Perú debería ser
capaz de superar el mercantilismo hegemónico, insustentable ambientalmente,
para que dentro de un año esté a la altura de la responsabilidad histórica que
se le ha asignado: ser sede de la 20ª Conferencia de las Partes (COP 20) de la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Estamos a poco más de un año de que se realice en Lima la
versión número veinte de la Conferencia de las Partes (COP 20) de la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el evento más
importante a nivel mundial para enfrentar la aguda crisis socioambiental
producto del calentamiento global, frente al cual Perú, en base a su riquísima
diversidad climática y territorial, es justamente uno de los países más
vulnerables y en riesgo, según informes científicos.
En este vigésimo intento se espera alcanzar un nuevo pacto
para reducir efectivamente las emisiones de gases que producen el calentamiento
global, que reemplace al fenecido Protocolo de Kioto, no ratificado o
abandonado por varios de los países con mayores responsabilidades, empezando
por Estados Unidos, y con escasos y desacreditados resultados.
Estados Unidos es el país con la paradójica posición de ser,
al mismo tiempo, el de mayor responsabilidad e irresponsabilidad ante el
calentamiento global. Y es que las medidas necesarias para frenar el
calentamiento global son inaceptables para el país paradigma de la
desregulación y la no intervención en la economía. Receta que el Perú oficial
sigue con fe ciega, a pesar de que mientras Washington la impone como única
“responsable”, muestra una insoportable crisis de déficit público, una
borrachera de emisión de dólares sin respaldo de riqueza real y sigue siendo el
principal accionista de bancos y empresas privadas a las que “rescató” con los
impuestos de la gente de a pié cuando la crisis de hace algunos años.
La COP 20 parece no poder escapar de la feroz ortodoxia
mercantil. La página oficial del Ministerio del Ambiente de Perú en Internet cuenta
con una nota informativa donde además de los datos básicos pertinentes,
enfatiza el buen negocio económico que la Conferencia representa para el país.
Literalmente señala: “Los beneficios por ingresos económicos serían inmediatos
y oscilarían entre los cuarenta y cuarenta y cinco millones de dólares, solo en
el primer mes, por el gasto directo en hoteles, restaurantes y compras de los
más de quince mil visitantes. Eso sin considerar los gastos adicionales en
turismo al interior del país, que podrían significar otros diez millones de
dólares”.
No es la página del Ministerio de Economía, ni de Comercio
Exterior y Turismo. Es la del Ministerio del Medio Ambiente, informando sobre
una cumbre mundial donde se juega nada menos que la supervivencia de la especie
humana, gravemente amenazada.
“¿Preservación del medio ambiente? Sí, pero siempre y cuando
no choque con el lucro de los negocios, o mejor aún, represente más ganancias”,
es el irresponsable mensaje que pone a la humanidad en la permanente impotencia
de las políticas de Estado a nivel global.
Hace apenas menos de dos meses, a principios de setiembre,
el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, inauguró el Foro de las
Islas del Pacífico en las Islas Marshall, al noreste de Australia. El tema central
es el hundimiento lento pero indetenible de las propias Marshall y otras hasta
un total de diez islas del Pacífico, producto del alzamiento del nivel del mar
por el derretimiento de hielos que genera el calentamiento global. Kerry señaló
en su discurso de apertura que “la evidencia científica del cambio climático”
es “irrefutable” y “alarmante”.
Contradictoriamente, Kerry no estaba presente en el
encuentro, lo decía en una alocución grabada en vídeo. Su prioridad estaba en
empujar la intervención militar de su país en Siria, que seguramente, de no
haber sido impedida finalmente, aumentaría los daños ambientales y la crisis
humanitaria de ese país. Es que Estados Unidos está en decadencia económica y
su única “ventaja comparativa” frente a las economías emergentes es la guerra,
la industria de la muerte y su secuela de desplazados.
Ya hace algunos años, los millones de desplazados por
razones ambientales superaban a los desplazados por las guerras. Principalmente
por falta de agua y en su mayoría en África. Parafraseando el famoso poema de
Bertolt Brecht: “primero vinieron por los africanos, pero como yo no era
africano”… Ahora se suman los cientos de miles de isleños del Pacífico forzados
en cámara lenta no sólo a la migración sino también a la apatridia. “Pero como
yo no era isleño del Pacífico”… Una metáfora plenamente certera la del poema de
Brecht, cuando termina diciendo: “Ahora vienen por mí, pero ya es demasiado
tarde”. Se sabe que, a la larga, con más tiempo, desaparecerá buena parte de
las costas en el Pacífico, incluyendo del propio Estados Unidos y también del
Perú.
¿Será capaz el Perú oficial de superar el mercantilismo
hegemónico, insustentable ambientalmente, para estar a la altura de la tarea y
la responsabilidad histórica que le han cabido en suerte con la COP 20 o
seguirá ferozmente aferrado a la idea de que se trata principalmente de una
buena oportunidad para hacer negocio?
Toc toc, ¿hay alguien ahí?
Ricardo Jiménez A. consultor del proyecto “Perú Migrante”
de Forum Solidaridad Perú.
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