LA CIENCIA Y LA POLÍTICA PÚBLICA SE UNEN EN RESPUESTA A
LA PANDEMIA
by Razvan Vlaicu Deja
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La pandemia COVID-19, tal vez como ningún otro
acontecimiento importante que se recuerde, ha puesto de manifiesto tanto las
sinergias como las tensiones entre la ciencia y la política. Al comienzo de la
pandemia, los gobiernos recurrieron de inmediato a los científicos para obtener
los datos, los conocimientos y la tecnología necesarios para combatir el nuevo
virus. La ciencia aportó cada vez más claridad sobre la rápida evolución de la
pandemia, sin embargo, cada gobierno confió a su manera en el
asesoramiento científico. Por consiguiente, el público puede haber
escuchado diferentes mensajes de los científicos y de los formuladores de políticas
públicas. Como resultado, los éxitos de los países en la contención de la
pandemia variaron en gran medida, incluso en una región relativamente
homogénea como América Latina.
La ciencia puede estar limitada por la incertidumbre, y las
políticas públicas pueden estar influenciadas por la política. Pero
los científicos y los formuladores de políticas públicas tienen el potencial de
mejorar los resultados mediante una mejor colaboración y mensajes más
coordinados para el público.
Diferentes funciones de la ciencia y la
política pública
La respuesta científica a la pandemia ha sido
extraordinaria. A las pocas semanas de la aparición de la nueva enfermedad, se
había secuenciado el genoma del coronavirus. En pocos meses, se habían lanzado
distintas pruebas para la infección por COVID-19. En menos de un año,
se desarrollaron vacunas muy eficaces que demostraron ser seguras. Sin
embargo, no se conoce bien cuánto dura la inmunidad ni cuáles
son los factores detrás de las mutaciones del virus. El proceso
científico tampoco está exento de problemas. En el primer semestre de
2020, los artículos científicos sobre la COVID-19 se duplicaron cada 14 días.
La explosión de investigaciones relacionadas con la pandemia no
permitió la revisión crítica de todas las contribuciones en la
creciente evidencia. Un ejemplo de ello es la retractación de
artículos de investigación sobre el fármaco hidroxicloroquina que fueron
publicados en las prestigiosas revistas médicas The Lancet y New England Journal of
Medicine, tras descubrirse que los datos eran erróneos.
Incluso cuando la ciencia proporciona respuestas claras y
oportunas sobre la lucha contra la enfermedad, no puede emitir juicios de
valor, como, por ejemplo, sobre quién debería tener prioridad para la
vacunación o cuánto tiempo deberían durar los confinamientos. Estas difíciles
decisiones siguen perteneciendo al ámbito de la política pública. Como
dijo Geoffrey Rose, uno de los padres de la epidemiología
moderna, que, mientras la ciencia de alta calidad debe
ayudar a informar la política pública, “en una democracia la
responsabilidad final de las decisiones sobre política sanitaria deberá recaer
en el público”.
Los funcionarios públicos a menudo deben actuar
con información incompleta sobre las consecuencias de las
opciones de política. Lo hacen basándose en los valores y prioridades
del público al que representan. Por ello resulta importante que se comuniquen
con el público en términos sencillos y claros, pese a las
incertidumbres que rodean la ciencia. Particularmente en el ámbito de la
política sanitaria, existe un consenso generalizado sobre la necesidad de
trazar una línea clara entre los hallazgos científicos y las medidas
políticas. De este modo, los científicos permanecen aislados de la presión
política, preservando la integridad del proceso científico.
Los formuladores de política, por su parte, no
pueden dejar la responsabilidad de sus decisiones en la ciencia, sino
que siguen respondiendo directamente ante los votantes que los han
elegido.
Mejorar la colaboración entre ciencia y
política pública
En un artículo publicado
en Science en enero de 2021, investigadores de la Universidad
de Northwestern informaron que la fracción de documentos políticos
que citaban investigaciones científicas recientes de alta calidad revisadas por
pares aumentó gradualmente con la evolución de la pandemia. Las organizaciones
intergubernamentales que coordinan la acción global lideraron esta tendencia,
con un 40% de sus documentos políticos citando la ciencia. Los gobiernos
nacionales mostraron mayor variación. Países como Alemania dan más importancia
a la ciencia. Cerca del 10% de los documentos gubernamentales de América Latina
citaban la ciencia, una tasa comparable a la media mundial. Por consiguiente,
los adelantos científicos son escuchados, aunque en distintos grados. Como
resultado, los planteamientos de política pública nacionales y las
tasas de mortalidad han variado de manera significativa.
¿Cómo pueden colaborar mejor los científicos y los
formuladores de políticas públicas para generar soluciones políticas basadas en
evidencia que se incorporen más fácilmente a la política nacional?
Mejorar la colaboración entre la ciencia y la política
es un esfuerzo bidireccional. Desde el punto de vista científico, la
investigación debe generar soluciones más aplicables en la práctica y más
fáciles de implementar. Durante 2020, la facultad de política
sanitaria de la Universidad de Columbia desarrollo un sistema de
clasificación para evaluar la evidencia científica en las
decisiones de política pública. Las calificaciones van
desde “teórica” (nivel más bajo) hasta “de impacto” (nivel
más alto). Esta última calificación se asigna a la investigación que ha sido
probada, replicada y validada, por lo que está lista para aplicarse en el mundo
real.
Las decisiones de política
pública implican consideraciones, por ejemplo, “salud frente a
riqueza” en la lucha contra la pandemia. Resulta difícil cuantificar
estas disyuntivas. A menudo requiere una investigación interdisciplinaria,
que no es tan común como debería ser. Por su parte, los formuladores de
políticas públicas pueden beneficiarse del asesoramiento científico, pero por
diferentes motivos no siempre toman medias al respecto. Una de ellas son las
consideraciones políticas. En un reciente estudio,
investigadores de la Universidad de Nueva York analizaron los datos de 65
países y descubrieron que los gobernantes que se enfrentaban a la reelección
durante la pandemia adoptaron medidas de contención menos restrictivas, en
particular aquellas que tenían repercusiones económicas negativas, como los
confinamientos. Otra consideración es que muchos países, especialmente los más
pobres, simplemente carecen de la capacidad para hacer cumplir las medidas de
salud pública como el uso de tapabocas y el distanciamiento social. Se trata de
restricciones difíciles a la política pública que no pueden
superarse fácilmente sin instituciones fuertes, un liderazgo eficaz y la
capacidad del Estado.
Cumplimiento y actitudes de los ciudadanos
No debe pasar desapercibido que el éxito de muchas políticas
relacionadas con la pandemia también depende de que el público cumpla las
directrices emitidas por el gobierno. El Departamento de investigación del BID
desarrolló intervenciones informativas y del comportamiento para
aumentar la importancia de las recomendaciones de salud y facilitar
su adopción generalizada. Pero el cumplimiento por parte de la población
depende, en última instancia, de la confianza de los ciudadanos en estas
recomendaciones. En algunos países, el público fue testigo de las fricciones
abiertas entre los expertos en materia de salud y los responsables políticos.
Los mensajes contradictorios en las redes sociales también han contribuido a la
confusión o a la desinformación. Un reciente estudio sobre
nueve países, realizado por investigadores de la Universidad de Pensilvania
descubrió que, en casi todas partes, el nivel de confianza del público en la
ciencia era al menos tan alto como el nivel de confianza en el gobierno.
Algunas de las diferencias más grandes entre la confianza en la ciencia y la
confianza en el gobierno se dieron en Colombia y México, mientras que algunas
de las más pequeñas se dieron en Alemania y Corea del Sur, donde la política y
la ciencia estaban más alineadas.
Lo ideal sería que la ciencia y el
gobierno lograran trabajar conjuntamente en armonía buscando mejorar
las políticas públicas. Y, en consecuencia, los ciudadanos deberían considerar
ambos ámbitos como complementarios, y no como antagónicos. La ciencia ha
respondido muy bien a la actual pandemia, pero podría hacer sus contribuciones
más directamente relevantes para la política pública. Los formuladores de
políticas públicas han prestado mucha atención a la ciencia, pero no siempre
han seguido sus recomendaciones. Por último, tanto los científicos como los
formuladores de políticas públicas podrían coordinar mejor sus comunicaciones
públicas para infundir confianza pública en las políticas adoptadas.
Esto serviría para mejorar el cumplimiento voluntario y lograr
que las políticas surtan el efecto previsto.
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públicas
Razvan Vlaicu
Razvan Vlaicu es Economista de investigación senior en el
Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo. Obtuvo su
doctorado en economía por la Northwestern University en 2006. Anteriormente
enseñó economía en la Universidad de Maryland, y ocupó puestos de corta
duración en el Kellog School of Management y el Banco Mundial. Sus intereses en
la investigación se centran en la microeconomía aplicada, la economía política
y la economía pública. Sus investigaciones se han divulgado en publicaciones
académicas, entre las cuales Review of Economic Studies, American Political
Science Review y Journal of Public Economics.
TOMADO DE ENVIO DEL BID
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