Dilma, en problemas:
apagones, sequía e imprevisión irritan a Brasil
A las temperaturas récord se suma la falta de planificación
energética del gobierno y el reciente anuncio de nuevos impuestos para la
nafta, el transporte y los artículos importados; la inflación también golpea el
bolsillo
Por Alberto Armendariz
RIO DE JANEIRO.- ¡Ah, verano en Brasil! Tiempo para olvidarse de los
problemas y relajarse? Hmm, no es eso justamente lo que está sucediendo estos
días para los brasileños, que empezaron 2015 con tórridas temperaturas, falta
de agua por una crisis hídrica como consecuencia de las escasas lluvias que
también derivó en grandes apagones y, como si fuera poco, aumentos de impuestos
en la nafta, los transportes y los productos importados que llevaron a mucha
gente, en plena ola de calor, a ajustarse el cinturón y alterar sus planes de
descanso.
Los astrólogos ya han declarado este verano como de
"infierno astral", pero más allá del karma, el sufrimiento y la
infelicidad que pueden profetizar las estrellas, los analistas, la prensa y la
oposición apuntan sus dardos contra la falta de previsión de la presidenta
Dilma Rousseff, que, pese a la preocupante situación que atraviesa el país y
las medidas impopulares tomadas, lleva un mes sin dirigirse a los brasileños.
"Aquí hay una conjunción de factores, algunos
incontrolables, como el clima, pero otros que deberían haberse previsto, como
las crisis hídrica y energética, que ya desde el año pasado se veían venir y no
se quiso hacer nada por el período electoral, para no afectar las posibilidades
de reelección. Lo mismo con el alza de tarifas con el que comenzó el año, que
durante la campaña se rechazó; todas esas promesas quedaron de lado. El
gobierno es responsable por la falta de planificación e inversión en la
infraestructura y por el descontrol en los gastos públicos que hoy obligan a un
ajuste mucho más duro", señaló a la nacion Alexandre Gouveia, profesor de
Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.
Acostumbrada al calor toda su vida, la comerciante carioca
Ana Claudia Costa, de 56 años, tuvo que cerrar más temprano su tienda de ropa
en Copacabana dos veces esta semana porque ya no aguantaba las temperaturas y
tenía roto el aire acondicionado. De nada sirvió llamar a un técnico; los
electricistas están saturados de trabajo. "Las playas están repletas a
toda hora. Prefiero irme a mi departamento, ya que vivo en un piso alto y, por
lo menos, al abrir las ventanas, el calor se hace más soportable", contó
Costa mientras caminaba aferrada a una sombrilla china.
Con un promedio de 36°8 (y sensaciones térmicas que superan
los 45°), este enero es el más caluroso en Río de Janeiro desde 1917. La lluvia
fue tan insuficiente, que las cascadas de la Floresta de Tijuca, que bordea la
ciudad, están prácticamente secas. En San Pablo, más fresca, el escenario es
similar, o peor: los termómetros llegaron a 36°5 el lunes y no hay mar cerca.
Para colmo, tampoco hay mucha agua en las canillas. Ya desde el año pasado se venía alertando del bajo nivel del
sistema de embalses de Cantareira, que abastece al área metropolitana paulista,
pero no se lanzó una campaña para reducir el consumo, como los especialistas
recomendaban. Hoy, la mayor parte de la ciudad sufre un racionamiento
escondido, con poca presión en el agua que reciben las viviendas y las
industrias de la región.
"Las restricciones van a profundizarse si no llueve
pronto. Para que las reservas de agua se recuperen parcialmente debería llover
50% más de lo normal, pero más de la mitad de la estación lluviosa ya pasó y no
hay pronósticos de mucha más agua en las próximas semanas", indicó el
meteorólogo argentino Marcelo Seluchi, coordinador general de investigación del
Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales, quien explicó
que un anómalo sistema de alta presión instalado en el sudeste del país inhibe
las precipitaciones y eleva los termómetros.
Como consecuencia, la sequía se expande, sobre todo en los
estados de San Pablo, Minas Gerais y Río de Janeiro, los más poblados de
Brasil. El gobierno de Minas Gerais ya anunció un plan para reducir el consumo
de agua, mientras que el de Río hará lo propio pronto. Los productores rurales
en la zona sufrieron el impacto, con ganado muerto y cultivos perdidos; por
ende, está aumentado el precio de varios alimentos.
Entre los economistas, se cree que la crisis energética
repercutirá negativamente en la de por sí ya débil proyección del crecimiento
del PBI para este año, estimado en una expansión de apenas 0,3% por el FMI. Y
se teme que las alzas a los impuestos anunciadas la semana pasada
-combustibles, artículos importados, transportes, electricidad- profundicen el
estancamiento y el malestar social ante una inflación que en enero lleva
acumulado un 6,7 por ciento.
Y mientras la presión se intensificaba, la presidenta
Rousseff seguía sin dirigirse a los brasileños; lleva ya un mes sin dar
entrevistas o mensajes públicos. En cambio, el jueves participó en Bolivia de
los actos de inicio del nuevo gobierno de Evo Morales. Recién el viernes el
gobierno dio señales de estar ocupándose realmente de los problemas que afectan
este verano a los brasileños.
"Necesitamos de la colaboración de todos. Todos tienen
que saber ahorrar agua, ahorrar energía. Nunca se vio en el Sudeste una
situación tan sensible y tan preocupante", afirmó la ministra de Medio
Ambiente, Izabella Teixeira, en el primer indicio de que si no llueve pronto y
mucho, se deberá aplicar una campaña para el racionamiento del agua y la
energía.ß
Las temperaturas inusualmente altas en todo el país, y no
sólo en el Nordeste, tradicionalmente árido, empeoraron la sequía y provocaron
un racionamiento escondido del agua en varias ciudades del Sudeste. A eso se le
sumaron, esta semana, apagones por la falta de planificación energética y las
protestas por el alza de los impuestos a los combustibles, el transporte y la
electricidad. Para Dilma y los brasileños, un verano infernal. SIN RESPIRO NI
AGUA
El verano no da tregua a los brasileños
Foto: AFP Foto:
Reuters Foto: AFP
Las temperaturas inusualmente altas en todo el país, y no
sólo en el Nordeste, tradicionalmente árido, empeoraron la sequía y provocaron
un racionamiento escondido del agua en varias ciudades del Sudeste. A eso se le
sumaron, esta semana, apagones por la falta de planificación energética y las
protestas por el alza de los impuestos a los combustibles, el transporte y la
electricidad. Para Dilma y los brasileños, un verano infernal. Tomado de nación
de ar
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