RESUMEN ANUAL 2020: EL IMPACTO DE LA COVID-19 (CORONAVIRUS) EN 12 GRÁFICOS
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Resumen anual 2020: El impacto de la COVID-19 (coronavirus)
en 12 gráficos. © Banco Mundial
El año pasado, por esta época, conceptos como
“confinamientos”, “uso obligatorio de mascarillas” y “distanciamiento social”
eran desconocidos para la mayoría de nosotros. Hoy forman parte de nuestro
vocabulario habitual mientras la pandemia de COVID-19 sigue afectando
todos los aspectos de nuestras vidas. En los 12 cuadros y gráficos que siguen, intentaremos
cuantificar las investigaciones de nuestros colegas en el contexto de una
crisis sin precedentes y brindar un panorama de dichas investigaciones.
Los nuevos pobres
Durante los últimos 12 meses, la pandemia ha
perjudicado en mayor medida a los pobres y vulnerables, y podría empujar a la
pobreza a millones de personas más. Este año, tras décadas de avances
constantes en la reducción del número de personas que viven con menos de
USD 1,90 al día, la COVID-19 marcará el primer revés en la lucha
contra la pobreza extrema en una generación.
En los análisis más recientes se advierte que este año la
COVID-19 ha empujado a 88 millones de personas más a la pobreza
extrema, y que esa cifra es apenas un punto de partida. En el
peor de los casos, podría llegar a 115 millones. El Grupo Banco Mundial
(GBM) prevé que el
mayor porcentaje de “nuevos pobres” estará viviendo en Asia meridional
y que África al sur del Sahara ocupará el segundo puesto, con escasa
diferencia. Según la última edición del informe La pobreza y la prosperidad
compartida (i), “[e]s probable que [...] muchos de los nuevos pobres
trabajen en los servicios informales, en la construcción y en la manufactura,
sectores en los que la actividad económica se ve más afectada por los
confinamientos y otras restricciones a la movilidad”.
Deterioro acelerado de la economía
Dichas restricciones —dispuestas para controlar la
propagación del virus y aliviar así la presión sobre los sistemas de salud
vulnerables y sobrecargados— han tenido un enorme impacto en el crecimiento
económico. Como se señaló claramente en la
edición de junio del informe Perspectivas económicas mundiales: “La
COVID-19 ha desatado una crisis mundial sin precedentes, una crisis
sanitaria mundial que, además de generar un enorme costo humano, está llevando
a la recesión mundial más profunda desde la Segunda Guerra Mundial”. Allí se
prevé que este año la economía mundial y los ingresos per cápita se contraerán y
empujarán a millones de personas a la pobreza extrema.
Alivio de la carga de la deuda
Estas consecuencias económicas están menoscabando la
capacidad de los países para responder con eficacia a los efectos sanitarios y
económicos de la pandemia. Incluso antes de la propagación de la COVID-19, casi la mitad
de los países de ingreso bajo ya estaban sobreendeudados o muy próximos a
estarlo, y disponían de escaso margen fiscal para ayudar a los
pobres y vulnerables más afectados.
Por esta razón, en abril, el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional (FMI) instaron a la suspensión de los pagos del
servicio de la deuda de los países más pobres para que puedan centrar sus
recursos en los esfuerzos destinados a combatir la pandemia. La Iniciativa
de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI) ha permitido a esos
países utilizar miles de millones de dólares en su respuesta a la COVID-19. Sin
embargo, como se ilustra en el siguiente gráfico, el pago del servicio de la
deuda a acreedores bilaterales impondrá una pesada carga en los próximos años,
por lo que será necesario actuar con rapidez para reducir la deuda y evitar así
otra década perdida.
Como
dijo el presidente del GBM, David Malpass, “[l]a suspensión del servicio de
la deuda es una solución provisoria importante, aunque insuficiente”. Agregó
que “[e]s necesario tomar muchas otras medidas en relación con el alivio de la
deuda”, incluida la ampliación de la DSSI mientras se busca una solución más
permanente.
Si no se adoptan más medidas en relación con la deuda, es
posible que en muchos países la recuperación sostenible se vea malograda, al
igual que muchos otros objetivos de desarrollo. Como
se señaló en el informe Perspectivas económicas mundiales, si bien durante
la crisis financiera de 2007-08 muchos mercados emergentes y economías en
desarrollo lograron implementar respuestas fiscales y monetarias a gran escala,
hoy en día están menos preparados para hacer frente a una desaceleración
económica mundial. Los integrantes más vulnerables de dicho grupo dependen en
gran medida del comercio internacional, el turismo y las remesas. La próxima
edición del informe, que incluirá pronósticos actualizados, está prevista para
principios de enero.
Menos migrantes significa menos dinero que se envía a
casa
Las remesas —el dinero que los migrantes envían a sus países de
origen— generan especial preocupación. Durante las últimas
décadas, han desempeñado un papel cada vez más importante a la hora de aliviar
la pobreza y mantener el crecimiento. El año pasado, estos flujos se ubicaron
en el nivel de la inversión extranjera directa y la asistencia oficial para el
desarrollo (ayuda de Gobierno a Gobierno).
Pero la COVID-19 ha generado un dramático retroceso, al
punto que, según nuestras últimas previsiones, para fines de 2021 las
remesas disminuirán un 14 %, una perspectiva ligeramente más favorable
en comparación con las primeras estimaciones realizadas durante la pandemia, lo
que no implica desconocer que estamos hablando de disminuciones históricas. Se
prevé que todas las regiones registrarán una caída y que la de Europa y Asia
central será la más pronunciada. Un dato asociado a estas disminuciones es que
en 2020 probablemente caiga —por primera vez en la historia moderna— la
cantidad de migrantes internacionales, dado que se han desacelerado las nuevas
migraciones y se han incrementado las migraciones de regreso.
En los países en desarrollo, estas caídas están afectando el
sustento de muchas familias pobres. Las remesas de los migrantes son cruciales para los hogares de
todo el mundo, y los expertos temen que, a medida que
disminuyan, aumente la pobreza, empeore la seguridad alimentaria y los hogares
pierdan medios para solventar servicios como la atención médica.
El impacto en las empresas y los empleos
La desaceleración económica provocada por la pandemia ha tenido
un profundo impacto en las empresas y los empleos. En todo el
mundo, las empresas —sobre todo las microempresas y las pequeñas y medianas
empresas de los países en desarrollo— se encuentran sometidas a una intensa
presión, dado que más de la mitad de ellas están en mora o probablemente lo
estarán dentro de poco tiempo. Para entender la presión que la
COVID-19 está ejerciendo sobre las empresas y los ajustes que estas se ven
obligadas a realizar, el Banco Mundial y sus asociados han estado realizando
encuestas de pulso empresarial relativas a la COVID-19 en asociación con
los Gobiernos de los países clientes.
Dichas encuestas son, en cierta medida, portadoras de buenas
noticias. Las respuestas recopiladas entre mayo y agosto mostraron que muchas
de las empresas
estaban reteniendo al personal, con la esperanza de mantenerlo hasta que
salieran de la recesión. Más de un tercio de las empresas han aumentado el uso de la
tecnología digital para adaptarse a la crisis. Sin embargo, los
mismos datos advertían que durante la crisis las ventas de las empresas se han
reducido a la mitad, lo que las ha obligado a reducir salarios y horas de
trabajo, y que la mayoría de ellas —especialmente las microempresas y las
medianas empresas de los países de ingreso bajo— se esfuerzan por acceder al apoyo
del Estado.
La reducción del ingreso de las familias —ya sea debido a la
pérdida de empleo, a la interrupción de las remesas o a otros numerosos
factores relacionados con la COVID-19— seguirá poniendo en riesgo el capital
humano. Al disponer de menos dinero, las familias se verán obligadas a
hacer concesiones y sacrificios que podrían menoscabar los resultados de salud
y aprendizaje de una generación.
El alto costo de la atención médica
La pandemia ha resaltado la necesidad de contar con atención
médica eficaz, accesible y asequible. Incluso antes de que se
desatara la crisis, las personas de los países en desarrollo desembolsaban más
de medio billón de dólares en pagos directos por atención médica. Este elevado
nivel de gastos genera dificultades financieras para más de 900 millones de
personas y todos los años empuja a casi 90 millones de personas a la
pobreza extrema, una dinámica que con toda probabilidad se ha visto agravada
por la pandemia.
Y la atención médica es apenas una de las formas en que la
COVID-19 está afectando el capital humano de los países. Incluso antes de la
pandemia, el mundo enfrentaba una crisis de aprendizaje, que se traducía en que
el 53 % de los niños de los países de ingreso bajo y mediano no sabían leer un
texto básico al finalizar la escuela primaria. Estos riesgos se ven
intensificados por los cierres de escuelas debidos a la pandemia.
El cierre de las escuelas
En el punto más álgido del confinamiento debido a la
COVID-19, más de 160 países habían ordenado distintas formas de cierre de
escuelas que afectaban a por lo menos 1500 millones de niños y jóvenes.
Para obtener información actualizada regularmente sobre cierres a nivel
mundial, consulte
la página del Banco sobre educación y COVID-19 (i).
Los efectos de la COVID-19 en la educación podrían durar
décadas, y no solo causar la pérdida de aprendizaje a corto plazo, sino también
reducir las oportunidades económicas a largo plazo para esta generación de
estudiantes. Debido a las pérdidas de aprendizaje y el aumento
de las tasas de deserción, dicha generación podría perder unos
USD 10 billones en ingresos, lo que equivale a casi el 10 % del
producto interno bruto (PIB) mundial, y los países quedarán aún más lejos de
alcanzar los objetivos relacionados con la pobreza
de aprendizajes (i): esta podría aumentar considerablemente al 63 % (PDF,
en inglés), lo que equivale a otros 72 millones de niños en edad de
concurrir a la escuela primaria.
En un contexto en que las condiciones económicas obligan a las
familias a tomar decisiones difíciles sobre sus gastos, han aumentado las
preocupaciones en torno a las tasas de deserción escolar. Durante
su participación en nuestra serie de videos “Los expertos responden”, el
director del Departamento de Prácticas Mundiales de Educación, Jaime Saavedra,
manifestó que los estudiantes de la educación secundaria y terciaria le generan
especial preocupación. Muchos de los integrantes de esos grupos demográficos “no
volverán al sistema porque esto va a generar una gran crisis económica, de modo
que las familias podrían no tener recursos o algunos [estudiantes] se verán
obligados a trabajar”, explicó. Otros que antes estaban a punto de abandonar la
escuela serán más propensos a hacerlo debido a la pandemia, agregó.
Para mitigar estas pérdidas y tratar de mantener el
aprendizaje durante la crisis, los países están analizando opciones de
aprendizaje a distancia, y los resultados han sido dispares. En muchos lugares,
un obstáculo clave es la falta de acceso a internet de banda ancha asequible y
de alta calidad.
En nuestra plataforma The Development Podcast hablamos con
dos madres colombianas que viven en lados opuestos de la brecha digital, y nos
enteramos de las experiencias radicalmente distintas que habían tenido con la
educación en el hogar.
Las desigualdades relacionadas con internet
La experiencia de estas dos mujeres no es la
excepción: en todo el mundo, la pandemia y los confinamientos asociados
ponen de relieve el hecho de que hoy en día la conectividad digital constituye
una necesidad. Internet es la puerta a numerosos servicios
esenciales, como las plataformas de cibersalud, las transferencias monetarias
digitales y los sistemas de pago electrónico.
Desafortunadamente, el acceso a la infraestructura y la
conectividad digitales sigue estando sumamente limitado en los países más
pobres del mundo, que pueden recibir donaciones y financiamiento en condiciones
concesionarias de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Banco
Mundial. Si bien la cobertura móvil se ha expandido con rapidez a nivel
mundial, los países clientes de la AIF aún están muy rezagados, y a fines de
2019 exhibían tasas de penetración de los servicios de internet móvil del
20,4 % frente al 62,5 % registrado en otros países.
Y si bien la pandemia demuestra la necesidad de aumentar la
conectividad, podría ampliar la brecha digital, dado que las inversiones
privadas se ven limitadas y el financiamiento público se desvía para atender
prioridades urgentes en materia de políticas, como la salud y la protección
social.
Distinciones de género
La COVID-19 también constituye una amenaza para otras
“brechas” relacionadas con el desarrollo. En particular, las brechas de género podrían ampliarse (i) durante y
después de la pandemia, lo que podría revertir décadas de avances logrados por las
mujeres y las niñas en las áreas de capital humano, empoderamiento económico, y
participación y capacidad de acción.
A principios de año, se señalaron en el informe Mujer,
empresa y el derecho los notables avances logrados durante los últimos
50 años en relación con las oportunidades económicas de las mujeres. Por
ejemplo, en 1970, solo dos países contaban con leyes que establecían el
principio de igual remuneración por igual tarea. Como se muestra en el
siguiente gráfico, esa situación ha cambiado significativamente en
50 años. Pero incluso hoy en día, más de dos tercios de las economías aún
podrían mejorar la legislación relativa a la remuneración de las mujeres.
Desde luego, la igualdad salarial es solo un aspecto de la
igualdad de género. La pandemia está intensificando los riesgos para las
mujeres y poniendo en peligro avances que costaron mucho esfuerzo, lo que se ve
reflejado en múltiples indicadores. A medida que la crisis se ha dejado sentir, las mujeres han ido
perdiendo sus empleos con mayor rapidez que los hombres, debido a que son más
propensas a trabajar en los sectores más afectados por los
confinamientos, como el turismo y el comercio minorista.
Asimismo, en los países de ingreso bajo y mediano, también tienen más
probabilidades de trabajar principalmente en empleos informales, lo que a
menudo significa que carecen de acceso a protección social y otras redes de
protección.
¿Y las nuevas generaciones? En muchos países, es posible que
las niñas se vean obligadas a cumplir un mayor nivel de expectativas
relacionadas con las tareas de cuidado que podrían afectar su capacidad para
seguir estudiando en el largo plazo. Nuestros asociados de la Organización de
las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) prevén
que 11 millones
de niñas podrían no volver a la escuela después de la pandemia.
Millones más sin comida
Por otra parte, los niños —varones y mujeres— también son
vulnerables al aumento mundial de la inseguridad alimentaria, que afecta a las
personas tanto de entornos rurales como urbanos. En
nuestros Indicadores del Desarrollo Mundial se muestra que,
incluso antes de que surgiera la COVID-19, el número de personas que padecían
desnutrición —un indicador que refleja la cantidad de personas que no ingieren
las calorías suficientes— estaba aumentando, tras haber disminuido durante
décadas.
Como sucede con tantos otros aspectos del desarrollo
mundial, la COVID-19 acentúa esta preocupante tendencia. De acuerdo con
una evaluación preliminar realizada por nuestros asociados de la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en
2020, debido
a la pandemia, el número total de personas que padecen desnutrición podría
aumentar entre 83 millones y 132 millones (i) en todo el
mundo. Los datos de la FAO ayudan a respaldar los Indicadores del Desarrollo
Mundial del GBM.
Fragilidad, conflicto y violencia: una realidad que
afecta a más y más pobresor
En muchos lugares, la inseguridad alimentaria y la
COVID-19 han agravado el impacto de la fragilidad, los conflictos y la
violencia, lo que podría revertir los avances logrados en materia de desarrollo. En
2000, 1 de cada 5 personas extremadamente pobres del mundo vivía en
países que atravesaban situaciones de fragilidad y conflicto. Desde entonces,
la pobreza ha disminuido constantemente en otras economías, pero el
número de personas pobres que viven en tales entornos sigue aumentando.
Hoy en día, alrededor de la mitad de los pobres del mundo se
ven afectados por situaciones de fragilidad y conflicto. De hecho, la pobreza
se está concentrando en esos lugares, donde para 2030 estarán viviendo hasta
las dos terceras partes de la población extremadamente pobre del mundo. Es
probable que la COVID-19 acentúe aún más esta tendencia.
La oportunidad de fortalecer la sostenibilidad
En el caso de la fragilidad, el conflicto y la violencia, la
inseguridad alimentaria, y varios otros desafíos, el cambio climático actúa
como un “multiplicador de amenazas”. Incluso en momentos en que
el mundo se enfoca en la pandemia, las crisis climáticas, los desastres
naturales y la pérdida de los ecosistemas no se han detenido. Pero la manera en
que respondemos a la COVID-19 puede ayudar a fortalecer nuestra capacidad
para afrontar los riesgos y las conmociones en el futuro. Mientras los
Gobiernos adoptan medidas urgentes y sientan las bases para la recuperación
financiera, económica y social, tienen ante sí una oportunidad única de crear
economías que sean más sostenibles, inclusivas y resilientes.
El GBM ha incrementado en forma sostenida el financiamiento
para iniciativas climáticas: durante los últimos cinco años, ha comprometido
USD 83 000 millones para inversiones relacionadas con el clima y
ha superado las metas establecidas para cada uno de los últimos tres años.
Seguiremos intensificando el apoyo a los países para que aceleren la acción
climática e incrementen la resiliencia a los crecientes efectos del cambio
climático. En el contexto de la COVID-19, esto significa buscar formas de
alinear los objetivos a corto plazo —como la creación de empleo y el
crecimiento económico— con los objetivos a largo plazo, como la
descarbonización, la adaptación y la resiliencia para ayudar a nuestros países
clientes a diseñar una recuperación sostenible.
Conclusión
El impacto de la COVID-19 ha dado lugar a numerosas
comparaciones: con la crisis financiera mundial de 2007-08, con la Segunda
Guerra Mundial e incluso con crisis que solo conocemos a través de los libros
de historia. Si bien dichas comparaciones pueden parecer dramáticas, la pandemia ha tenido un efecto de gran alcance en casi todos
los aspectos del desarrollo, como pocas crisis anteriores.
La verdadera magnitud de la pandemia solo se conocerá en los
próximos años, a medida que recopilemos y analicemos los datos, adaptemos y
desarrollemos nuestro financiamiento para atender las necesidades de los clientes,
y sigamos trabajando para poner fin a la pobreza extrema y promover la
prosperidad compartida. Para cumplir esta misión con eficacia, seguiremos
siendo un asociado a largo plazo de nuestros países clientes, brindando los
datos, la asistencia técnica y el financiamiento que se necesitará para guiar a
la comunidad internacional mientras sale de esta crisis de alcance
verdaderamente mundial.
Este proyecto contó con la contribución de Sara Haddad, Paul McClure, Jasmin Buttar, Bassam Sebti, Srimathi Sridhar y Christine
Montgomery.
ENLACES RELACIONADOS
El Grupo
Banco Mundial y la COVID-19 (coronavirus)
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