domingo, 15 de junio de 2014

HAMBRE EN EL MUNDO - DESAFÍO DEL G77 + CHINA


 Hambre en el mundo, inseguridad alimentaria
NUTRICIÓN | MILLONES DE PERSONAS PASAN HAMBRE PESE A QUE EL MUNDO TIENE LA POSIBILIDAD DE ALIMENTARLAS. LAS POLÍTICAS A FAVOR DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA SON DISPAREJAS.
La reunión del G77+China ha convocado a representantes de varios países considerados, paradójicamente, entre los más ricos y los más pobres del mundo. Es así como al lado de las potencias petroleras árabes, estuvieron sentados los portavoces de naciones que viven o han vivido la hambruna en sus poblaciones. Dentro de las conclusiones de esta reunión se tuvieron metas referidas a la seguridad alimentaria, pero más allá del papel lo cierto es que 842 millones de personas en el mundo pasan hambre. Niños que se despiertan y se duermen con hambre. Madres que tratan de alimentar a sus familias en tierras áridas y difíciles. Familias enteras que no encuentran alimentos o no pueden pagarlos y que replican la desnutrición y subnutrición en un ciclo mortal (ver recuadro 1).  El alza de los precios de los alimentos en el mercado internacional es una de las principales causas para que el número de personas con hambre no se reduzca,  pero los motivos que provocan el hambre son numerosos y complejos: políticas comerciales injustas, pobreza, falta de acceso a agua potable, situación de discriminación de la mujer, desastres naturales, violencia y conflictos armados, o pandemias, son algunas de ellas.  El panorama no mejora para nada con la incidencia del cambio climático. Hoy en día, una de cada seis personas en el mundo no consigue suficientes alimentos para llevar una vida saludable y productiva, lo que convierte al hambre y a la desnutrición en el principal riesgo a la salud mundial –superando al SIDA, la malaria y la tuberculosis combinadas.
En el año 2000, 189 países ratificaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de las Naciones Unidas. El primero de estos objetivos (ODM 1) pretende reducir a la mitad, para el año 2015, el número de personas que pasan hambre. Sin embargo, el hambre y la desnutrición infantil siguen figurando entre los desafíos más urgentes que la comunidad internacional aún debe afrontar. ¿Qué hacer para llenar esos platos vacíos?
LAS CAUSAS DEL HAMBRE
En los últimos 20 años, las fluctuaciones de los precios de los alimentos se han convertido en una clave desencadenante del hambre. Muchas de las grandes crisis alimentarias de África Subsahariana se han producido en el contexto de mercados bien abastecidos donde los más pobres no tenían con qué pagar los altos precios que alcanzan los alimentos en el período de escasez, entre cosechas.
La pobreza por sí sola no puede explicar el hambre, pero afecta al acceso a los alimentos de las poblaciones más vulnerables. La mayoría de los 1.020 millones de personas amenazadas por el hambre vive en una situación de pobreza extrema, es decir, con menos de un dólar al día: con esto no pueden acceder a los alimentos disponibles en el mercado ni a recursos productivos como tierra y agua. La pobreza alimenta al hambre pero, también a la inversa, la desnutrición merma el desarrollo físico e intelectual de hombres, mujeres, niños y niñas y con ello su capacidad productiva.
Disponer de agua segura suficiente, asequible y accesible es un requisito imprescindible para satisfacer el derecho a la alimentación: tanto para el consumo como para la producción de alimentos. Asimismo, la falta de saneamiento adecuado es origen de enfermedades que afectan a la productividad de las familias y representan un coste adicional para sus ya debilitadas economías. Sin embargo, una de cada cuatro personas en todo el mundo (1.400 millones) no disponen de acceso a agua potable y una de cada tres (2.600 millones) no tiene acceso a un saneamiento adecuado.
Las mujeres son responsables de la mitad de la producción de alimentos a nivel mundial. Son las principales productoras de los cultivos básicos que suponen hasta el 90% del sustento de la población rural en los países pobres y desempeñan un papel crucial en garantizar una alimentación adecuada en cantidad y calidad para toda la familia. Sin embargo, en muchas partes del planeta existen numerosas barreras culturales, sociales y jurídicas que impiden a las mujeres el acceso a los medios de producción y las excluyen de la toma de decisiones, perjudicando su propio desarrollo y el de la sociedad. 
El 95% de las víctimas de desastres vive en países en desarrollo. Aunque su exposición a terremotos, huracanes o volcanes no sea mayor que en otros lugares, no han desarrollado mecanismos para prevenirlos, mitigarlos o proteger a sus poblaciones. Los efectos de los desastres en estos países suelen ser, por tanto, devastadores y agudizan el impacto de estos fenómenos sobre el acceso a los alimentos de estas poblaciones. Por otro lado, una de las principales consecuencias del cambio climático es una mayor frecuencia de desastres naturales, como sequías o inundaciones, que afectan negativamente a la producción de alimentos, en especial a la agricultura de subsistencia. La violencia es uno de los principales desencadenantes del hambre en su fase aguda. La ruptura de los sistemas de producción y de distribución de alimentos, como consecuencia de un conflicto, es la primera causa de desabastecimiento. Además, el hambre se ha convertido en un objetivo militar, un arma para silenciar a las poblaciones. Indicadores del Banco Mundial muestran que los países que han sufrido un deterioro de su situación nutricional en los últimos años han vivido a su vez un conflicto o una violenta crisis social.
Los mapas del SIDA y del hambre en el mundo se superponen. El SIDA provoca más hambre y el hambre incrementa el riesgo de exposición a la enfermedad. El SIDA reduce la capacidad de producción de las familias, cuando alguno de sus miembros enferma. Al mismo tiempo que las necesidades de alimentos se incrementan. El niño o niña seropositivo está, a su vez, más expuesto a padecer desnutrición, ya que su cuerpo está debilitado y no puede combatir ambas enfermedades. Además, los tratamientos antirretrovirales no funcionan bien en niños desnutridos, por lo que su esperanza de vida se ve reducida cuando no tienen una dieta adecuada. Junto al VIH/SIDA, el cólera, la meningitis, y la fiebre amarilla, que afectan a millones de personas en todo el mundo, son también causa de la pobreza, el hambre y la desnutrición.
CAMBIO CLIMÁTICO Y SEGURIDAD ALIMENTARIA
Es un hecho que el cambio climático empeorará las condiciones de vida de agricultores, pescadores y de quienes viven de los bosques, poblaciones ya de por sí vulnerables y en condiciones de inseguridad alimentaria. Aumentarán el hambre y la malnutrición. Las comunidades rurales, especialmente las que viven en ambientes frágiles, se enfrentan a un riesgo inmediato y creciente de pérdida de las cosechas y del ganado, así como a la reducida disponibilidad de productos marinos, forestales y provenientes de la acuicultura. Los episodios climáticos extremos cada vez más frecuentes e intensos tendrán un impacto negativo en la disponibilidad de alimentos, el acceso a los mismos, su estabilidad y su utilización, así como en los bienes y oportunidades de los medios de vida tanto en zonas rurales como urbanas. La población empobrecida correrá el riesgo de inseguridad alimentaria por la pérdida de sus bienes y por la falta de una cobertura de seguros adecuada. La capacidad de la población rural de convivir con los impactos producidos por el cambio climático depende del contexto cultural y de las políticas existentes, así como de factores socioeconómicos como el género, la composición de los hogares, la edad y la distribución de los bienes en el hogar. Los seres humanos, las plantas, el ganado y la pesca estarán expuestos a nuevas plagas y enfermedades que crecen sólo a determinadas temperaturas y condiciones de humedad. Esto implicará nuevos riesgos para la seguridad alimentaria, la inocuidad de los alimentos y la salud humana. La agricultura contribuye al cambio climático, pero es también parte de la solución
Las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de los sectores agrícola y forestal representan actualmente más del 30% de las emisiones anuales (la deforestación y degradación de los bosques el 17,4%, la agricultura el 13,5%). La agricultura, no obstante, puede contribuir a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, así como su impacto, mediante el manejo de los servicios del ecosistema, la disminución de los cambios del uso de la tierra y la deforestación vinculada a ello, el uso de variedades de cultivo más eficaces, un mejor control de los incendios fortuitos, la nutrición mejorada del ganado de rumiantes, un manejo más eficaz de los desechos del ganado, el manejo del suelo orgánico, la agricultura de conservación y sistemas agroforestales. Además de reducir la emisión de gases de efecto invernadero, las tierras de pasto y cultivo bien manejadas pueden secuestrar cantidades significativas de carbono. El 40% de la biomasa de la tierra, y con ella el carbono biológico, está directa o indirectamente manejada por agricultores, silvicultores o pastores. Está en su interés adoptar sistemas de manejo que combinen la mitigación y la adaptación, mejorando así tanto la seguridad alimentaria local como mundial.
¿QUÉ PASA EN BOLIVIA?
La población boliviana, de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), ha crecido desde 1,766,450 habitantes en 1900; a 2,704,165 en 1950; 8,328,700 en 2000, hasta alcanzar los 10,200,000 de habitantes el 2010 con una variante importante: mientras que en 1950 la población rural era del 65 por ciento, en la actualidad esta es apenas del 35 por ciento. Es un país eminentemente urbano, con su población concentrada en la parte occidental del país. Una característica importante es que la concentración mayor se da en el eje central conformado por La Paz - Cochabamba - Santa Cruz. El fenómeno de integración física del territorio nacional, mediante la construcción de vías camineras ha determinado que la producción agropecuaria nacional que antes alimentaba al país, situada en la parte andina se haya desplazado hacia el oriente boliviano. Con el departamento de Santa Cruz, como el principal proveedor de alimentos -de hecho la política nacional iniciada por el gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en 1952, apuntó de manera clara hacia ese objetivo-, seguido por el Beni y el Chaco en la producción de carne bovina. Según datos del INE, el Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario de Santa Cruz, representó en promedio el 44 por ciento del PIB agropecuario nacional en el período 2005-2009, frente a un 39.2 por ciento en 1995.
La industria avícola, principal proveedora de carne de pollo y huevos se encuentra asentada en Santa Cruz y Cochabamba, pero depende de la provisión de alimento balanceado de la agroindustria cruceña. Igual sucede con la producción de lácteos, la mayor producción se da entre Cochabamba y Santa Cruz, con una producción menor en la cuenca lechera de La Paz, pero, la productividad se sustenta en los alimentos balanceados producidos por la agroindustria cruceña. Los datos de pobreza revelan al mismo tiempo que un 70 por ciento de la población acusa índices de pobreza elevados, contando al menos 30 por ciento con extrema pobreza, lo cual a su vez se encuentra asociado con deficiencia alimentaria, debe recordarse que los grupos de ingresos más bajos destinan alrededor de un 70 por ciento de sus ingresos a la adquisición de alimentos. Por otro lado, la expansión del cultivo de la coca, con un doble efecto: deterioro de los suelos y contaminación de los cursos de agua, debido a los desechos tóxicos procedentes de los procesos de "industrialización" de la hoy reconocida hoja sagrada en la nueva Constitución Política del Estado (CPE), provocan una creciente pérdida de la cubierta vegetal del territorio nacional, particularmente en la región amazónica del país, departamentos de Cochabamba, Santa Cruz, y Beni. De acuerdo a Nora Mengoa, coordinadora general del Centro Boliviano de Investigación y Acción Educativa (CEBIAE), en Bolivia existen políticas destinadas a resguardar la seguridad alimentaria, pero no la educación necesaria para que los habitantes sepan qué es bueno y qué no para su nutrición. Un estudio realizado por esta institución en varios colegios, demostró por ejemplo que los estudiantes están acostumbrados a comer comida “chatarra”, en detrimento de su salud porque si bien el tema ha entrado a la currícula educativa, no se ha profundizado lo necesario.
Otro tema que es importante es el de la importación y exportación de alimentos. La quinua, uno de los alimentos más nutritivos que existe tiene precios muy altos para la mayoría de los bolivianos que no pueden consumirla, “se prioriza más el tema del mercado de exportación”, explica Mengoa. Lo mismo sucede con otros alimentos que son vendidos al exterior y que muchas veces faltan en la canasta del país, como es la harina de trigo.
Bolivia sufre hoy la escasez de carne a consecuencia de las inundaciones que sufrió Beni y a la falta de políticas de previsión pese a que se aseguró que esto no sucedería. El alza de precios en este alimento repercutirá directamente en la canasta familiar y en la nutrición de las familias. Urge por ello una política estructurada en la prevención y mitigación de los desastres naturales, priorizando la dieta de los bolivianos más allá del discurso y las buenas intenciones.
EN LA LISTA
56 países están en una situación "grave" o "muy grave" por sus insuficiencias alimentarias, encabezados por Eritrea, Burundi y Comores, según el Índice Global del Hambre de 2013.
El Índice Mundial del Hambre, es resultado del trabajo conjunto del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) estadounidense, y las ONG Concern Worldwide irlandesa y Welthungerhilfe alemana.
Los conflictos armados, las catástrofes naturales y los elevados precios de los alimentos son las principales causas que afectan a la situación alimentaria mundial, denunció Bärbel Dickamnn, presidenta de Welthungerhilfe. Tras Eritrea, Burundi y Comores, en situación extrema, la lista de los 16 países con problemas "muy graves" la componen Timor Oriental, Sudán, Chad, Yemen, Etiopía, Madagascar, Zambia, Haití, República Centroafricana, Sierra Leona, Burkina Faso, Mozambique, India, Tanzania, la República del Congo y Níger. Otros treinta y siete sufren una carencia alimentaria "grave", grupo en el que aparecen Guatemala y Bolivia.
Para la realización del informe se han tenido en cuenta tres parámetros: el porcentaje de personas infraalimentadas, el porcentaje de niños por debajo de cinco años que sufren carencias alimenticias y la tasa de mortalidad infantil también por debajo del lustro de vida. El sudeste asiático y el África al sur del desierto del Sáhara son los que presentan los peores datos. (Con datos de Fundación Milenio, Programa Mundial de Alimentos (PMA), Acción Contra el Hambre, El Observador)
¿QUÉ ES EL HAMBRE?
El hambre  es la sensación de falta de alimentos en el estómago. Sin embargo, el hambre se manifiesta de diferentes maneras y cada una es definida de forma distinta:
•  La  Subnutrición es el término usado para describir la situación de aquellas personas cuya ingesta de energía alimentaria es por debajo del mínimo requerido  para llevar una vida activa.
• Desnutrición es más una medida de lo que comemos o no comemos.  La desnutrición se caracteriza por la falta de ingesta de proteínas, calorías (energía) y micronutrientes, y por las frecuentes infecciones y enfermedades en las personas. Incluso, al ser privadas de una correcta nutrición, las personas se mueren de infecciones comunes como la diarrea o el sarampión. La desnutrición no se mide por la cantidad de comida que se ingiere, sino por las medidas antropométricas- peso o talla - y la edad.
• Emaciación  es un indicador de desnutrición aguda que refleja un grave y reciente proceso que ha conducido a una pérdida de peso sustancial. Usualmente esto suele ser el resultado del hambre a largo plazo y/o enfermedad degenerativa.
 PLATOS VACÍOS
• 842 millones de personas no tienen lo suficiente para comer.  Esta cifra ha disminuido en 156 millones desde 1990.
• La gran mayoría de personas con hambre (827 millones)  vive en países en vías de desarrollo, en donde el 14,3 por ciento de la población está desnutrida.
• Del total de personas con hambre en el mundo, alrededor de 552 millones viven en Asia y Oceanía, pero la tendencia es a la baja.
• Las mujeres constituyen un poco más de la mitad de la población mundial,  pero representan más del 60% de las personas con hambre en el mundo.
• La desnutrición contribuye con la muerte de 2,6 millones de niños menores de 5 años,  un tercio del total global.
• En los países  en desarrollo, uno de cada seis niños—casi 100 millones—tiene bajo peso.
• Uno de cada cuatro niños en el mundo tiene retardo en el crecimiento.  En los países en desarrollo la proporción puede aumentar a uno de cada tres.
• El 80% de los niños con retraso en el crecimiento viven en 20 países.
• Unos 66 millones de niños van a la escuela primaria con hambre en los  países en vías de desarrollo, de los cuales 23 millones están en África. Tomado de los tiempos de Bolivia 

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