Por Leonardo Moledo
–¿Qué es esto de la planificación y la prospectiva energética?
–Es un proceso integral en el que se evalúan las distintas tecnologías de generación eléctrica, para estudiar alternativas de suministro de energía en forma segura, continua y en cantidad suficiente para todo el país. Analizamos todas las etapas de la cadena energética, desde los recursos hasta los diversos niveles de la demanda. Esta evaluación es importante para tener un panorama de hacia dónde debería ir el país, para planificar las obras de largo plazo que hagan falta para satisfacer la demanda eléctrica, con un horizonte de 25 años.
–En el largo plazo, ¿se sigue pensando en la generación térmica, hidroeléctrica y nuclear?
–Sí, son las principales y también se contempla la participación de las energías renovables.
–A ver, empecemos por ahí. ¿Qué pasa con las renovables? ¿Sirven la energía solar y la eólica?
–Todas las energías son necesarias. Depende de varios factores, entre ellos, la evaluación de costos. Hace unos años la discusión era energía nuclear versus energía eólica, hoy eso está totalmente superado. Por ejemplo, en lugares aislados, donde el consumo es disperso, de pequeña escala y no se justifica un tendido de redes de alta tensión, en condiciones propicias, tecnologías como la solar o la eólica pueden ser aprovechadas. La generación eólica es intermitente. Sirve en la medida en que el viento tenga una velocidad dentro de un margen adecuado. Si es mayor, puede romper los álabes; si es menor, el molino no gira. La solar también es intermitente, aun así tiene grandes posibilidades de desarrollo en el norte, por ejemplo, para calefaccionar o proveer de electricidad a escuelas y zonas rurales aisladas. El problema, en el caso de emplearse estas tecnologías para generación a gran escala, es que la electricidad generada depende del factor climático y al no poder acumularla, es fundamental tener un “back up”, una opción de respaldo, por ejemplo térmica o hidráulica. Por otra parte, en la Argentina sus costos todavía son elevados.
–Y para los grandes conglomerados, la energía térmica e hidráulica son las más utilizadas.
–Sí, a grandes rasgos, a nivel mundial casi el 70 por ciento de la producción de electricidad es térmica, a base de carbón, gas o fuel oil; un 17 por ciento es hidráulica; un 15 por ciento nuclear y sólo un 1 por ciento renovable. China, Estados Unidos, el Reino Unido y México son países con mayoría de centrales térmicas muy contaminantes. Pero actualmente en el mundo, lo que se observa es un fuerte incremento de la opción nuclear, en base a decisiones estratégicas relacionadas con el cambio climático. También piense que hay países necesitados de energía que no tienen recursos fósiles.
–A ver... ¿En el mundo cuál es el panorama nuclear actual?
–En el mundo funcionan 435 centrales nucleares, que generan en promedio ese 15 por ciento. En la Unión Europea el 35 por ciento de la energía es de origen nuclear. En Latinoamérica el panorama es distinto, sólo el 2,5 por ciento es nuclear. Unicamente Argentina, Brasil y México tienen nucleoelectricidad. Pero lo llamativo es que en este momento se están construyendo 53 nuevas centrales en todo el mundo, algo impensable hasta hace unos años.
–Pero, ¿qué cambió? Porque hasta hace unos años la opción nuclear estaba prácticamente abandonada.
–Sí, el panorama era declinante, pero cambió el contexto internacional en varios aspectos, sobre todo la necesidad de seguridad en el suministro y la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles, que afectan fuertemente al mercado energético. Por ejemplo, con el huracán Katrina el precio del gas duplicó su valor, llegando a unos 14 dólares por millón de BTU. Otro ejemplo claro es el caso italiano. En Italia tenían cuatro centrales nucleares, hace varios años hicieron un plebiscito y las cerraron. Y pasaron a comprarle la electricidad a Francia que, paradójicamente, tiene 59 centrales nucleares operando y más del 80 por ciento de su energía eléctrica de origen nuclear. Hoy, esa opinión pública que era desfavorable, cambió totalmente y quiere retomar el camino nuclear. Los italianos están nuevamente en todos los foros nucleares internacionales y este año enviarán a sus investigadores a capacitarse al Instituto Balseiro de Bariloche. También nuestros vecinos Uruguay y Chile están dando sus primeros pasos en la evaluación de la nucleoelectricidad.
–¿Es decir que dentro de poco tiempo, germinarán centrales nucleares en todo el mundo?
–No es tan sencillo. La construcción de centrales nucleares requiere planes de mediano y largo plazo. Pero la principal dificultad la tienen los países que quieren comenzar con la generación nuclear y no tienen experiencia. Para desarrollar un sector nuclear deben empezar a formar especialistas y esto lleva mucho tiempo.
–No es el caso de la Argentina, que lleva 60 años de trayectoria nuclear e incluso ha exportado...
–Claro, la Argentina es un país pionero, es uno de los fundadores del OIEA. Nosotros dominamos el ciclo completo del combustible y podemos comenzar a pensar en los desafíos de avanzada, como los reactores de tercera y cuarta generación, más eficientes y con importantes innovaciones en el aspecto de seguridad.
–¿Qué más me puede decir del sector nuclear en la Argentina?
–Está reactivado, se está terminando la demorada obra de Atucha II, se está desarrollando el prototipo Carem, que será el primer reactor de diseño argentino, se va a extender la vida útil de la central de Embalse por 25 años más y se está avanzando en una cuarta central de 1500 MW.
–¿Y podrían llegar a instalarse nuevas centrales en otros puntos del país?
–Sí, hay varios lugares potenciales. En los ’70 se hizo una evaluación y se estudiaron varios sitios para instalar cuatro centrales. Ahora un lugar analizado es la provincia de Formosa, donde se decidió instalar un reactor Carem de potencia.
–Volviendo a la planificación, ¿qué debería hacer el país para asegurarse la provisión de energía eléctrica?
–Tenemos que reemplazar paulatinamente el uso de los combustibles fósiles en generación eléctrica y diversificar la matriz con una mayor penetración de energía hidráulica, nuclear y renovable, porque tenemos todavía una fuerte dependencia con el gas natural, resultado de la década del ’90. En ese momento, se pensaba un país con una mayor participación de la generación térmica a base de gas, porque el gas era barato y abundante. Y si bien es un combustible más limpio y produce menos emisiones que los combustibles líquidos o el carbón, hubo un sobreuso del recurso. En pocas palabras, los estudios de planificación descartaron a las fuentes renovables y a la energía nuclear.
–Está bien, pero también influyó el accidente de Chernobyl, que enfrió la actividad nuclear y generó un temor tremendo en todo el mundo.
–Sí, desde ya que impactó y produjo una discontinuidad en el desarrollo nuclear. Sin embargo, previo a Chernobyl la desregulación del mercado eléctrico a nivel mundial desmotivó la inversión privada para la construcción de nuevas centrales nucleares. Además, la baja del precio del uranio contribuyó a discontinuar la exploración, llevando en nuestro país a suspender la explotación de sus yacimientos, dado que era más barato importarlo que producirlo localmente.
–Además, durante los años ’90 se avanzó fuertemente en desmantelar la CNEA y paralizar la actividad nuclear. En aquellos años, ¿qué decían sus estudios de prospectiva?
–Por entonces, en los escenarios se preveía que un bien escaso como el petróleo podía subir de precio. A contracorriente de todo, los estudios del ingeniero Francisco Carlos Rey y su equipo indicaban que en el largo plazo la opción nuclear iba a volver a ser competitiva. En los ’90, se planteaban escenarios en los cuales se estimaba que el barril de petróleo estaría a 40 dólares para el año 2020, siendo así competitiva la energía nuclear. Pero fíjese, la realidad nos pasó por encima mucho antes: el barril superó los 100 dólares. Esta visión permitió mantener activos los grupos de investigación y desarrollo de CNEA.
–¿Y cuál es el papel que tiene el sector nuclear a futuro?
–Mientras avanza la terminación de Atucha II, ya hace falta una cuarta, una quinta y una sexta central, porque nuestro país necesita diversificar la matriz eléctrica. Cuando hay poca agua en los ríos, tenemos que quemar más combustible fósil. En algunas centrales térmicas, por escasez se reemplaza el gas natural por gas oil o fuel oil, que son mucho más caros. Por eso hace falta establecer un plan nuclear como política de Estado.
–¿Qué características tendrían esas centrales?
–Lo más aconsejable sería que la cuarta central fuera de uranio natural y agua pesada, que es como se viene trabajando hace décadas, e iniciar la línea de uranio enriquecido y agua liviana para las siguientes. Argentina produce agua pesada en la planta de Arroyito. Actualmente la planta tiene capacidad ociosa y se podría hacer economía de escala, ya que a medida que aumenta la producción los costos se van reduciendo. Además, fabrica los elementos combustibles en Conuar, los tubos de aleaciones especiales en Faesa y la producción del dióxido de uranio en Dioxitek. Para incorporar la tecnología de uranio enriquecido necesitaríamos más tiempo y, por la demanda prevista, no hay que retrasar el inicio de la cuarta central.
–¿Algo más que quiera decir?
–Una particularidad que no mucha gente sabe es que la máquina más grande del parque de generación eléctrico argentino es nuclear, la Central Embalse, de 648 MW. Y cuando esté operativa, la de mayor potencia del sistema será Atucha II, con 745 MW. Somos y seguiremos siendo un país nuclear.
Informe: Ignacio Jawtuschenko.
–Usted es Norberto Coppari.
–Sí, soy ingeniero químico y tengo un posgrado en reactores nucleares. Trabajo en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), a la que ingresé en 1974 y me dedico a la prospectiva energética y a la planificación estratégica en el ámbito nuclear.–¿Qué es esto de la planificación y la prospectiva energética?
–Es un proceso integral en el que se evalúan las distintas tecnologías de generación eléctrica, para estudiar alternativas de suministro de energía en forma segura, continua y en cantidad suficiente para todo el país. Analizamos todas las etapas de la cadena energética, desde los recursos hasta los diversos niveles de la demanda. Esta evaluación es importante para tener un panorama de hacia dónde debería ir el país, para planificar las obras de largo plazo que hagan falta para satisfacer la demanda eléctrica, con un horizonte de 25 años.
–En el largo plazo, ¿se sigue pensando en la generación térmica, hidroeléctrica y nuclear?
–Sí, son las principales y también se contempla la participación de las energías renovables.
–A ver, empecemos por ahí. ¿Qué pasa con las renovables? ¿Sirven la energía solar y la eólica?
–Todas las energías son necesarias. Depende de varios factores, entre ellos, la evaluación de costos. Hace unos años la discusión era energía nuclear versus energía eólica, hoy eso está totalmente superado. Por ejemplo, en lugares aislados, donde el consumo es disperso, de pequeña escala y no se justifica un tendido de redes de alta tensión, en condiciones propicias, tecnologías como la solar o la eólica pueden ser aprovechadas. La generación eólica es intermitente. Sirve en la medida en que el viento tenga una velocidad dentro de un margen adecuado. Si es mayor, puede romper los álabes; si es menor, el molino no gira. La solar también es intermitente, aun así tiene grandes posibilidades de desarrollo en el norte, por ejemplo, para calefaccionar o proveer de electricidad a escuelas y zonas rurales aisladas. El problema, en el caso de emplearse estas tecnologías para generación a gran escala, es que la electricidad generada depende del factor climático y al no poder acumularla, es fundamental tener un “back up”, una opción de respaldo, por ejemplo térmica o hidráulica. Por otra parte, en la Argentina sus costos todavía son elevados.
–Y para los grandes conglomerados, la energía térmica e hidráulica son las más utilizadas.
–Sí, a grandes rasgos, a nivel mundial casi el 70 por ciento de la producción de electricidad es térmica, a base de carbón, gas o fuel oil; un 17 por ciento es hidráulica; un 15 por ciento nuclear y sólo un 1 por ciento renovable. China, Estados Unidos, el Reino Unido y México son países con mayoría de centrales térmicas muy contaminantes. Pero actualmente en el mundo, lo que se observa es un fuerte incremento de la opción nuclear, en base a decisiones estratégicas relacionadas con el cambio climático. También piense que hay países necesitados de energía que no tienen recursos fósiles.
–A ver... ¿En el mundo cuál es el panorama nuclear actual?
–En el mundo funcionan 435 centrales nucleares, que generan en promedio ese 15 por ciento. En la Unión Europea el 35 por ciento de la energía es de origen nuclear. En Latinoamérica el panorama es distinto, sólo el 2,5 por ciento es nuclear. Unicamente Argentina, Brasil y México tienen nucleoelectricidad. Pero lo llamativo es que en este momento se están construyendo 53 nuevas centrales en todo el mundo, algo impensable hasta hace unos años.
–Pero, ¿qué cambió? Porque hasta hace unos años la opción nuclear estaba prácticamente abandonada.
–Sí, el panorama era declinante, pero cambió el contexto internacional en varios aspectos, sobre todo la necesidad de seguridad en el suministro y la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles, que afectan fuertemente al mercado energético. Por ejemplo, con el huracán Katrina el precio del gas duplicó su valor, llegando a unos 14 dólares por millón de BTU. Otro ejemplo claro es el caso italiano. En Italia tenían cuatro centrales nucleares, hace varios años hicieron un plebiscito y las cerraron. Y pasaron a comprarle la electricidad a Francia que, paradójicamente, tiene 59 centrales nucleares operando y más del 80 por ciento de su energía eléctrica de origen nuclear. Hoy, esa opinión pública que era desfavorable, cambió totalmente y quiere retomar el camino nuclear. Los italianos están nuevamente en todos los foros nucleares internacionales y este año enviarán a sus investigadores a capacitarse al Instituto Balseiro de Bariloche. También nuestros vecinos Uruguay y Chile están dando sus primeros pasos en la evaluación de la nucleoelectricidad.
–¿Es decir que dentro de poco tiempo, germinarán centrales nucleares en todo el mundo?
–No es tan sencillo. La construcción de centrales nucleares requiere planes de mediano y largo plazo. Pero la principal dificultad la tienen los países que quieren comenzar con la generación nuclear y no tienen experiencia. Para desarrollar un sector nuclear deben empezar a formar especialistas y esto lleva mucho tiempo.
–No es el caso de la Argentina, que lleva 60 años de trayectoria nuclear e incluso ha exportado...
–Claro, la Argentina es un país pionero, es uno de los fundadores del OIEA. Nosotros dominamos el ciclo completo del combustible y podemos comenzar a pensar en los desafíos de avanzada, como los reactores de tercera y cuarta generación, más eficientes y con importantes innovaciones en el aspecto de seguridad.
–¿Qué más me puede decir del sector nuclear en la Argentina?
–Está reactivado, se está terminando la demorada obra de Atucha II, se está desarrollando el prototipo Carem, que será el primer reactor de diseño argentino, se va a extender la vida útil de la central de Embalse por 25 años más y se está avanzando en una cuarta central de 1500 MW.
–¿Y podrían llegar a instalarse nuevas centrales en otros puntos del país?
–Sí, hay varios lugares potenciales. En los ’70 se hizo una evaluación y se estudiaron varios sitios para instalar cuatro centrales. Ahora un lugar analizado es la provincia de Formosa, donde se decidió instalar un reactor Carem de potencia.
–Volviendo a la planificación, ¿qué debería hacer el país para asegurarse la provisión de energía eléctrica?
–Tenemos que reemplazar paulatinamente el uso de los combustibles fósiles en generación eléctrica y diversificar la matriz con una mayor penetración de energía hidráulica, nuclear y renovable, porque tenemos todavía una fuerte dependencia con el gas natural, resultado de la década del ’90. En ese momento, se pensaba un país con una mayor participación de la generación térmica a base de gas, porque el gas era barato y abundante. Y si bien es un combustible más limpio y produce menos emisiones que los combustibles líquidos o el carbón, hubo un sobreuso del recurso. En pocas palabras, los estudios de planificación descartaron a las fuentes renovables y a la energía nuclear.
–Está bien, pero también influyó el accidente de Chernobyl, que enfrió la actividad nuclear y generó un temor tremendo en todo el mundo.
–Sí, desde ya que impactó y produjo una discontinuidad en el desarrollo nuclear. Sin embargo, previo a Chernobyl la desregulación del mercado eléctrico a nivel mundial desmotivó la inversión privada para la construcción de nuevas centrales nucleares. Además, la baja del precio del uranio contribuyó a discontinuar la exploración, llevando en nuestro país a suspender la explotación de sus yacimientos, dado que era más barato importarlo que producirlo localmente.
–Además, durante los años ’90 se avanzó fuertemente en desmantelar la CNEA y paralizar la actividad nuclear. En aquellos años, ¿qué decían sus estudios de prospectiva?
–Por entonces, en los escenarios se preveía que un bien escaso como el petróleo podía subir de precio. A contracorriente de todo, los estudios del ingeniero Francisco Carlos Rey y su equipo indicaban que en el largo plazo la opción nuclear iba a volver a ser competitiva. En los ’90, se planteaban escenarios en los cuales se estimaba que el barril de petróleo estaría a 40 dólares para el año 2020, siendo así competitiva la energía nuclear. Pero fíjese, la realidad nos pasó por encima mucho antes: el barril superó los 100 dólares. Esta visión permitió mantener activos los grupos de investigación y desarrollo de CNEA.
–¿Y cuál es el papel que tiene el sector nuclear a futuro?
–Mientras avanza la terminación de Atucha II, ya hace falta una cuarta, una quinta y una sexta central, porque nuestro país necesita diversificar la matriz eléctrica. Cuando hay poca agua en los ríos, tenemos que quemar más combustible fósil. En algunas centrales térmicas, por escasez se reemplaza el gas natural por gas oil o fuel oil, que son mucho más caros. Por eso hace falta establecer un plan nuclear como política de Estado.
–¿Qué características tendrían esas centrales?
–Lo más aconsejable sería que la cuarta central fuera de uranio natural y agua pesada, que es como se viene trabajando hace décadas, e iniciar la línea de uranio enriquecido y agua liviana para las siguientes. Argentina produce agua pesada en la planta de Arroyito. Actualmente la planta tiene capacidad ociosa y se podría hacer economía de escala, ya que a medida que aumenta la producción los costos se van reduciendo. Además, fabrica los elementos combustibles en Conuar, los tubos de aleaciones especiales en Faesa y la producción del dióxido de uranio en Dioxitek. Para incorporar la tecnología de uranio enriquecido necesitaríamos más tiempo y, por la demanda prevista, no hay que retrasar el inicio de la cuarta central.
–¿Algo más que quiera decir?
–Una particularidad que no mucha gente sabe es que la máquina más grande del parque de generación eléctrico argentino es nuclear, la Central Embalse, de 648 MW. Y cuando esté operativa, la de mayor potencia del sistema será Atucha II, con 745 MW. Somos y seguiremos siendo un país nuclear.
Informe: Ignacio Jawtuschenko.
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