Viaje a la ciudad
fantasma de Prípiat, primera víctima de Chernobyl
Sus habitantes fueron evacuados 37 horas después de la
explosión del reactor número 4, y desde entonces está abandonada; hoy pueden
recorrerse sus calles mediante Street View A veces, cuando miro algunos hechos
de la historia reciente, tengo la sensación de haber viajado al futuro en la
máquina del tiempo. Lo que pasó hace 20 o 30 años parece haber ocurrido en la
Edad Media. De todos esos acontecimientos, el que siempre me impactó más fue el
desastre de Chernobyl. No sólo por su magnitud escalofriante, sino también
porque es de los que mejor ilustran el abismo que existe entre nuestra época y
aquella. Para muchos veteranos, 1986 también fue nuestra época en su momento.
Por eso la sensación de viaje en el tiempo, de haber cruzado eras, no unas
pocas décadas. La catástrofe de Chernobyl fue el infierno en la Tierra. No
añadiré demasiado al respecto, porque existe ahora bastante información sobre
lo que ocurrió en la planta aquella noche. Brevemente, a la 1,23 de la mañana
del 26 de abril de 1986, el reactor número 4 explotó luego de una extensa y
absurda serie de errores humanos combinados con defectos de seguridad
subyacentes, y arrojó una nube radioactiva que afectaría a Ucrania, Rusia
occidental y Bielorrusia. Salvo España y Portugal, el resto de Europa recibiría
dosis anormalmente altas de radiación. En los meses y años subsiguientes, las
víctimas del yodo, el estroncio y el cesio radioactivos se contarían por miles.
Millones de personas recibirían dosis de radiación mayores de lo normal en
Ucrania y las naciones vecinas. Todavía hoy, es difícil de evaluar el impacto
humano de esta catástrofe. Algunos estudios calculan que Chernobyl causó entre
50.000 y 60.000 casos de cáncer de tiroides por encima de la media. La segunda
(y peor) explosión del reactor número 4 tuvo la fuerza de 10 toneladas de TNT y
liberó 400 veces más radiación que la bomba
atómica que Estados Unidos detonó
sobre Hiroshima.
El hito que marca la fundación de Prípiat; está a 1,6
kilómetros del reactor número 4.
Pero la primera víctima de Chernobyl fue Prípiat, una ciudad
fundada en 1970 para alojar a los trabajadores de la planta y abastecer sus
necesidades. Se encuentra a menos de 4 kilómetros del reactor siniestrado y
desde los primeros minutos del accidente cantidades masivas de radiación
afectaron a sus habitantes. Sin embargo, al principio, las autoridades
minimizaron el incidente. Prípiat no fue evacuada de inmediato, lo que podría
haber salvado muchas vidas. Sólo 37 horas después, cuando ya era tarde para
muchos de sus habitantes, se ordenó desocupar la ciudad. La urgencia de la
orden y sus instrucciones evidencian que el gobierno ya sabía que esas personas
nunca volverían a sus hogares. Pero públicamente todavía no habían dicho una
palabra.
La planta era administrada por la Unión Soviética, que sólo
dos días después admitió que algo había ocurrido en Chernobyl, pero sin dar
mayor detalle. De hecho, se vio obligada a hacerlo porque niveles anormales de
radiación habían sido detectados en otra planta nuclear, ubicada en Formarsk,
Suecia. De no haber sido por los controles de rutina de Formarsk, quizá todavía
habría transcurrido más tiempo antes de que las autoridades soviéticas
reconocieran el incidente y alertaran a las naciones vecinas. Mientras tanto,
la nube radioactiva se extendía y la lluvia de isótopos empezaba a descender
sobre la tierra. Más de 100.000 kilómetros cuadrados quedarían gravemente
contaminados. Chernobyl es el único accidente nuclear causado por errores
humanos con la categoría más alta (la 7) de la escala internacional que
clasifica este tipo de eventos; hay otro en esta categoría, el que ocurrió en
la prefectura de Fukushima, Japón, cuya central fue alcanzada por el tsunami de
2011.
Prípiat estaba condenada sólo unas horas después de aquél
fatídico 26 de abril de 1986, cuando muchos ciudadanos empezaron a sufrir los
síntomas de la intoxicación aguda por radiación. El encubrimiento fue, pues,
otra atrocidad dentro de la atrocidad de Chernobyl. Se ha dicho que el desastre
jugó un papel fundamental en el camino hacia la Glasnost (política de
transparencia) de Mikhail Gorbachev, pero lo que puedo ver hoy, con una
perspectiva de 30 años, es que ese encubrimiento se ejecutó por una sola razón:
era técnicamente posible. Era posible ocultar el peor accidente nuclear de la
historia. Sin Internet, sin computadoras, sin smartphones, el gobierno
soviético se propuso tapar todo y mantener la ficción de que su programa
nuclear era infalible. Si no lo logró fue porque la radiación, no los bits,
traspusieron las fronteras.
Tal encubrimiento sería hoy impensable. Incluso cuando
todavía hay 4000 millones de personas en el mundo que no tienen acceso a
Internet y aún cuando hay naciones, como Corea del Norte, donde sólo una élite
puede acceder a la Red y hace falta un permiso del gobierno para poseer una
computadora, la diferencia con 1986 es tan inmensa que parecen haber
transcurrido 200 años, no 3 décadas.
Desde las ventanas de los edificios de departamentos de
Prípiat se puede ver la planta nuclear. La segunda explosión del reactor 4 fue
claramente audible y sus llamas incendiaron el techo del reactor 3. Un sólo
tweet, un mensaje de Whatsapp, una foto enviada a Facebook habrían alertado sobre
la situación casi de inmediato y casi sin fronteras. El gobierno soviético
tendría que haber desconectado Ucrania de la Red para frenar, sólo puertas
adentro, las infinitas réplicas de esa noticia. Con una crisis humanitaria
entre manos, habría sido doblemente criminal. Y en gran medida inútil; a las
víctimas todavía les quedarían los mensajes de texto. Podrían incluso haberse
autoevacuado a tiempo. Pero los 53.000 habitantes de la ciudad quedaron
inermes, inadvertidos e incomunicados mientras la radiación letal contaminaba
sus cuerpos sin remedio.
El silencio y los
fantasmas Hay todavía una vuelta de tuerca abrumadora en esta historia que
exhibe de forma brutal el abismo que existe entre 1986 y 2016.
Desde las 3 de la tarde del 27 de abril de 1986, Prípiat es
una ciudad fantasma. Nadie recorre sus calles, sus edificios están vacíos y el
césped crece en las grietas de calles, que se van degradando con el tiempo.
Pero es posible, gracias, otra vez, a las nuevas tecnologías, visitar la ciudad
y llevarse una lección. Una lección terrible, pero lección al fin.
Al principio pensé que no encontraría nada, que sería una
zona vedada, pero me llevé una impresión demoledora cuando Street View me dejó
en medio del pequeño parque de diversiones de Prípiat. Por fortuna, no tengo
ahora un casco de realidad virtual. De otro modo, me habría afectado en exceso.
La visión haría llorar al más duro. Los autitos chocadores oxidados que han
permanecido inmóviles durante 30 años, las sillitas voladoras desfiguradas, los
asientos de la vuelta al mundo, que parecen los dientes amarillentos de una
sonrisa sardónica.
La vuelta al mundo del parque de diversiones de Prípiat
Recorrí luego las calles, pasé cerca de un hotel, noté los
edificios de departamentos, todos iguales, y pensé en la desigualdad monstruosa
que había mostrado sus garras allí, en Prípiat, donde los trabajadores y sus
familias fueron dejados a merced de la lluvia radioactiva durante más de un día
por una mezcla de cinismo político y desprecio por la humanidad.
Edificio de departamentos en Prípiat.
Salir de la ciudad fue en parte un alivio. La ruta que
conduce a Chernobyl, la misma que los trabajadores de la planta recorrieron
durante 15 años a diario, es un soplo de normalidad. Una normalidad que los
ominosos carteles con el alerta de zona radioactiva se ocupan rápidamente de
destrozar. La ruta sigue, desierta y muda, hasta llegar al último punto en el
que, por ese camino, se puede avanzar. Hay allí un hito, el de la fundación de
Prípiat , y una fecha: 1970. Está a 1600 metros del reactor número 4.
Por otros senderos se puede llegar a la planta y verla desde
afuera. Incluso hay unas pocas zonas con acceso a Street View dentro de
Chernobyl. La última escena, antes de que el recorrido se me hiciera demasiado
insoportable, fue la del enorme sarcófago que encierra al reactor 4 y el nuevo
ataúd de techo curvo, parecido a un hangar gigantesco, que se supone quedará
terminado este año. Está muy de moda criticar a Internet, queda bien decir que
tanta conectividad nos deshumaniza y nos aísla. Vayan a Street View y visiten
Prípiat. Eso fue inhumano.
Eso fue aislamiento. POR ARIEL TORRES - TOMADO DE LA NACION DE AR
No hay comentarios:
Publicar un comentario