John Bolton se reunió con los «cocineros» en Miami, en un
espectáculo político que recuerda la deshonra eterna de estos mercenarios
Milicianos levantan sus armas en señal de victoria sobre el
enemigo invasor. Foto: Archivo Granma
El asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John
Bolton, durante un discurso febril, que coincidió con el aniversario 58 del
desembarco en la bahía de Cochinos, prometió a los derrotados veteranos
«cocineros» y «pinches de cocina» acabar con la «troika del mal».
En el hotel Biltmore, de Coral Gables, Bolton recibió tres
hurras durante su discurso: la primera, al confirmar el endurecimiento de
sanciones económicas contra La Habana; la segunda, al prometer la limitación de
los viajes, que volverán a ser solo familiares; la tercera, al revelar que las
remesas a la Isla se limitarán por persona a mil dólares por trimestre.
Se pudo apreciar en el acto, a un Bolton sonrosado y
sonriente, diríamos que hasta feliz, incapaz de vencer cierta inseguridad,
tratando de controlar un ligero temblor en la voz, quizá debido a su extrema
emoción. Era el primus inter pares en su ambiente, desquitándose de aquella
terrible vergüenza del pasado, cuando fue atrapado mintiendo descaradamente
sobre supuestas armas biológicas en poder del Gobierno cubano.
Los participantes, felices también, arropados por el jefe
yanqui, se ajustaban de vez en vez sus «pampers», imprescindibles desde
aquellos días de Playa Girón, para poder alzar los brazos y gritar sin peligro,
con un tono un poco más firme que aquella vez, cuando con un hilo de voz
clamaban: ¡Nos rendimos, yo vine de cocinero!
«Déjenme ser claro: la administración de Trump nunca, nunca
los abandonará», recalcó un Bolton
inspirado. «Necesitaremos su ayuda en los próximos días. Todos debemos rechazar las fuerzas del comunismo y el socialismo en este hemisferio, y en este país».
inspirado. «Necesitaremos su ayuda en los próximos días. Todos debemos rechazar las fuerzas del comunismo y el socialismo en este hemisferio, y en este país».
Dicen que se equivocaron al cantar el Himno Nacional cubano
al inicio del acto, no es de extrañar con semejante asistencia, y que alguna
que otra garganta se rajó y desafinó –eran muchas emociones juntas en un día
memorable–.
Cómo olvidar tamaña jornada, cómo olvidar –esos «heroicos
combatientes» con los que cuenta el actual Gobierno de los EE. UU. para
enfrentar al «comunismo y al socialismo»– el 17 de abril y los días que le
precedieron, las arenas de Girón, los milicianos, el pánico de la huida; cómo
olvidar que de la noche a la mañana los «aguerridos» soldados de la Brigada
2506 se transformaron en «cocineros», «pinches de cocina» y «sacristanes», cómo
olvidar que los cambiaron por compotas, no debe ser fácil llevar a cuestas la
deshonra eterna del mercenario.
Dicen que el gobierno yanqui les prometió concluir lo que
comenzaron en bahía de Cochinos. Es muy posible, los que desconocen la historia
están condenados a repetirla, porque cualquier aventura de los EE. UU. y sus
lacayos terminará de nuevo para ellos en otra costosa derrota. // tomado de la Granma de Cuba
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