POR Patricia Itatim
Cuando en Argentina se inventó la máquina de hacer lluvia
Juan Baigorri Velar había nacido en Entre Ríos, en 1892,
cursó estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego, en Italia, se
recibió de ingeniero geofísico en la Universidad de Milán. Gracias a sus
empleos en empresas petroleras, tuvo la oportunidad de conocer varios países.
Estudiaba alternativas para la detección de determinados minerales y de cursos
de agua subterráneos, para lo cual ideaba distintos aparatos.
Era 1926 cuando trabajaba en Bolivia, posiblemente en forma accidental, comprobó cómo, con una máquina de su invención, había hecho llover.
Por su trayectoria y conocimientos, el general Mosconi, al
frente de YPF, se interesó por los estudios de Baigorri. Luego de vivir un
tiempo en el barrio de Caballito, se radicó en Villa Luro, en una casa ubicada en
Araujo y Falcón, junto a su esposa y su pequeño hijo. La elección no fue
fortuita: provisto de un altímetro recorrió la ciudad de este a oeste a través
de la avenida Rivadavia y comprobó que Villa Luro registraba los terrenos más
elevados de la ciudad.
Su invento comprendía una caja de dimensiones similares a la
de un televisor de 20 pulgadas, que contenía una batería, cinco metales
radioactivos y diversas sustancias químicas. Poseía dos circuitos: uno para
provocar tornados y ciclones, y otro para lluvias intermitentes, "que solo
yo puedo manejar", advertía el ingeniero. Coronaban el aparato dos antenas
que representaban los polos positivo y negativo. Ellas eran las encargadas de
enviar al cielo las emisiones electromagnéticas que provocaban la lluvia.
Lluvia en Santiago del Estero
Como todo emprendimiento que precisa un desarrollo, Baigorri
buscó apoyo. Se reunió con Ronald McRae, gerente del Ferrocarril Central
Argentino, quien lo desafió: "Haga llover en Santiago del Estero". El
22 de diciembre de 1937 viajó a Estación Pinto, localidad del sur santiagüeño,
a 245 km de la capital, donde hacía tres años que no caía una gota. Supervisado
por Hugo Miatello, funcionario del ferrocarril, efectivamente hizo llover.
Redobló la apuesta al aumentar la potencia del aparato,
provocando un temporal en la capital provincial, donde habían perdido la cuenta
de cuándo había sido la última lluvia. A su regreso a Buenos Aires, fue llevado
en andas en la Estación Retiro y de ahí a las oficinas del Ferrocarril Central
Argentino.
La repercusión mediática no tardó en llegar, en especial los
diarios Crítica y Noticias Gráficas que lo habían bautizado como "el mago
de Villa Luro" o "Baigorrita", y solían titular en primera
plana: "Como lo pronosticó Baigorri, hoy llovió".
La refutación a Velar provino de parte del ingeniero Alfredo
Galmarini, director del Servicio Meteorológico Nacional, quien explicaba que
todo era obra de la casualidad. Baigorri, apoyado por Crítica, de Natalio
Botana, anunció un arriesgado desafío: para el 2 o 3 de enero de 1939 haría
llover. Y le envió a Galmarini un paraguas de regalo. Hasta los niños cantaban:
"Que llueva, que llueva; Baigorri está en la cueva, enchufa el aparato y
llueve a cada rato".
La Dirección de Meteorología se cubrió y para esos días pronosticó
"nubosidad variable, con probabilidad de chaparrones y tormentas
eléctricas aisladas".
La gente se involucró. Iban a la puerta de la casa de
Baigorri a pedirle que no lloviese el 31 de diciembre a la noche para poder
despedir el año sin lluvia. Ese día nada pasó, lo mismo que el 1º de año. Si
bien el 2 amaneció despejado, el 3 a la madrugada comenzó a lloviznar, para
luego dar paso a una fuerte precipitación con vientos huracanados
Al mes siguiente, hizo llover en Carhué, donde una sequía
había vaciado la laguna de Epecuén. Era tan popular que los chicos, en época
del carnaval, se disfrazaban de él, con una mochila sobre sus espaldas y un
paraguas.
Lamentablemente, cuando entró la política fue el inicio del
fin de la historia. En 1951 Baigorri Velar fue nombrado asesor ad honorem del
Ministerio de Asuntos Técnicos para asistir en lugares del país donde se
necesitaba el agua. En enero de 1952 hizo llover en Caucete y a fin de ese año
en Córdoba provocó una lluvia de 81 mm que dejó al dique San Roque con un nivel
superior a los 35 metros, entre otros tantos lugares.
En entrevistas brindadas tiempo después, recordaba haber
generado en La Pampa una lluvia de 2160 milímetros. Pero en 1953 el gobierno le
suspendió el apoyo porque Baigorri, cuando solicitó un reconocimiento monetario
por los resultados positivos mostrados, no habría querido revelar las
características técnicas de su invento. Hasta de Estados Unidos pretendieron
comprárselo.
Recluido en su casa, destruyó los planos de su máquina, de
la que se supone que había fabricado dos. Lo que pasó con ellas es un misterio.
Falleció el 24 de marzo de 1972, un día después de conmemorarse el Día Mundial
de la Meteorología. Cuando fue enterrado en el cementerio de Flores, por
supuesto, llovió.
TOMADO DE FACE DE ARGENTINA DE ANTAÑO
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