viernes, 29 de enero de 2016

BUSCANDO UNA POLÍTICA AMBIENTAL PARA ARGENTINA

 En busca de una nueva política ambiental por Alieto Aldo Guadagni El gobierno del presidente Macri tendrá la responsabilidad de ejecutar una nueva política ambiental que ayude a preservar nuestro planeta. Se requerirán múltiples iniciativas que le permitan a nuestro país contribuir eficazmente en los próximos años a una reducción global de las emisiones contaminantes de CO2. Las evidencias científicas son contundentes, ya no hay dudas de que las emisiones de CO2 están contribuyendo aceleradamente al aumento de la temperatura en todo el planeta. Estas emisiones son generadas por el consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), más algunas prácticas agropecuarias y la acelerada deforestación. El impacto del cambio climático ya ha comenzado a sentirse: altas temperaturas, tormentas, inundaciones y sequías. El cambio climático es el principal problema de naturaleza global que enfrenta toda la humanidad en el siglo XXI. El año 2015 fue el más caluroso desde que se llevan registros (1880) y los 10 años más calurosos han ocurrido desde 1998. Según la NASA cada año de la última década fue más caluroso que el anterior. En los últimos años se han registrado en el mundo algunos avances en los esfuerzos por reducir las emisiones globalmente contaminantes pero, como se ha visto en la última reunión de Naciones Unidas celebrada en París a fines de 2015, aún estamos lejos de poder asegurar la preservación del clima para las futuras generaciones. La mejor manera de enfrentar hoy la grave amenaza del cambio climático es continuar avanzando por el sendero del progreso tecnológico, desarrollando nuevas iniciativas que sean amigables con nuestro planeta. Es cierto que no ha concluido aún la era de los combustibles fósiles nacida a fines del siglo XVIII, pero ya hemos comenzado a transitar hacia su fin. Es posible que los cambios tecnológicos abaraten aún más las diversas formas de energías limpias, desplazando así de una manera gradual pero constante las tradicionales energías fósiles. Existen evidencias que indican que, por ejemplo, tanto la energía solar como la eólica han reducido sus costos en los últimos años, al punto tal que ya comenzaron a competir con las fósiles, sin necesidad de incentivos o subsidios. Claro que esto exige que no continúe la torpeza de seguir subsidiando, en muchos casos, las energías fósiles. Las nuevas energías renovables podrán dar lugar en el futuro al desarrollo de nuevos sectores productivos, capaces de absorber crecientes flujos de inversiones privadas. En la última década los costos de las energías renovables han disminuido, razón por la cual las inversiones en estas actividades se han multiplicado más de seis veces, según informa la Agencia Internacional de Energía (IEA por su sigla en inglés). El reciente Acuerdo de París no es tan bueno como pudo haber sido, aunque fue mejor que lo que no pocos esperaban. Las carencias en los acuerdos logrados fueron muchas, por lo que es esencial definir sin demoras acuerdos internacionales más ambiciosos y con carácter vinculante. En la reciente encíclica Laudato Si', el Papa nos recuerda la vigencia del mandato bíblico: "Labrar y cuidar el jardín del mundo" (libro del Génesis 2,15). Se trata de "cuidar", no de degradar, nuestro planeta. Es evidente que enfrentar eficazmente la amenaza climática exige una solución global. También es evidente que el creciente riesgo causado por más emisiones globales plantea la urgente necesidad de una autoridad global, ya que está comprometido un importante bien común global. Por esta razón es necesario que las negociaciones internacionales apunten, como propone Stefano Zamagni, a la creación de una Organización Mundial del Ambiente (OMA). Para garantizar la salvaguarda del ambiente en nuestro planeta es urgente que los países acuerden la creación de una autoridad global, que tenga un poder efectivo y cuya legitimidad sea reconocida por todas las naciones. La propuesta argentina, presentada en París por el anterior gobierno, es insuficiente, ya que si todas las naciones hubiesen presentado una propuesta similar a la nuestra, la temperatura global subiría cuatro grados centígrados, sobrepasando ampliamente la meta de no cruzar la barrera crítica de los dos grados. La tarea del Gobierno será elaborar ahora una nueva planificación ambiental que apunte a respetar el medio ambiente y que debería incluir un programa concreto y financiable de iniciativas de eficiencia y conservación energética. Si nosotros acordamos actuar a partir de ahora con más sensatez ambiental deberíamos, por ejemplo, acordar una propuesta nacional que propicie la expansión de las nuevas energías limpias y también de las tradicionales, como la hidroelectricidad (con cuidado del ambiente local). Nuestro gran potencial hidroeléctrico nos está ofreciendo oportunidades de aprovechamiento futuro, pero sin "capitalismo de amigos". Es hora de revertir el proceso de "fosilización" de la energía que se impulsó durante la última década. Los combustibles fósiles han cubierto casi totalmente el incremento en la generación eléctrica entre 2003 y 2014, ya que las energías hidroeléctrica, nuclear, solar y eólica apenas aportaron un 4% del incremento de generación eléctrica. Por esta razón las emisiones de CO2 en nuestro sistema eléctrico se incrementaron un 80% desde el año 2004. Un hecho es ya evidente: respetar el límite de los dos grados centígrados exige una acción global de las naciones, pero también un aporte de nuestro país que contribuya eficazmente al esfuerzo global. Esperemos que la voluntad política de cuidar la Tierra para nuestros hijos pueda expresarse en un gran acuerdo nacional que supere la división entre oficialistas y opositores, ya que todos vivimos en la misma "casa común", como bien dice el papa Francisco. Economista, ex secretario de Energía de la Nación – tomado de la nación de ar 

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