PRIVILEGIOS, IMPUNIDAD Y DOBLE MORAL
El poder es tener impunidad”. Impactante y brutal, la
definición la dio a Clarín, en marzo de 1997, el polémico empresario Alfredo
Yabrán, sospechado de estar detrás del asesinato del reportero gráfico José
Luis Cabezas. Aquella concepción que enarbolaba parece anidar en muchos
personajes de nuestro presente político. Sin ir más lejos, ahí están las
declaraciones del inefable procurador del Tesoro de la Nación, Carlos Zannini,
justificando su escandalosa vacunación vip, en un país donde lo que faltan son,
precisamente, las vacunas. No contento con haber recibido sus dosis, al igual
que su esposa, bajo la falsa categoría de “personal de salud”, siendo que es
abogado, y en febrero pasado, muchísimo antes de lo que por edad le hubiera
correspondido, el funcionario de 66 años, cercanísimo a Cristina Kirchner
volvió a menear el asunto la semana pasada. Desafiante, declaró que de lo único
que se arrepentía era de no haberse sacado la foto inmortalizando el momento. Y
redobló la apuesta con su colega de vacunatorio fuera de las normas, el
periodista ultra K Horacio Verbitsky, a quien, según contó, le dijo: “Estás
equivocado, no tenés que actuar con culpa, porque vos tenés derecho a eso
porque sos una personalidad que necesita ser protegida por la sociedad”. Aunque
no haría falta agregar más nada, se podría recordar cuánto personal de salud
real quedaba entonces por vacunar. Además de preguntarse por qué, si nada
estaba fuera de la ley, fue eyectado de su cargo el ministro de Salud, Ginés
González García, responsable de las vacunaciones en cuestión. O cuántas
personalidades a proteger había entre los jóvenes militantes de La Cámpora
beneficiados con las vacunas. Ante la avalancha de críticas que merecieron sus
palabras, Zannini ensayó un “pedido de disculpas”. Pero, no aclares que
oscurece, terminó justificando el hecho una vez más.
Por esos mismos días de la declaración de Zannini otro
funcionario, el viceministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Nicolás
Kreplak, arremetió contra el expresidente Mauricio Macri y su vacunación en
Miami. “Macri tiene muchísimos privilegios, y claramente no tiene descaro en
mostrarlos”. Lo que complementó su colega Carlos Bianco, jefe de Gabinete de
Axel Kicillof: “Como hacen los poderosos, con la prepotencia de su poder y la
prepotencia de su riqueza, pueden tener privilegios que en general la población
no puede tener”, para rematar con un “ellos inoculan odio y nosotros vacunas,
que es inocular amor”.
Si el trasfondo no fuera un drama, se podría hablar de un
sainete. O, de acuerdo con el refrán, de la capacidad de ver la paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio. Tal vez sólo se trate de aquella definición de
Yabrán. O de aquella otra, del General, “al amigo todo, al enemigo ni
justicia”. O una más de las interpretaciones del famoso “Vamos por todo”
cristinista. Y del no menos conspicuo “ellos” y “nosotros”, levantando muros y
ensanchando grietas.
O buscando impunidad en lugar de Justicia, deseo corporizado
en la ansiada reforma del Ministerio Público Fiscal y el descabezamiento del
procurador interino Eduardo Casal. La ley y los fallos se acatan cuando
convienen. De lo contrario, se archivan, como el de la Corte Suprema ordenando
restituir en su puesto al Procurador General de Santa Cruz, Eduardo Sosa,
separado del cargo por el entonces gobernador de la provincia, Néstor Kirchner.
Tal vez no sea más que una exhibición flagrante del doble
estándar con que desde el oficialismo se miden las cosas. La brutal represión y
avasallamiento de derechos humanos en Venezuela, con una feroz persecución a la
prensa independiente, o lo que queda en pie de ella, por parte del régimen
chavista, no merece condena, mientras se pide al gobierno de Colombia que “cese
la violencia institucional” y resguarde los derechos humanos. O se reclama a
Israel por el “uso desproporcionado de la fuerza” contra los palestinos
mientras se evita la condena al terrorismo de Hamas.
“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es
hora de comenzar a decir la verdad”, pregonaba Bertolt Brecht.
Tomado de el litoral de ctesar (opinión)
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