Las legislaciones en pro de la Amazonía han sido continuas,
pero redundantes
Turistas y nativos disfrutan de largos trechos de navegación
por ríos amazónicos en medio de vegetación abundante. Esta experiencia es
apreciada por cientos de visitantes que llegan desde todo el mundo.
Turistas y nativos disfrutan de largos trechos de navegación
por ríos amazónicos en medio de vegetación abundante. Esta experiencia es
apreciada por cientos de visitantes que llegan desde todo el mundo. Foto:
Roberto Chávez / El Telégrafo
Este es un problema antiguo, tanto como el criterio errado
de colonización que todavía persiste en la mentalidad de los ecuatorianos. Así
lo demuestran los archivos históricos.
Pedro Reino Garcés, Historiador Desde las esferas del poder
se llegó a decir que “el Oriente es un mito”. Para los ecuatorianos educados en
el civismo identitario de una herencia territorial con la que nació la
República, el Oriente es un trauma. Peor para quienes derramaron su sangre y
sintieron la desmembración definitiva de nuestro mapa, el que a muchos nos tocó
pintarlo desde la escuela, con puntitos, como advertencia previa de que se iba
a quebrar por el peso del petróleo que contenía la selva. Y esperando a que
Velasco Ibarra nos entusiasmara con su demagogia. Jaime Roldós nos hizo
derramar las últimas lágrimas con su discurso fatal que pudo habernos conducido
por los secretos caminos que con su asesinato se llevó a la tumba. Los grandes
terratenientes y plutócratas del siglo XIX y de la mitad del siglo XX que han
manejado la República nunca pensaron en una región oriental con características
propias, acorde a la vida en la selva, entre ríos y bosques. Tuvieron una
mentalidad a la manera andina o a la idea lejana de los plutócratas
guayaquileños acostumbrados a los jugosos negocios del mar. Siempre se tuvo la idea de ser una
región ignota y abandonada. Nunca se pensó que en el Oriente, más que en otra
región de la Patria, las comunicaciones eran mucho más fáciles que entre los
precipicios andinos. El Oriente tenía listos los ríos navegables, como vías
pavimentadas, y gratuitamente. Solo faltaban, y faltan hasta ahora, las
embarcaciones con lanchas y toda clase de transportes fluviales a motor. El
Oriente, desde el punto de vista de la movilidad, era un territorio “aguas
abajo”, a la manera como lo hizo Orellana. Y esa mentalidad todavía la tenemos
estancada. Solo los brazos musculosos de los remeros nativos tenían un
territorio por donde se deslizaban en el
silencio por cualquier lado, por cualquier afluente de un río grande, entre
lagunas escondidas. Sabían los meses cuando podían regresar a las cabeceras de
la selva, sin luchar mucho contra la corriente. Si la modernidad hubiera
llegado, y llegara al Oriente con
embarcaciones a disposición de los nativos, las cosas hubieran sido —y deben
ser— diferentes. Nunca olvido al sociólogo colombiano Horacio Calle, que llegó
un día a Bogotá, con una barba enmarañada como la propia selva, por sus largos
años de investigación en ella, a
decirnos que las culturas amazónicas son políglotas porque viven más
comunicadas entre sí que las andinas que son más estáticas. Que en
la selva los matrimonios exogámicos son más reales de lo que nos cuentan, desde afuera, quienes creen que en
la selva, sus habitantes son tribus cerradas. La expansión lingüística de una
lengua macro, conocida como macro-tupi-guaraní da la medida de una
fragmentación dialectal (entendida como variante de una misma lengua), más que
de un aislamiento a lenguas diferentes que más bien se ubican en las
estribaciones de la oriental vertiente
montañosa. Si ahora mismo anunciaran que habría embarcaciones con itinerario
entre el Coca y Nuevo Rocafuerte, seguro que muchas cosas cambiarían. Si se
establecieran puertos intermedios con muelles, en vez de tener focos de
amontonamiento espantoso como en Quito o Guayaquil, creo que el ser humano
depauperado podría recuperarse al trabajo y a la dignidad. Mientras por un lado
la selva está abandonada, por otros lados la gente se pelea con los
vecindarios por un metro de tierra. Las
vías de la troncal amazónica ahora nos dan un eje transversal fantástico a las
poblaciones que se estructuraron desde épocas coloniales. Pero creo que este
desarrollo está geográficamente ubicado tan solo en la estribación de la
cordillera; y lo que hace falta es bajarnos a los valles siguiendo los cursos
de los ríos navegables en pos de una nueva idea de desarrollo. Desterrando ese
criterio de “colonización” con que siempre se ha pensado cuando uno quiere ir a
vivir en el Oriente. Seguramente atraído por las ofertas del alfarismo, el
abuelo Eduardo habría tomado la decisión de ir al Oriente, realizando un viaje
de 3 meses desde Pachanlica en Tungurahua, hasta Mera, en la entrada de la
Amazonía, en 1915. Mírese el Decreto y quiénes de la ‘peluconada’ lo suscriben:
“El Congreso de la República del Ecuador, considerando, que las colonias
militares prestan, por su disciplina y patriotismo, importantes servicios a las
regiones donde la carencia de medios de vida regular obligan a luchar con las
dificultades puestas por la Naturaleza. Decreta: Art. 1.- Establécense Colonias Militares en el territorio del
Oriente, dependientes de la primera, segunda y cuarta zona, según se ubiquen en
cualesquiera de las márgenes de los ríos Aguarico, Napo, Curaray, Pastaza,
Morona y Santiago o sus tributarios e intermedios. Art. 2.- A cada familia
militar, compuesta de dos o más personas, se le asignará gratuitamente,
doscientas hectáreas de terrenos baldíos, los instrumentos y útiles de labranza
apropiados, y cuando menos tres parejas de animales de cría. Art. 3.- Para la
propiedad definitiva de dichos lotes, han de prevalecer las disposiciones
pertinentes en la Ley de Terrenos Baldíos, de 7 de diciembre de 1975, excepto en lo que se refiere al pago
del terreno. Art. 4.- En el Presupuesto Nacional, se hará constar anualmente la
suma de 160 mil sucres para los gastos que demande la ejecución de la presente ley”. Este decreto tiene fecha
30 de septiembre de 1910 y está firmado por el Presidente de la Cámara del
Senado Carlos Freile Z. Por el Presidente de la Cámara de Diputados, Abelardo
Montalvo: Secretario de la Cámara del Senado,
C. Gangotena Jijón y por el
Diputado Secretario de la Cámara de Diputados, Enrique Bustamante L. El Ejecútese lo puso Eloy Alfaro el 7 de
octubre de 1910, y se promulgó el 8 de octubre en el Registro Oficial # 1363. Si
los Gobiernos parten de esta reflexión del alfarismo, seguro que la pueden mejorar y soñar focalizando un
fragmento territorialmente nuestro, del famoso derrotero Manta–Manaos. Una
política de una flota de embarcaciones que faciliten la movilidad, más una idea
de nuclearizaciones con destino turístico, sería un buen arranque, debidamente
planificado y promocionado. Ya no será la idea de ir como en la época del arca
de Noé con una pareja de animales. (O) Apatía indígena y militar tiene sus raíces históricas La
legislación para el Oriente ha sido mucha y redundante. En el Registro Oficial recopilatorio de 31 de
marzo de 1930 se lee: “Constitución de 1851.- Art. 96.- Los lugares que por su
aislamiento y distancia de otras poblaciones no puedan ser gobernados
estrictamente como las demás secciones territoriales de la República, serán
regidos por leyes especiales hasta que puedan establecerse en ellos el régimen
constitucional”. Lo mismo se volvió a repetir en las constituciones de 1852, 1861, 1869, 1878. En estas últimas
se incluyen a Galápagos y Esmeraldas. Se copia lo mismo en 1883, 1884, 1897,
1906, y hasta la de 1929 en que concluye esta revisión a mi alcance. En 1898,
el Oriente era una sola provincia que llegaba hasta el Amazonas que podía ser
dividida en 4 departamentos a criterio, administrada por Jefes Departamentales,
con escasísimas funciones, como de vacunar a la gente contra la “fiebre
variolosa”, establecer escuelas dominicales para adultos, “y cuatro horas de
clase en días de fiesta”; y llevar el
correo. También se pide que se agrupen a las tribus en poblados permanentes. Lo
que se deduce es que mientras en la época de la Colonia, los religiosos tenían
misiones específicas frente a los nativos, con la República, todo se calca y se
encarga a los militares quienes gozaban de un 50% adicional a sus salarios. Una
Disposición General del año 1900 dice: “Art. 31.- Los empleados…tendrán
especial cuidado de procurar, la extinción del inmoral mercantilismo que se acostumbra hacer con niños, y con los que se llama zanzas o
momias. En este caso se impondrá una
multa de 80 a 100 sucres, a más de la pena
que corresponda a la infracción”. (I) tomado de el telégrafo de uy
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