Douglas Tompkins, in
memoriam Por Mempo Giardinelli
Los lugares comunes que repite el argentino medio, cuando
hace gala de ignorancia, son proverbiales. Derivan acaso de esa rara vocación persecutoria
y conspirativa que es común en nuestras clases medias, ilustradas o no. Y así
en este país casi todos tuvimos, alguna vez, prejuicios hacia Douglas Tompkins,
ese gringo inexplicable, delicioso bicho raro al que llegué a conocer y
apreciar, y que acaba de morir.
A los 72 años y aún lleno de energía, parece que perdió el
control de su kayac en un gélido lago del sur chileno, y murió de hipotermia.
Es curioso que algunas personas piensan, y dicen, que murió como él hubiese
querido: en lucha contra la naturaleza. Yo no estoy de acuerdo. Tompinks era
tremendamente vital y nunca luchó contra la naturaleza sino por ella.
Hace muchos años reproduje en una nota las sospechas de que
era una especie de adelantado norteamericano para quedarse con la gigantesca
reserva acuífera de los Esteros del Iberá correntino. Se pensaba entonces que
podía ser uno de los beneficiarios de las facilidades del menemismo, que
alentaba las compras de territorios fronterizos por parte de extranjeros y
compañías multinacionales.
Pero cuando lo conocí, años más tarde, en la acción
ambientalista concreta, pude constatar su convicción ecologista. Sin verso ni
alharacas, lo vi trabajar con pasión para concretar uno de sus sueños: hacer de
los Esteros del Iberá, en Corrientes, un gigantesco Parque Nacional de
1.300.000 hectáreas de aguas impolutas y especies originarias. Un sueño que
muchos correntinos están heredando ahora y es de esperar que hagan propio.
Nacido en Nueva York en 1943, DT fue empresario textil y
amasó una fortuna, dicen que tras fundar la conocida marca de indumentarias The
North Face. Como sea, lo suyo fue monumental porque en su plenitud, hace ya
muchos años, se radicó en el sur latinoamericano enamorado de la pureza del
aire y las bellezas naturales, y además de su vocación ambientalista practicó
una actividad que distingue a algunos estadounidenses ricos pero es
completamente negada por los ricos de la Argentina: la filantropía. Y si
ambiental, mejor.
Este gringo peculiar y tozudo un día salió de su país y se
radicó e invirtió fortunas en Chile y Argentina. Millones de dólares que hasta
donde sé no vinieron vía secretos bancarios ni aumento de la deuda externa. No,
él compró vastos territorios que puso en valor ambiental y turístico, y los
donó al patrimonio nacional de sus dos países adoptivos.
Creador y presidente de CLT (Corporation Land Trust), una
ONG respetada en el mundo ambiental, compró grandes extensiones de la Patagonia
chilena y creó y donó la mayor área protegida del país hermano: el PN Pumalín:
317.000 hectáreas de bosque templado lluvioso consideradas un Santuario de la
Naturaleza donde no se permiten actividades industriales. Y también donó 73.000
hectáreas en 1995 para completar el PN Corcovado (287.000 has.), y en 2013
parte del PN Yendegaia (150.000 has.).
En Argentina creó, a su entero costo, el Parque Nacional
Monte León, en Santa Cruz (62.000 hectáreas que compró en 1999 y cedió al
Estado Argentino en 2004). Entre 1997 y 2007 donó y diseñó 3900 hectáreas para
el parque provincial Piñalito, en Misiones. Y en 2013 compró la Estancia El
Rincón (15.000 has.) y la donó para la ampliación del Parque Nacional Perito
Moreno.
En el Chaco muchos lo vamos a extrañar, porque Tompkins fue
uno de los grandes impulsores del PN El Impenetrable. Enamorado de la estancia
La Fidelidad, tomó fotos desde la pequeña avioneta que él mismo piloteaba y que
hoy son las tomas aéreas que dieron fama mundial al hasta ahora negado PN.
Patrocinó campamentos e investigaciones que la provincia no hubiese podido y
hasta su muerte fue un apasionado del Chaco.
El año pasado una diputada chaqueña hoy oficialista se lanzó
contra él con ligereza y torpe ignorancia, poniendo en duda el papel que jugaba
este gringo raro en el proceso de creación del PN El Impenetrable (que
finalmente fue ley en octubre de 2014). Hizo un papelón y demostró una vez más
cuan fácil es fantasear los motivos de quien se supone un millonario exótico
que hizo lo que ningún millonario argentino, y no sé chileno: compró, equipó y
donó al Estado decenas de miles de hectáreas. Algo que no hizo ni hace ningún
millonario ni empresario argentino, incapaces todos de donarle al Estado ni una
manzana.
Tompkins fue capaz también de vencer las naturales
resistencias de varios gobernadores, por lo menos el peronista del Chaco y el
radical de Corrientes, y lo hizo dando en lugar de pedir, invirtiendo en lugar
de extraer. Impulsó y logró la reintroducción del oso hormiguero, el yaguareté
y los guacamayos en el Iberá, donde compró tierras y montó cuatro estancias
modelo, que soñaba donar al Estado argentino cuando se pudiera discutir el PN
Iberá, vencidas las resistencias del conservadurismo más ignorante, si acaso
eso es posible.
Y para terminar, y por si algún tonto sospecha
argentinamente, cabe decir que ni yo ni muchos de quienes lo conocimos y apreciamos
su labor recibimos jamás un centavo de él ni de sus emprendimientos. Así que
descanse en paz, Gringo, y ojalá todo mi país un día le reconozca sus méritos. Tomado
de envio de peter healy de fundación ibera
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