sábado, 4 de febrero de 2012

CABALLO RENGO se fue para siempre

Ayer 26 de enero/2.012, a eso del mediodía, ese viejo caballo de Palo Santo, conocido como “el Caballo Rengo” se fue de este Mundo,… Se fue para siempre al País de las estrellas…
Sus últimas horas las pasó allí, echadito en el pasto,… en los terrenos que están frente a la Comisaría de Palo Santo,… a unos treinta metros de la calle De Michelli, un poco más allá del ferrocarril,… en un paisaje urbano poblado por pájaros tristes con un trasfondo de tonalidades amarillentas…
Yo estuve con él, a eso de las once y media de la mañana… Intenté darle agua, pero ya ni siquiera podía levantar su cabeza para beber… Lanzó un débil relincho,… como diciendo gracias… y como despidiéndose,… como avisándome que estaba a punto de viajar hacia el más allá… Luego recostó nuevamente el lado derecho de su rostro en el suelo, movió ligeramente sus brazos… y se quedó quieto, esperando el desenlace fatal… Poco rato después dejó de respirar y su corazón cansado se detuvo para siempre… El Rengo había muerto…
Al Rengo lo conocía desde hace casi veinte años… Por aquellos tiempos yo tenía un “programa de radio”, en una radio FM local, que se denominaba “Estrella Verde” y que se desarrollaba desde las 12 hasta las 14 horas… y, mientras el que suscribe se encontraba en la radio, fue a verme un “remisero”, quién me avisó que, en el “paso a nivel” de la entonces calle 7, se estaba un caballo sumamente aturdido y ensangrentado, al que algo o alguien le había seccionado casi totalmente una de las patas traseras…
Inmediatamente fui a verlo y, efectivamente, el animal estaba en ese lugar, con la pata totalmente amputada y parado (muy aturdido) en medio de las vías del ferrocarril en las que, por aquel entonces, todavía circulaban trenes con cierta frecuencia… Hablé con la Policía y el oficial que en aquellos tiempos era el Jefe de la Comisaría de Palo Santo, me sugirió que consiguiera una soga y que lo sacara rápidamente de las vías… “Yo enseguida voy para allá”, dijo, “y ya vamos a ver qué podemos hacer”, continuó…
Un rato después fue localizado el propietario del caballo, quien manifestó que “no tenía como curarlo” y que, si yo aceptaba, “me lo daba a mí para curarlo y hacerme cargo indefinidamente de él”… Y a partir de esa vez, el Rengo quedó conmigo hasta el día de su muerte. Le puse antibióticos y cicatrizantes… y la herida sanó, aunque, por supuesto, perdió para siempre una de sus patas traseras…
Durante casi veinte años anduvo pastando libremente en los “campos del ferrocarril” (donde ahora ya no pasan trenes)… Todos los días lo iba a ver, a controlar y a ayudarlo, si surgía algún problema… Pero en los últimos meses, cuando su edad ya debía superar los veinte años, comenzó a adelgazar de una manera realmente alarmante… Le inyecté antiparasitarios, suplementos vitamínicos y antibióticos, pero no conseguí que mejorara significativamente.
En el último mes su estado se agravó,… lo trajimos hasta muy cerca de casa, lo alimentamos con alfalfa y otros forrajes,… consultamos a algún veterinario que indicó más medicamentos…
Más, a pesar de todo, su salud continuaba decayendo… hasta que aquel 25 de enero se recostó en el suelo y no se pudo levantar más… y quedó allí, echadito en el pasto,… en los terrenos que están frente a la Comisaría de Palo Santo,… a unos treinta metros de la calle De Michelli, un poco más allá del ferrocarril,… en un paisaje urbano poblado por pájaros tristes con un trasfondo de tonalidades amarillentas… Un día después, el 26 de enero su corazón cansado dejó de latir… y Caballo Rengo se fue para siempre al país de las estrellas… Cosas que pasan…

Ramón M. Godoy

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