AMPLIAR AHORA LA RESPUESTA A LA CRISIS DE LA COVID-19
(CORONAVIRUS) EVITARÁ MAYORES COSTOS MÁS ADELANTE
Vista aérea de una rotonda durante el confinamiento
provocado por la COVID-19, en que se pueden observar las calles vacías.
Fotografía: © fivepointsix/Shutterstock.
Después de una década de crecimiento ininterrumpido, la
economía mundial se detuvo repentinamente debido a la pandemia de COVID-19.
Ahora la pregunta no es si habrá una recesión mundial, sino qué
tan profunda será, y cuán rápido podrán los países superar la crisis sanitaria
y allanar el camino hacia la recuperación económica.
Las respuestas a estas preguntas serán especialmente
importantes para las economías en desarrollo, ya que es probable que sean las
más afectadas por la crisis.
Incluso antes del brote del nuevo coronavirus, la mayoría de
los países en desarrollo ya estaban en una situación
económica más inestable (i) que en el periodo previo a la recesión
mundial de 2009. El crecimiento había caído al nivel
más bajo de la última década (i). Los excedentes fiscales y de cuenta
corriente anteriores a 2009 se habían transformado en grandes déficits. La
deuda externa había alcanzado un máximo
histórico (i).
En resumen, estas economías se hubieran visto en apuros para
preparar una respuesta eficaz incluso a una recesión mundial moderada. En
cambio, lo que debieron enfrentar fue una calamidad económica y sanitaria
simultánea y sin precedentes en los tiempos modernos.
En el Grupo Banco Mundial, estamos elaborando pronósticos
detallados para nuestro informe Perspectivas
económicas mundiales, que se dará a conocer a principios de junio. El escenario de referencia preliminar analizado indica que
muchas economías en desarrollo probablemente caerán en franca recesión en 2020,
antes de que el crecimiento se reanude el próximo año.
Esta proyección sombría presupone que las cosas volverán
rápidamente a la normalidad. Por ejemplo, supone que el distanciamiento social
y otras medidas de mitigación serán eliminadas dentro de tres meses y que las
principales economías volverán a crecer rápidamente en el tercer trimestre de
2020. También da por sentado que los mercados financieros recuperarán la
estabilidad a medida que se restablezca la confianza de los inversores. Además,
supone que los grandes paquetes de apoyo monetario y fiscal seguirán vigentes
durante los próximos 18 meses.
En resumen, se anticipa que todo irá bien. Incluso bajo
estas hipótesis, la economía mundial caería en una profunda recesión en
2020 y la producción de las economías en desarrollo se reduciría en
alrededor de un 2 %. Esto no solo marcaría la primera contracción en estas economías
desde 1960, sino que también implicaría un crecimiento sorprendentemente débil
en relación con el crecimiento promedio de 4,6 % en los últimos
60 años.
Los resultados de crecimiento podrían ser mucho peores si no
se materializara al menos una de las premisas mencionadas. Incluso si la
aplicación de las medidas de mitigación durante tres meses demuestra ser eficaz
para detener la pandemia, los inversores y los hogares podrían seguir estando inquietos o
las cadenas de suministro locales o mundiales podrían no restablecerse. Las
familias podrían reducir el consumo y las empresas podrían posponer las
inversiones hasta estar seguras de una recuperación sólida. Los viajes
internacionales podrían reanudarse con ajustes y altibajos. Bajo ese escenario,
el impacto en la producción mundial sería mayor, y las economías en desarrollo
terminarían experimentando una recesión más profunda que podría reducir su
producción en casi un 3 %.
Las marcadas contracciones económicas tienden a causar daños
duraderos en las economías en desarrollo (i), disminuyendo el
crecimiento potencial durante un periodo prolongado después de la recesión, con
un grave impacto en la pobreza (i)
y la desigualdad.
Los encargados de formular políticas tienen una pequeña
oportunidad para limitar el sufrimiento provocado por la crisis y acortar su
duración. En los países en desarrollo, los responsables de las políticas
deberían enfocarse en la prioridad inmediata: atenuar la crisis
sanitaria. Tienen que adoptar políticas, adaptadas a las
circunstancias locales según sea necesario, para salvar vidas, salvaguardar los
medios de subsistencia, ayudar a las empresas a sobrellevar la recesión y
mantener el acceso a servicios públicos esenciales. También tienen que tomar
medidas para evitar que la crisis sanitaria se convierta en una crisis
financiera.
Pero la mayoría de los países en desarrollo no pueden hacer
frente por sí solos a la crisis porque sus coyunturas son aún más difíciles.
Los sistemas de salud en algunas de estas economías están sumamente mal
equipados. Grandes segmentos de la población se desempeñan en trabajos
informales, lo que significa que carecen de una red de protección social y será
más difícil llegar a ellos y apoyarlos en medio de la crisis. Las empresas
pequeñas y medianas tienden a ser un pilar de la actividad económica, pero generalmente
carecen de acceso a capital, por lo que un problema de liquidez para estas
empresas podría convertirse muy rápido en una crisis de solvencia.
Las economías en desarrollo que pueden ser las más afectadas
—aquellas que dependen del comercio, los
productos básicos o el turismo— suelen tener concentraciones más altas
de personas en situación de pobreza extrema. Ante la pérdida de ingresos, a
esas poblaciones les resultará más difícil cumplir con las medidas de
mitigación. En general, la mayoría de los países en desarrollo carecen de los
recursos y el espacio fiscal necesarios para implementar paquetes de políticas
que sean lo suficientemente amplios para apoyar la actividad económica y
superar la crisis.
El Grupo Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional
(FMI) respondieron de una manera sin precedentes, comprometiéndose a movilizar
toda su capacidad de financiamiento en los próximos 15 meses para ayudar a
las economías en desarrollo a gestionar la respuesta inmediata y
acelerar la recuperación. Y las economías del Grupo de los Veinte (G-20)
acordaron suspender los pagos oficiales de la deuda bilateral de los países más
pobres —al menos durante 2020— para que puedan invertir estos recursos en la
lucha contra la pandemia.
Pero ahora se necesita mucho más para ayudar a las economías
en desarrollo. Si el volumen de la respuesta de políticas no es acorde con la
magnitud de la crisis actual, se requerirá una respuesta mucho mayor más
adelante para enfrentar los daños. Es necesario cerrar filas en
todo el mundo: no solo los Gobiernos y las instituciones internacionales, sino
también los acreedores privados y las empresas.
Debemos movilizar de manera conjunta nuestras respuestas más
audaces para superar la peor crisis en generaciones. Todavía la
comunidad mundial tiene el poder de prevenir las posibles consecuencias más
graves de la pandemia, pero tenemos que actuar con decisión para contener los
daños y sentar las bases de una recuperación sólida.
•por CEYLA
PAZARBASIOGLU
Y AYHAN KOSE
Tomado de envio de banco mundial
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