Managua es bonita por Doraldina
Zeledón Úbeda
Managua es bella por naturaleza. Cierto, está
desordenada, sucia y
ruidosa. Pero esos son atributos transitorios.
Está así ahora, no es que
así sea. Es como una niña despeinada y sucia,
si la vemos detenidamente,
iremos
descubriendo los rasgos que la hacen bonita. Y a medida que se
arregle, se verá muy linda. Eso pasa con
Managua.
esde que la conocí me gustó. Mi
papá venía a hospitalizar a mi hermano
Raúl. Y nos decía el nombre de los lugares por
donde pasábamos. Cuando
llegábamos a Managua, nos dijo: ése es el
lago. Yo saqué la cabeza por la
ventana. Mi pobre hermano venía calladito. Me
impresionó ver semejante
antidad de agua.
Años más tarde vine a estudiar, y como nos
sucede con frecuencia, me quedé
trabajando aquí. Comencé a conocerla, me
gustaban los parques y las
lagunas; incluso, a veces íbamos a resolver
tareas de la universidad, a
Xiloá.
Cumplíamos y nos divertíamos. Pero como también pasa, sólo
aprovechamos las oportunidades y hacemos poco
o nada a cambio de la posada.
El año
pasado me propuse redescubrir sus bellezas. Quise disfrutarla, para
eso tenía que verla con otros ojos. Me dije:
no le hagás caso a la basura
ni al ruido, ahora vas a ver lo que hay más
allá. Me dispuse a admirar cada
elemento, natural y cultural. A disfrutar de los
árboles, las aves y la
amabilidad de las personas; pues aunque
parezcan indiferentes a primera
vista, si nos acercamos, descubriremos que sus
habitantes son amables. Así
me pasó con un joven, cerca del cementerio San
Pedro. Era un muchacho del
vecindario. Yo sentí confianza. Conversamos
mientras caminábamos. Me contó
sobre el barrio Bóer y el camposanto.
Cada vez aprovecho una salida para
admirar el entorno de mi gira. Así, un
día que iba para el Teatro, como ya no estaba
la exposición de pintura, fui
al parque central. Está bien cuidado. Me
senté. Escuché los pájaros y pensé
en Rubén Darío. Observé las plantas y al manso
lobo de Francisco de Asís.
Conversé con un lustrador. Me mencionó las
aves y árboles que hay (yo
pensaba: hace falta rotularlos con sus nombres
científicos y regionales).
Me gustó que hubiese carteles contando nuestra
historia. ¿Qué tal si
escucháramos la viva voz de los protagonistas?
Bueno, tal vez sea mejor en
un museo.
Luego fui hacia el malecón. Siempre me
impresiona el lago. Si lo veo mil
veces y mil veces lo admiro. Me gustan las
crestas suaves de las olas,
parecen cabellos ondulados. ¿Serán la
cabellera de Managua? Desde ahí
divisé el puerto Salvador Allende. Ya lo
habíanos visitado otras veces.
Está bonito y acogedor. Se puede conversar sin
la molestia de ruidos,
mientras se disfrutan las pinceladas
anaranjadas del atardecer.
Otro día recorrí el Parque Luis
Alfonso Velásquez. Me imaginé uno así en
cada ciudad. También anduve por el
Parque japonés, me gustó la
tranquilidad, parece poco visitado. Quizás fue
el momento en que llegué.
Anduve por Asososca. Qué bondadosa es la
naturaleza y qué privilegiada es
Managua, otra laguna que le da belleza y
además le calma la sed. Y con
frecuencia paso por Tiscapa. ¡Una laguna en el
propio centro de la ciudad!
Y arriba, un mirador natural. Mientras pasaban
los vehículos, imaginé una
calle peatonal, un paseo bajo frondosos
árboles, sin ruido de autos; sólo
voces, risas y cantos de aves. Es un lugar
para gozar de la naturaleza y
apreciar nuestra capital.
Cuando íbamos a ver los altares de la
Purísima, admiré las casitas
coloridas de los sobrevivientes del Nemagón.
Ya se acabaron las champas de
plásticos negros. Qué alegría ver
también obras sociales.
Me faltan lugares que admirar. Invito a que lo
haga usted también. Pero
para disfrutar de Managua, hay que aprender a
quererla y cuidarla. Creo que
deberíamos "amarla a la antigua":
"Cantarle canciones, escribirle poesías,
llenarla de rosas".
Enviado red periodistas
ambientales
Managua, Nicaragua |
elnuevodiario.com.ni
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