domingo, 24 de enero de 2016

AMAZONIA , MUCHAS LEYES , POCOS FRUTOS

Las legislaciones en pro de la Amazonía han sido continuas, pero redundantes
Turistas y nativos disfrutan de largos trechos de navegación por ríos amazónicos en medio de vegetación abundante. Esta experiencia es apreciada por cientos de visitantes que llegan desde todo el mundo.
Turistas y nativos disfrutan de largos trechos de navegación por ríos amazónicos en medio de vegetación abundante. Esta experiencia es apreciada por cientos de visitantes que llegan desde todo el mundo. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
Este es un problema antiguo, tanto como el criterio errado de colonización que todavía persiste en la mentalidad de los ecuatorianos. Así lo demuestran los archivos históricos.

Pedro Reino Garcés, Historiador Desde las esferas del poder se llegó a decir que “el Oriente es un mito”. Para los ecuatorianos educados en el civismo identitario de una herencia territorial con la que nació la República, el Oriente es un trauma. Peor para quienes derramaron su sangre y sintieron la desmembración definitiva de nuestro mapa, el que a muchos nos tocó pintarlo desde la escuela, con puntitos, como advertencia previa de que se iba a quebrar por el peso del petróleo que contenía la selva. Y esperando a que Velasco Ibarra nos entusiasmara con su demagogia. Jaime Roldós nos hizo derramar las últimas lágrimas con su discurso fatal que pudo habernos conducido por los secretos caminos que con su asesinato se llevó a la tumba. Los grandes terratenientes y plutócratas del siglo XIX y de la mitad del siglo XX que han manejado la República nunca pensaron en una región oriental con características propias, acorde a la vida en la selva, entre ríos y bosques. Tuvieron una mentalidad a la manera andina o a la idea lejana de los plutócratas guayaquileños acostumbrados a los jugosos negocios  del mar. Siempre se tuvo la idea de ser una región ignota y abandonada. Nunca se pensó que en el Oriente, más que en otra región de la Patria, las comunicaciones eran mucho más fáciles que entre los precipicios andinos. El Oriente tenía listos los ríos navegables, como vías pavimentadas, y gratuitamente. Solo faltaban, y faltan hasta ahora, las embarcaciones con lanchas y toda clase de transportes fluviales a motor. El Oriente, desde el punto de vista de la movilidad, era un territorio “aguas abajo”, a la manera como lo hizo Orellana. Y esa mentalidad todavía la tenemos estancada. Solo los brazos musculosos de los remeros nativos tenían un territorio por  donde se deslizaban en el silencio por cualquier lado, por cualquier afluente de un río grande, entre lagunas escondidas. Sabían los meses cuando podían regresar a las cabeceras de la selva, sin luchar mucho contra la corriente. Si la modernidad hubiera llegado, y llegara  al Oriente con embarcaciones a disposición de los nativos, las cosas hubieran sido —y deben ser— diferentes. Nunca olvido al sociólogo colombiano Horacio Calle, que llegó un día a Bogotá, con una barba enmarañada como la propia selva, por sus largos años de investigación en ella,  a decirnos que las culturas amazónicas son políglotas porque viven más comunicadas entre sí que las andinas que son más estáticas.   Que en la selva los matrimonios exogámicos son más reales de lo que nos  cuentan, desde afuera, quienes creen que en la selva, sus habitantes son tribus cerradas. La expansión lingüística de una lengua macro, conocida como macro-tupi-guaraní da la medida de una fragmentación dialectal (entendida como variante de una misma lengua), más que de un aislamiento a lenguas diferentes que más bien se ubican en las estribaciones de la oriental  vertiente montañosa. Si ahora mismo anunciaran que habría embarcaciones con itinerario entre el Coca y Nuevo Rocafuerte, seguro que muchas cosas cambiarían. Si se establecieran puertos intermedios con muelles, en vez de tener focos de amontonamiento espantoso como en Quito o Guayaquil, creo que el ser humano depauperado podría recuperarse al trabajo y a la dignidad. Mientras por un lado la selva está abandonada, por otros lados la gente se pelea con los vecindarios  por un metro de tierra. Las vías de la troncal amazónica ahora nos dan un eje transversal fantástico a las poblaciones que se estructuraron desde épocas coloniales. Pero creo que este desarrollo está geográficamente ubicado tan solo en la estribación de la cordillera; y lo que hace falta es bajarnos a los valles siguiendo los cursos de los ríos navegables en pos de una nueva idea de desarrollo. Desterrando ese criterio de “colonización” con que siempre se ha pensado cuando uno quiere ir a vivir en el Oriente. Seguramente atraído por las ofertas del alfarismo, el abuelo Eduardo habría tomado la decisión de ir al Oriente, realizando un viaje de 3 meses desde Pachanlica en Tungurahua, hasta Mera, en la entrada de la Amazonía, en 1915. Mírese el Decreto y quiénes de la ‘peluconada’ lo suscriben: “El Congreso de la República del Ecuador, considerando, que las colonias militares prestan, por su disciplina y patriotismo, importantes servicios a las regiones donde la carencia de medios de vida regular obligan a luchar con las dificultades puestas por la  Naturaleza.  Decreta: Art. 1.- Establécense  Colonias Militares en el territorio del Oriente, dependientes de la primera, segunda y cuarta zona, según se ubiquen en cualesquiera de las márgenes de los ríos Aguarico, Napo, Curaray, Pastaza, Morona y Santiago o sus tributarios e intermedios. Art. 2.- A cada familia militar, compuesta de dos o más personas, se le asignará gratuitamente, doscientas hectáreas de terrenos baldíos, los instrumentos y útiles de labranza apropiados, y cuando menos tres parejas de animales de cría. Art. 3.- Para la propiedad definitiva de dichos lotes, han de prevalecer las disposiciones pertinentes en la Ley de Terrenos Baldíos, de 7 de diciembre de  1975, excepto en lo que se refiere al pago del terreno. Art. 4.- En el Presupuesto Nacional, se hará constar anualmente la suma de 160 mil sucres para los gastos que demande la ejecución  de la presente ley”. Este decreto tiene fecha 30 de septiembre de 1910 y está firmado por el Presidente de la Cámara del Senado Carlos Freile Z. Por el Presidente de la Cámara de Diputados, Abelardo Montalvo: Secretario de la Cámara del Senado,  C. Gangotena Jijón  y por el Diputado Secretario de la Cámara de Diputados, Enrique Bustamante L.  El Ejecútese lo puso Eloy Alfaro el 7 de octubre de 1910, y se promulgó el 8 de octubre en el Registro Oficial # 1363. Si los Gobiernos parten de esta reflexión del alfarismo, seguro que  la pueden mejorar y soñar focalizando un fragmento territorialmente nuestro, del famoso derrotero Manta–Manaos. Una política de una flota de embarcaciones que faciliten la movilidad, más una idea de nuclearizaciones con destino turístico, sería un buen arranque, debidamente planificado y promocionado. Ya no será la idea de ir como en la época del arca de Noé con una pareja de animales. (O) Apatía indígena y militar tiene sus raíces históricas La legislación para el Oriente ha sido mucha y redundante.  En el Registro Oficial recopilatorio de 31 de marzo de 1930 se lee: “Constitución de 1851.- Art. 96.- Los lugares que por su aislamiento y distancia de otras poblaciones no puedan ser gobernados estrictamente como las demás secciones territoriales de la República, serán regidos por leyes especiales hasta que puedan establecerse en ellos el régimen constitucional”. Lo mismo se volvió a repetir en las constituciones  de 1852, 1861, 1869, 1878. En estas últimas se incluyen a Galápagos y Esmeraldas. Se copia lo mismo en 1883, 1884, 1897, 1906, y hasta la de 1929 en que concluye esta revisión a mi alcance. En 1898, el Oriente era una sola provincia que llegaba hasta el Amazonas que podía ser dividida en 4 departamentos a criterio, administrada por Jefes Departamentales, con escasísimas funciones, como de vacunar a la gente contra la “fiebre variolosa”, establecer escuelas dominicales para adultos, “y cuatro horas de clase en días de fiesta”;  y llevar el correo. También se pide que se agrupen a las tribus en poblados permanentes. Lo que se deduce es que mientras en la época de la Colonia, los religiosos tenían misiones específicas frente a los nativos, con la República, todo se calca y se encarga a los militares quienes gozaban de un 50% adicional a sus salarios. Una Disposición General del año 1900 dice: “Art. 31.- Los empleados…tendrán especial cuidado de procurar, la extinción del inmoral mercantilismo  que se acostumbra hacer con  niños, y con los que se llama zanzas o momias.  En este caso se impondrá una multa de 80 a 100 sucres, a más de la pena  que corresponda a la infracción”. (I) tomado de el telégrafo de uy 

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