humanos también tenemos ya trazas de ese
material sintético en la sangre sin que sepamos cuál es su efecto sobre la
salud a largo plazo.
Después de que su marido y sus tres hijos aceptaran el proyecto, en
principio de un mes, los Krautwaschl decidieron sacar a la calle todos lo
productos de plástico: juguetes, fiambreras, muebles de jardín,
electrodomésticos y ropa, objetos tan presentes que casi se habían convertido
en invisibles.
Además, empezaron a escribir un blog en Internet en el que relata su
experiencia y que se convirtió en la base de su libro. "El problema no es
el plástico en sí, sino la forma derrochadora en que lo utilizamos. Y también
que prestamos poca atención a sus efectos sobre la salud a largo plazo",
recalca Krautwaschl sobre el uso de un material que tarda siglos en degradarse.
¿Es más caro comprar productos que no tengan plásticos en sus
empaquetados? "Para algunas cosas sí y en otras no", dice. "He
ahorrado mucho en productos de limpieza porque utilizo vinagre y ácido cítrico.
Es cierto que los alimentos frescos son más caros, pero nuestro consumo ha
cambiado mucho", cuenta.
"No compramos productos innecesarios, lo que supone un gran
ahorro", confiesa la fisioterapeuta. También han encontrado alternativas en
el baño: los cepillos de dientes de madera con cerdas naturales han sustituido
a los de plástico, los jabones a los geles de baño y sus envases, y emplean
azúcar de abedul para prevenir problemas de caries. Prefieren los baldes de
metal y los recipientes de vidrio.
"No hemos perdido calidad de vida, la hemos mejorado. Los
alimentos y los productos que usamos para bañarnos son mejores. Son menos
numerosos los productos que usamos pero son de mejor calidad. Ahora comemos más
productos naturales y frescos", resume.
Aun así reconoce que no han podido renunciar a todos los productos con
plásticos, siguen utilizando un coche, que comparten con otra familia, y tienen
también un teléfono móvil.
"Seguimos utilizando algunas cosas de plástico, pero pretendemos
utilizarlas con sentido. En la medida de lo posible tratamos de no comprar
cosas nuevas", dice.
"No tenemos teléfonos nuevos, sino usados. No queremos un celular
nuevo sólo porque lo regalen. Tratamos de usar el plástico lo menos posible y
de la forma más sostenible posible", destaca.
Krautwaschl recalca que ella y su familia son personas flexibles que se
adaptan a cada situación, en ningún caso unos activistas contra el plástico,
sino contra su derroche.
"El objetivo era no producir desechos de plástico o producir una
cantidad muy pequeña. Era muy importante no imponerse prohibiciones absolutas
ni volverse un radical, porque no se puede motivar a otros si uno se vuelve
extremista", asegura.
Uno de los pequeños caprichos a los que no ha renunciado es a comer
alguna vez patatas fritas de bolsa, que sus amigos le han traído para celebrar
alguna ocasión especial.
La reacción de la gente, asegura, ha sido en su mayoría positiva y lo
más gratificante es haber conocido a personas que encontraron inspirador su
esfuerzo.
¿Y cuál es el mensaje que quiere dar con su proyecto? "Creo que el
mundo puede cambiar, que cada acción individual puede tener un efecto. Cada uno
de nosotros puede aportar con sus acciones a ese cambio", comenta.
Para Krautwaschl, si su proyecto permite que alguien se concientice y
renuncie, por ejemplo, a usar bolsas de plástico en sus compras, o a cualquier
otro gesto, el esfuerzo ya habrá valido la pena.
Fuente: EFE
Tomado de diario El Clarín de ar
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