El oro negro devaluado: la Argentina goza y sufre con el
petróleo barato Por Diego Cabot
Fue hace unos tres años en una cena, en el poderoso Club del
Petróleo de Houston. Era uno de los pisos superiores de una de las tantas
torres de cristal que se construyeron en esa ciudad de los Estados Unidos de la
mano del precio del crudo. Hay que estar en esos lugares para olfatear el poder
y el dinero. Allí se percibían ambas cosas.
Un ejecutivo con años en la industria hablaba con este
cronista. El hombre de manos en los bolsillos estaba parado de frente al vidrio
de piso a techo que hacía las veces de pared de aquel piso 43. De pronto, largó
un desafío. "Le propongo algo -dijo-. Busque cualquier objeto del mundo.
Va a comprobar que seguramente entre sus componentes hay alguno que es un
derivado del petróleo. Y si lo encuentra y no tiene, quédese tranquilo que
igual estará presente. En el proceso de fabricación o distribución, el petróleo
aparece", dijo.
La anécdota sirve para representar el significado del
petróleo y sus derivados en la vida moderna. Y claro está, el peso que tiene en
cada rincón del planeta las fluctuaciones del precio. Por estos días,
centenares de litros de tinta -un derivado del crudo- se usan para intentar
explicar a qué se debe la caída del precio del petróleo. En un año, el precio
del barril pasó desde fluctuar en torno a los US$ 100 a una línea más cercana a
los 65 dólares. En pocos meses, 40% de caída. Nadie sabe si este
reacomodamiento es estructural o coyuntural; todos saben que las consecuencias
de un cambio de precios tan drástico tendrá efectos en todo el planeta. Difícil
encontrar un lugar para poner a la Argentina en el mapa de las consecuencias.
Anotada entre las esperanzas futuras del oro negro, convive con un presente de
dependencia de la importación de energía. Si bien compraría más barato, y con
eso llevaría algún motivo de calma a sus cuentas públicas, podría perjudicarse
con la cautela inversora a la hora de explotar recursos que producirán materia
prima a menos valor. Los surtidores argentinos están anestesiados. La
particularidad de la política argentina trajo como consecuencia que los
consumidores no sufran los fuertes aumentos que tuvo el crudo hace pocos años,
pero que tampoco vean los beneficios de una caída tan pronunciada como
sorprendente. Lo primero que hay que tratar de esbozar si esta cotización es una
oferta de temporada o si por el contrario, es un nuevo nivel en el que se
moverá la commoditie. Sólo como referencia bien vale la pena recordar que en
2008, exactamente el 3 de julio, el petróleo alcanzó su máximo histórico. El
West Texas Intermediate (WTI), petróleo que se toma como referencia en la
Argentina, cerró aquella jornada a 145,29 dólares el barril; el viernes,
terminó la rueda en 65,89 dólares. "Por aquellos días hubo un informe de
Goldman Sachs que veía probable en los próximos cinco años un barril a 200
dólares. ¿Qué cambió? -se preguntaba Carlos Ormachea, CEO de Tecpetrol, el
martes en el ciclo Management 2020 en la nacion-. El uso de la
tecnología." Jorge Lapeña, ex secretario de Energía, dice que hay
elementos que hacen pensar que la caída podría no ser momentánea. El aumento de
la producción de crudo y gas permanente en Estados Unidos proveniente de las
explotaciones no convencionales aumenta la oferta y esto ya impacta de forma
estructural en la caída del precio del gas natural por lo menos en el mercado
norteamericano. Nada lejos de ese pronóstico, Luis Palma Cané, economista
especialista en mercados internacionales, no cree que la caída se deba a una
pequeña desaceleración de China sino al aumento de la oferta, que según sus
números, se incrementó 1,5 millones de barriles diarios. "¿Por qué se
produce este exceso?", se le preguntó. "Simple -contestó-. Mayor
producción en Estados Unidos, generada a partir del petróleo no convencional,
tecnología que permitió aumentar su producción diaria de 7,85 millones de
barriles diarios en 2011 a los actuales 10 millones". Fue Cristian Folgar,
ex secretario de Combustibles de la Subsecretaría de Energía, el que aportó un
dato monetario a la discusión. Dice que la baja de la caída del crudo no es un
fenómeno aislado y que tiene fuerte relación con la expectativa de apreciación
del dólar. "Mientras la política monetaria de la Reserva Federal fue muy
laxa o expansiva subía el precio de los bienes agrícolas y el petróleo (entre
otros). Ahora se da el efecto contrario. La Fed cambió la política y si bien no
esta haciendo una política contractiva, al menos dejó de ser tan expansiva, lo
que en términos relativos es mas o menos lo mismo", dijo. Hay más factores
que pueden ayudar a explicar el fenómeno del barril a US$ 65 dólares. Por un
lado una cuestión financiera. "Los fondos financieros especulativos se han
retirado del mercado de futuros", dice Palma Cané. Por el otro, un factor
tecnológico: la técnica aplicada por parte de los países importadores en el uso
del petróleo implica que cada vez se requieren menores unidades de petróleo por
unidad de producto. En 2014, la demanda mundial de crudo, apunta Lapeña, crece
a ritmo de 1,17% anual y se ubica en torno a los 91 millones de barriles por
día. La producción de Estados Unidos aumenta más que la demanda mundial.
"Norteamérica se hace cada vez menos dependiente del mundo en materia
petrolera, disminuye las importaciones y aumenta los sobrantes mundiales de
crudo", resume el ex secretario. Pero claro, no sólo Estados Unidos es
actor en este mercado de privilegiados. La Organización de Países Productores
de Petróleo (OPEP) mira con cuidado que es lo que sucede al Norte. "El
Cartel de la OPEP está en el dilema de cerrar grifos y mantener precios o
seguir con los grifos abiertos y provocar una caída de los precios
internacionales", relata Lapeña. Pues la solución por la que ha optado es
esta última: la producción sigue alta, los precios caen. La finalidad de esta
estrategia es muy clara. "Bajar los precios con el objetivo de poner una
barrera a los nuevos proyectos de explotación no convencional que, frente a
nuevos valores de referencia, dejarían de ser económicamente explotables y
rentables", explica Palma Cané. Sebastián Scheimberg, economista
especialista en energía de la Fundación Pensar, es prudente: "Hay que
esperar un poco aún para ver si la baja de precio es transitoria o
duradera". Dice que la Agencia Americana de Energía prevé que los precios
promedio para el año próximo estarán 20% inferiores a los de este año. Nicolás
Gadano, un economista que escribió el valioso libro Historia del petróleo en la
Argentina, considera que en el corto plazo las proyecciones detectan un exceso
de oferta. Pero aporta un dato a mediano plazo. "En unos cinco o seis
años, lo que se percibe es todo lo contrario: un exceso de demanda." Luego
explica la razón: no se ve que la inversión de los últimos años acompañe la
demanda: "Y esto se podría exacerbar con la actual cotización. Ya se ha
demostrado que es un mercado volátil y esa volatibilidad seguirá". Ahora
bien, semejante panorama, ¿qué implicancias tendrá para la delicada ecuación
energética argentina? Una cuenta rápida, repasa Scheimberg, dice que si el
déficit energético este año termina en algo menos de 6000 millones de dólares,
el año que viene, con niveles de actividad estancados, habría un déficit aún
significativo. "No creo, pero en el extremo podría ser de 5000 millones,
con lo que esto no resuelve el problema externo", sostiene. Folgar
considera que no habría que ver solo el efecto sobre el balance externo de
energía sino sobre toda la balanza. "Por la recesión y por la caída de
precios van a bajar las importaciones de energía, también -por precio- las exportaciones
de energía. El saldo comercial energético será "menos negativo" a
estos precios", dice. El ex funcionario dice temerle más a la caída en los
precios de los bienes agrícolas: "El impacto es mucho mayor. El complejo
sojero exporta más de 25.000 millones de dólares. El petróleo debería caer
mucho para compensar la caída en estos productos". Está claro que la
importación de petróleo, combustibles en realidad, traerá un beneficio para las
finanzas de esta Argentina dependiente de la importación del energía. Pero
también hay acuerdo que no será la solución de ninguno de los males. Aspirinas
fiscales para una enfermedad que corroe. Ahora bien, el impacto en la Argentina
no se limitará solamente a los alivios a la billetera. El petróleo barato pondrá
algunos puntos suspensivos en la inversión petrolera. La necesidad de atraer
capitales para desarrollar los yacimientos no convencionales de la Argentina,
como Vaca Muerta, podría sufrir.
"Si baja el crudo, todas las petroleras tendrán menos
caja y, por ende, menos flujo para invertir en cualquier lado. Así, las grandes
petroleras van a tener menor poder de fuego", dice Folgar. Luis Palma Cané
coincide: "A mediano plazo, se demorarán las eventuales inversiones de
Vaca Muerta debido a la incertidumbre sobre la futura rentabilidad de esa
explotación". CAERÍA EL PRECIO DE CORTE Sin embargo, las cuentas no son
lineales. No sería correcto estimar que como el precio del petróleo baja, los
yacimientos dejarán de ser explotables comercialmente. Los precios de los
servicios y de los productos que sirven a la industria también caerán. En ese
punto empieza a tallar la discusión respecto de cuál es el "precio de
corte" a partir del cual no son rentables ciertos proyectos. "Los
servicios petroleros no están muy vinculados a los costos porque el nivel de
competencia no es muy alto -dice Folgar-. Manda más la predisposición a pagar
del cliente que los costos propios de la actividad." Según esta lógica de
mercado, cuando el precio del crudo sube, los servicios críticos que compran
las petroleras, también. Empresas como Schlumberger, Halliburton, San Antonio,
Pride, Baker & Hughes, todas empresas de servicios, comparten la renta
petrolera con las empresas petroleras. "El piso de corte de los proyectos
va a bajar", resume Folgar.
Pero habrá más oportunidades, por ejemplo con el gas.
Estados Unidos y su súper producción de gas hicieron que el precio de este
combustible en América del Norte caiga. Si la Argentina establece un precio
atractivo para el mercado interno del gas puede compensar la caída en el precio
del crudo. Aquí empieza a tallar la importación de gas de Bolivia que
actualmente está en 10,17 dólares por millón de BTU. Como este valor tiene un
componente en su fórmula que depende directamente del precio del crudo (el
fueloil, por ejemplo), el precio de la importación caerá. Hay quienes arriesgan
que se podría colocar cerca de los ocho dólares. Este precio está lejos de
poner en riesgo las inversiones en Vaca Muerta en materia de gas. Las cuentas
que han sacado los petroleros son claras: con 7,5 dólares por millón de BTU
cualquier proyecto se sostiene en el subsuelo neuquino.El gas natural licuado
(GNL) que la Argentina necesita como agua, es otra cosa. La dupla YPF/Enarsa no
se caracteriza por ser muy eficiente. Se compra mal y con problemas de acceso a
las divisas. "Siempre se paga más de lo que se debería", dice Folgar.Y
finalmente está YPF y sus balances. Pero eso merece un recuadro por dos
razones: por el tamaño y por los privilegios que tiene. TOMADO DE LA NACION DE
AR
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