En busca de una nueva
política ambiental por Alieto Aldo Guadagni El gobierno del presidente Macri
tendrá la responsabilidad de ejecutar una nueva política ambiental que ayude a
preservar nuestro planeta. Se requerirán múltiples iniciativas que le permitan
a nuestro país contribuir eficazmente en los próximos años a una reducción
global de las emisiones contaminantes de CO2. Las evidencias científicas son
contundentes, ya no hay dudas de que las emisiones de CO2 están contribuyendo
aceleradamente al aumento de la temperatura en todo el planeta. Estas emisiones
son generadas por el consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas),
más algunas prácticas agropecuarias y la acelerada deforestación. El impacto
del cambio climático ya ha comenzado a sentirse: altas temperaturas, tormentas,
inundaciones y sequías. El cambio climático es el principal problema de
naturaleza global que enfrenta toda la humanidad en el siglo XXI. El año 2015
fue el más caluroso desde que se llevan registros (1880) y los 10 años más
calurosos han ocurrido desde 1998. Según la NASA cada año de la última década
fue más caluroso que el anterior. En los últimos años se han registrado en el
mundo algunos avances en los esfuerzos por reducir las emisiones globalmente
contaminantes pero, como se ha visto en la última reunión de Naciones Unidas
celebrada en París a fines de 2015, aún estamos lejos de poder asegurar la
preservación del clima para las futuras generaciones. La mejor manera de
enfrentar hoy la grave amenaza del cambio climático es continuar avanzando por
el sendero del progreso tecnológico, desarrollando nuevas iniciativas que sean
amigables con nuestro planeta. Es cierto que no ha concluido aún la era de los
combustibles fósiles nacida a fines del siglo XVIII, pero ya hemos comenzado a
transitar hacia su fin. Es posible que los cambios tecnológicos abaraten aún
más las diversas formas de energías limpias, desplazando así de una manera
gradual pero constante las tradicionales energías fósiles. Existen evidencias
que indican que, por ejemplo, tanto la energía solar como la eólica han
reducido sus costos en los últimos años, al punto tal que ya comenzaron a
competir con las fósiles, sin necesidad de incentivos o subsidios. Claro que
esto exige que no continúe la torpeza de seguir subsidiando, en muchos casos,
las energías fósiles. Las nuevas energías renovables podrán dar lugar en el
futuro al desarrollo de nuevos sectores productivos, capaces de absorber
crecientes flujos de inversiones privadas. En la última década los costos de
las energías renovables han disminuido, razón por la cual las inversiones en
estas actividades se han multiplicado más de seis veces, según informa la
Agencia Internacional de Energía (IEA por su sigla en inglés). El reciente
Acuerdo de París no es tan bueno como pudo haber sido, aunque fue mejor que lo
que no pocos esperaban. Las carencias en los acuerdos logrados fueron muchas,
por lo que es esencial definir sin demoras acuerdos internacionales más ambiciosos
y con carácter vinculante. En la reciente encíclica Laudato Si', el Papa nos
recuerda la vigencia del mandato bíblico: "Labrar y cuidar el jardín del
mundo" (libro del Génesis 2,15). Se trata de "cuidar", no de
degradar, nuestro planeta. Es evidente que enfrentar eficazmente la amenaza
climática exige una solución global. También es evidente que el creciente
riesgo causado por más emisiones globales plantea la urgente necesidad de una
autoridad global, ya que está comprometido un importante bien común global. Por
esta razón es necesario que las negociaciones internacionales apunten, como
propone Stefano Zamagni, a la creación de una Organización Mundial del Ambiente
(OMA). Para garantizar la salvaguarda del ambiente en nuestro planeta es
urgente que los países acuerden la creación de una autoridad global, que tenga
un poder efectivo y cuya legitimidad sea reconocida por todas las naciones. La
propuesta argentina, presentada en París por el anterior gobierno, es
insuficiente, ya que si todas las naciones hubiesen presentado una propuesta
similar a la nuestra, la temperatura global subiría cuatro grados centígrados,
sobrepasando ampliamente la meta de no cruzar la barrera crítica de los dos
grados. La tarea del Gobierno será elaborar ahora una nueva planificación
ambiental que apunte a respetar el medio ambiente y que debería incluir un
programa concreto y financiable de iniciativas de eficiencia y conservación
energética. Si nosotros acordamos actuar a partir de ahora con más sensatez
ambiental deberíamos, por ejemplo, acordar una propuesta nacional que propicie
la expansión de las nuevas energías limpias y también de las tradicionales,
como la hidroelectricidad (con cuidado del ambiente local). Nuestro gran
potencial hidroeléctrico nos está ofreciendo oportunidades de aprovechamiento
futuro, pero sin "capitalismo de amigos". Es hora de revertir el
proceso de "fosilización" de la energía que se impulsó durante la
última década. Los combustibles fósiles han cubierto casi totalmente el incremento
en la generación eléctrica entre 2003 y 2014, ya que las energías
hidroeléctrica, nuclear, solar y eólica apenas aportaron un 4% del incremento
de generación eléctrica. Por esta razón las emisiones de CO2 en nuestro sistema
eléctrico se incrementaron un 80% desde el año 2004. Un hecho es ya evidente:
respetar el límite de los dos grados centígrados exige una acción global de las
naciones, pero también un aporte de nuestro país que contribuya eficazmente al
esfuerzo global. Esperemos que la voluntad política de cuidar la Tierra para
nuestros hijos pueda expresarse en un gran acuerdo nacional que supere la
división entre oficialistas y opositores, ya que todos vivimos en la misma
"casa común", como bien dice el papa Francisco. Economista, ex
secretario de Energía de la Nación – tomado de la nación de ar
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