Un mal año para el Ártico. Las evaluaciones científicas no
dejan lugar a dudas: el Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve (NSIDC, por
sus siglas en inglés) estima que el hielo ártico continúa disminuyendo y
establece un ritmo del 13,4 % de descenso por década, en relación con el
promedio entre 1981 y 2010. Además, los períodos con mayor deshielo desde que
hay registros por satélite se han producido en los últimos nueve años. Nada
apunta a que las cosas vayan a mejorar.
Bajo la sombra del cambio climático cogen fuerza otras
viejas disputas en esta región del polo norte. El deshielo abre nuevas rutas de
navegación, la posibilidad de abrir campos petrolíferos y de gas, y con ellas,
nuevas incertidumbres, como la capacidad de adaptación de los pequeños estados
isleños.
“Hay que tener en cuenta los problemas de los pueblos
indígenas, ¡es su Ártico! No solo una fuente de recursos para el mundo”, dice
Gary Gadner La realidad es que la pérdida del hielo en verano afecta a los
ecosistemas árticos y la región es cada vez más accesible para la navegación y
otras actividades. "Lo que hemos visto este verano refuerza nuestras
conclusiones de que el hielo marino del Ártico sufre un declive a largo
plazo", asegura Marcos Serreze, director del NSIDC en un comunicado sobre
los últimos análisis del hielo ártico.
Ante este panorama, en el que 10 millones de kilómetros
cuadrados de hielo se derriten cada temporada, la paradoja del Ártico afecta
directamente a los habitantes de todo el norte circumpolar.
Según Heather Exner-Pirot, directora de The Artic Year-book,
el Ártico no constituye un objeto ambiental abstracto para los pueblos del
norte,sino su tierra natal, su lugar de trabajo y el de su comunidad. “Ahora
vuelven a sentirse marginados por actores políticos de latitudes medias, que
reclaman que el Ártico sea un comunal mundial sujeto a la gobernanza global”.
“Hay que tener en cuenta los problemas de los pueblos
indígenas, ¡es su Ártico! No solo es una fuente de recursos para el mundo, sino
también un hogar para mucha gente que lo ha poblado durante décadas”, declara a
Sinc Gary Gadner, codirector del libro La situación del mundo 2015. Un mundo
frágil.
¿Quién gobierna el
Ártico?
Ocho estados se dividen la soberanía de la cuenca ártica:
Canadá, Dinamarca, EE UU, Noruega, Rusia, Finlandia, Islandia y Suecia.
Desde que un grupo de científicos rusos plantara en 2007 una
bandera de titanio en el fondo del mar helado del Ártico reclamando que Rusia
comparte plataforma continental con el polo norte, se ha generado una ‘guerra
de los descubrimientos’ en torno a esta acción sin grandes efectos políticos.
“Creo que el Ártico va a seguir siendo un espacio de
cooperación, pese al expansionismo y el conflicto con Rusia”, declara Elena
Conde
“En la práctica jurídica y política, desde mi punto de
vista, las cosas son bastante más normales”, explica a Sinc Elena Conde Pérez,
responsable de la dirección del proyecto La carrera por el Ártico: cuestiones
de Derecho Internacional a la luz del cambio climático, y profesora de Derecho
Internacional Público en la Universidad Complutense de Madrid.
El Ártico no es un espacio como la Antártida, con un tratado
que la rige en su totalidad, "sino que depende del derecho internacional
general, de algunas normas generales y del derecho local de cada uno de los
Estados. Es decir, en este sentido es un espacio parecido al Mediterráneo”,
añade Conde.
Sin embargo, en el desarrollo del Convenido de Derecho del
Mar (CDM), la ‘Constitución de los océanos’, se han planteado reivindicaciones
de plataforma continental extendida, debido a que buena parte de los recursos
energéticos por descubrir se encontrarían en esta zona.
“No es que se esté produciendo una batalla descontrolada por
ganar nuevas cuotas de soberanía –apunta la investigadora–. Creo que el Ártico
va a seguir siendo un espacio de cooperación, pese a las actitudes
expansionistas y al conflicto reciente con Rusia, que fue la primera región en
solicitar una
extensión de su plataforma continental”.
Ese gesto político generó un debate por parte del Parlamento
Europeo, que en 2008 votó a favor de que esta región fuera un espacio
especialmente protegido y un patrimonio común de la humanidad. Ante esto, los
estados árticos reaccionaron diciendo que es un espacio como cualquier otro
regido por el derecho internacional.
“Si se produjera en el Ártico un accidente como el del Golfo
de México, no habría capacidad de respuesta para evitar la catástrofe”, afirma
Campins
“La idea romántica de un tratado que establezca un régimen
global en el Ártico, del mismo modo que existe en la Antártida, ha sido una
reclamación clásica del Parlamento Europeo, pero hay un elemento totalmente
distinto. El Ártico no es un continente, sino que es un mar donde los estados
ribereños tienen una serie de competencias que reconoce el CDM. Además,
cualquier explotación se hace en beneficio de dichos países”, señala a Sinc Mar
Campins, profesora de Derecho Internacional Público y Derecho de la Unión
Europea en la Universidad de Barcelona.
Respecto a las nuevas rutas de navegación, en mayo de 2015
se ha adoptado en el marco de la Organización Marítima Internacional el Código
Polar, que regula el tráfico marino en esa región. Entrará en vigor en 2017 y
establece medidas para prevenir catástrofes, como el diseño de buques,
operaciones y dotación, así como la formación del personal a bordo en rescate,
búsqueda y protección medioambiental. En el Consejo Ártico también se han
adoptado medidas específicas sobre la prevención de siniestros y respuesta
rápida.
“Legislación internacional hay, aplicable y útil; el
problema es el nivel de adaptación. Si se produjera en el Ártico un accidente
como el del Golfo de México, no habría una capacidad de respuesta suficiente
para evitar una auténtica catástrofe planetaria”, afirma Campins.
La verdad incómoda de
los pueblos indígenas
Campañas de ONG como Greenpeace, el documental de Al Gore de
2006 Una verdad incómoda, y las imágenes de osos polares famélicos, han puesto
en el punto de mira al Ártico como principal campo de batalla contra el cambio
climático. Sin embargo, la invisibilidad de las poblaciones indígenas en esta
lucha y su papel como ‘víctimas’ que necesitan ser salvadas por gestores
externos ha generado reivindicaciones de estos pueblos.
En 2014, Okalik Eegeesik, presidenta de la Conferencia
Circumpolar Inuit, decía durante el Consejo Ártico celebrado en Reikiavik
(Islandia): “Muchos de los recién llegados al Ártico perciben la región como si
padeciera un vacío de gobernanza o debiera ser considerada patrimonio común de
la humanidad. Estas apreciaciones ignoran a la población que vive en el Ártico.
[…] Pedimos que se nos consulte antes de reivindicar el Ártico de acuerdo con
sus propios intereses”.
Los pueblos indígenas están integrados dentro de los estados
soberanos, y en este marco tienen diferentes regímenes de autogobierno. “No es
el mismo nivel de autonomía el de Noruega o Finlandia, que en Rusia, donde es
prácticamente inexistente”, dice la investigadora de la Universidad
Complutense.
El de Dinamarca también es un caso especial, ya que
Groenlandia puede llegar a ser en un futuro el primer estado indígena del mundo
“y en un futuro no muy lejano, ya que tiene su propia acta de autogobierno”,
añade la experta.“En esta isla, el 90% de sus habitantes son inuits. En un
supuesto en el que se estableciera como estado soberano, sería con población
indígena”, declara Campins.
Los indígenas sufren nuevas enfermedades y violencia
social:están perdiendo su cultura, pero no tienen destrezas para vivir en el
mundo globalizado
Los países europeos han construido instrumentos
internacionales entre los pueblos indígenas árticos para promover sus derechos
sobre la tierra, el ganado y la explotación de los recursos propios. En la otra
cara de la moneda están los estados americanos y Rusia, donde este desarrollo
no se ha producido. “La federación rusa considera la zona del Ártico como un
área de explotación preferente de petróleo, gas y minerales, y que sean
indígenas no les importa. Incluso han vetado en el Consejo Ártico a los
representantes de estas comunidades, que eran participantes permanentes”,
asevera Campins.
Timo Koivurova, director del Northern Institute for Environmental
and Minority Law Arctic Centre de la Universidad de Lapland (Finlandia), que
estudia el derecho de los pueblos indígenas en el Ártico, declara a Sinc: “En
muchos de los países el problema es que la población indígena está perdiendo su
cultura tradicional. Al encontrarse cada vez más integrados en el mundo
globalizado, no tienen destrezas para sobrevivir en esta sociedad, y aparecen
enfermedades, violencia y nuevos problemas en estos colectivos. A ello hay que
añadirle que muchas de estas poblaciones dependen de la financiación pública”.
El cambio climático ha perturbado a estos pueblos y a sus
rutinas de caza. El comportamiento impredecible del hielo provoca muertes en
estas comunidades. “El conocimiento que heredaron de sus ancestros ya no les
sirve”, añade el experto.
Volke Rachold, secretario ejecutivo del Comité Internacional
de Ciencia Ártica (IASC), apunta a Sinc: “En el Ártico hay cuatro millones de
personas con diferentes situaciones. Los indígenas tienen problemas, no solo
por el cambio climático, sino también por la globalización y la industria que
llega a sus regiones y afecta a sus condiciones sociales, vitales y de salud.
Nuestra institución apoya a la gente indígena y aconseja a los decisores
políticos con evidencias científicas”. Canadá tampoco escapa a la leyenda
negra. Según Campins, “ahora tiene un mayor reconocimiento hacia las
poblaciones inuits porque es lo que le interesa. En los años 40, lo único que
hizo con ellas fue utilizarlas para reclamar su soberanía sobre el Ártico”.
Demasiados intereses en juego.
España, a paso lento
ante los desafíos del polo norte
La Unión Europea tiene mucho que ganar en materia pesquera,
en transporte de mercancía y en rutas transárticas, así como en la explotación
de recursos naturales del Ártico. Por este motivo, ha ido adoptando comunicaciones,
estrategias y declaraciones. A pesar de esto y de tener tres estados implicados
–uno de ellos ribereño– no es un actor principal en esta región.
“Ocho años después de la primera declaración de la UE al
respecto, estamos esperando la tercera y la verdad es que apenas se ha
avanzado. No se están manejando bien ni los tiempos ni los modos”, subraya
Campins.
Por su parte, España es observador en el Consejo Ártico y
está preparando el primer documento de estrategia política hacia esta región.
“Nuestro país no es ajeno a otros del entorno –añade la experta en derecho
internacional–, como Francia y Alemania, que tienen también sus documentos. Eso
sí, los está preparando con lentitud, por la situación política en la que nos
encontramos y porque vamos a la zaga de los desarrollos que se producen en la
UE para ser consecuentes”.
Esta actuación lenta no solo respecto a la explotación, sino
también al uso de la navegación y de los regímenes de paso en los canales
árticos, puede ser problemática en el futuro en relación con la postura que
tienen los estados ribereños. “España, que tiene una labor muy activa en la
Antártida, debe priorizar también esta región teniendo en cuenta su situación
económica y geopolítica”, concluye Campins.
TOMADO DE ENVIO DE PREGON AGROPECUARIO DE AR
Fuente original: http://www.agenciasinc.es/
http://www.ecoticias.com
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