Su Administración
lanzó una ofensiva en favor del cambio climático que incluye frenar la
extendida explotación del gas no convencional, como el que atesora Vaca Muerta,
aunque emite la mitad de gases
invernadero que el carbón. La Agencia de
Protección Medioambiental propone reducir los gases 30% en 2030 respecto de
2005.
Si se cumple el ambicioso plan, las plantas estadounidenses
dejarán de lanzar a la atmósfera otros 430 millones de toneladas de dióxido de
carbono hasta 2030 (Estados Unidos es el segundo emisor mundial, detrás de
China, que lo duplica).
La movida puede ser decisiva a nivel global, pero encontrará
oposición en la industria energética y el Congreso norteamericanos. La agencia
AP se hizo algunas preguntas para resumir el significado de las medidas.
¿Cuánta contaminación apunta a evitar realmente este plan?
La propuesta plantea un recorte de 30 por ciento en las plantas de energía a
base de combustibles fósiles, pero la propia Agencia de Protección del Medio
Ambiente acepta que ya redujeron las emisiones de CO2 casi 13 por ciento desde
2005, o casi la mitad de la meta.
¿Por qué apuntar a las centrales de energía? Son la
principal fuente de emisión de gases responsables del calentamiento global y
representan el 38 % de todos los gases de efecto invernadero en Estdos Unidos,
pero no han tenido un límite nacional. Tres cuartas partes de esas emisiones, a
su vez, provienen de plantas alimentadas con carbón (antigüedad promedio 42
años y 11% de más de 60 años).
De aplicarse al pie de la letra, ¿este paquete de medidas va
a hacer mella en el calentamiento global? Tendrá un impacto pequeño. Acercará a
Estados Unidos a una reducción próxima al 17 por ciento para 2020 respecto de
los niveles de 2005, pero se quedará muy corto con las reducciones globales que
los científicos dicen que se necesitan para estabilizar la temperatura del
planeta. Las centrales eléctricas alimentadas con combustibles fósiles
estadounidenses sólo representan el 6 % de las emisiones globales de CO2.
Aquí debajo, dos periodistas especializados del New York
Times también analizan la situación y las opciones por delante.
(Por Justin Gillis y
Henry Fountain, para el New York Times).- Al final de su primer año en el
cargo, en 2009, el presidente Barack Obama viajó a Copenhague e hizo una gran
promesa: Estados Unidos reduciría sus emisiones de gases de efecto invernadero
sustancialmente para 2020. Fue una promesa audaz y arriesgada considerando que
necesitaba de un Congreso reacio a hacerlo posible.
Los esfuerzos de Obama se empantanaron en cuestión de meses
y su promesa al resto del mundo pronto pareció un sueño imposible.
Pero ahora Obama pasa por encima del Congreso y da uno de
los pasos más importantes que cualquier presidente estadounidense haya dado
sobre cambio climático: proponer nuevas normas para reducir las emisiones en
las centrales eléctricas.
Aún así, el plan del presidente apenas puede alterar las
emisiones globales que segun los científicos amenazan el bienestar de las
generaciones futuras.
“¿Es suficiente para detener el cambio climático? No” , dijo
Ted Nordhaus, presidente del Breakthrough Institute, un centro de estudios
ambientales en Oakland , California. “Ningún líder político en el mundo tiene
una agenda seria para hacer eso”.
Tras el fracaso de Obama para impulsar su propuesta sobre
cambio climático en el Congreso en 2010, el destino intervino para contribuir
con su objetivo. Gracias en parte a un exceso de gas natural que pocas personas
vieron venir, las emisiones de Estados Unidos ya han caído 10 por ciento desde
sus niveles de 2005 y seguirán cayendo aunque ya no gobierne Obama.
Está claro que el objetivo inmediato de Obama no va a
resolver el problema de las emisiones, sino sólo hacer que el país se mueve más
rápido en la dirección correcta. Las nuevas medidas ofrecen un poco de
esperanza de que Estados Unidos y otras naciones logren recortes a una escala
necesaria para cumplir con lo acordado a nivel internacional para limitar el
calentamiento global.
Con todo, los expertos dicen que cumplir con la promesa de
Obama en Copenhague -una reducción del 17 por ciento de gases invernadero en el
país para 2020 en comparación con los niveles de 2005- sería bastante probable
de cumplir si su nuevo plan sobrevive.
El esfuerzo de Obama está dirigido no sólo a trazar un nuevo
rumbo dentro de Estados Unidos, sino a recuperar para el país el áurea de un
liderazgo internacional en la lucha contra el cambio climático. Si esta
política impulsa objetivos más ambiciosos de parte de otros países, los
expertos dicen que podría convertirse en un punto de inflexión.
La prueba llegará pronto, ya que los líderes mundiales se
reunirán en Nueva York en septiembre para tratar de avanzar en un nuevo tratado
climático mundial (convocados por el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon,
ndr).
Se supone que los líderes prometerán nuevos y ambiciosos
objetivos de recorte de emisiones para sus países, con vistas a un tratado
final previsto para finales de 2015 (en la cumbre climática de París, ndr).
“Obama es el primer presidente estadounidense que empuja
permanentemente hacia la baja las emisiones de Estados Unidos y por hacer en el
corto plazo que el país tome el liderazgo global para afrontar el problema”,
dijo Paul Bledsoe, analista energético del German Marshall Found.
Las naciones han establecido una meta para limitar el
calentamiento del planeta a 3,6 grados Fahrenheit, o 2 grados centígrados, por
encima de los niveles pre industriales. Para que eso pase, muchos estudios
sugieren que las emisiones globales deben llegar a un pico máximo en 2020 y
luego empezar a caer.
Hoy en día , las emisiones no están cayendo lo
suficientemente rápido en Occidente y se ven además largamente descompensadas
por un rápido aumento en Oriente. Los expertos dicen por ello que llegar al
pico global ya en 2020 es sumamente improbable, si no imposible, y que eso
pasará así incluso si Estados Unidos y otros países se las arreglan para
mantener las promesas que hicieron en 2009.
Bien entrada la década de 2020, todavía será técnicamente
posible cumplir el objetivo de limitar el calentamiento global, pero cuanto más
demoren las grandes naciones la adopción de serias medidas, más costoso y
perjudicial les resultará al final.
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El nuevo plan de Obama para adecuar las plantas de energía
tomará no menos de un año, y después de pasar por amplias revisiones abiertas a
la ciudadanía, de afrontar objeciones
legales y, finalmente, de soportar un posible intento de sectores del Congreso
por bloquearlo.
Así como fue diseñado originalmente, el plan bloqueará una
conversión hacia el gas natural (obtenido por fracking, ndr) que ya está en
marcha en Estados Unidos por razones económicas.
En los últimos años, a medida que la tecnología conocida
como fracking trajo una avalancha de gas natural al mercado y bajó sus precios,
las empresas de servicios públicos sustituyeron el carbón por el gas para
generar electricidad. Eso reduce las emisiones porque el gas natural emite casi
la mitad el dióxido de carbono que el carbón para producir la misma energía.
Pero el gas natural sigue siendo una fuente importante de
emisiones de gases de efecto invernadero y eso genera interrogantes sobre cómo
Estados Unidos puede dejar de depender de ese combustible en los próximos años.
En virtud de la Ley de Aire Limpio, la legislación que Obama
confía en hacer aprobar, los estados tendrán un papel importante y podrán tomar
sus decisiones sobre cómo hacerlo. Pero los expertos en general creen que esas
políticas van a acompañar la creciente tendencia a depender del gas natural,
incluso si el precio sube.
“ Obama declaró una guerra al carbón”
Sin dudas, muchas plantas de energía que queman carbón
seguirán funcionando, posiblemente durante décadas, mientras los estados
encuentran maneras de compensar las emisiones, con mejoras en la eficiencia de
hogares y empresas. Pero si el plan actual prospera, la industria del carbón,
en el mejor de los casos, enfrentan un futuro de disminución paulatina de su
cuota.
Quizás la pregunta más importante sobre el plan de Obama es
si pondrá en marcha el motor de la innovación estadounidense, la producción de
las nuevas tecnologías y enfoques económicos que hagan que para el país -y el
mundo- las metas climáticas parezcan más alcanzables.
Durante más de una década, quienes trabajan en los centros
gemelos de la inventiva económica estadounidense, Wall Street y Silicon Valley,
han alentado hacer frente al problema climático. Pero han sido bloqueados por
la falta de una política nacional clara sobre hacia dónde se dirigía el país.
Muchas luminarias tecnológicas del país, entre ellos Bill
Gates, han instado al Congreso a duplicar o triplicar el gasto del país en
investigación y desarrollo básicos en el campo de la energía. El Congreso los
ha ignorado en gran medida y Obama no tiene la capacidad por sí mismo para
reconducir fondos.
Sin embargo, algunos expertos dijeron que su nuevo plan
puede, al menos, enviar una señal al capital privado de que éste es el momento
de involucrarse y de tratar de resolver el desafío energético.
” Una vez que haya reglas, los ingenieros realmente se
plantearán la cuestión de cuál es la forma más barata de hacerlo”, dijo Kevin
Kennedy , director de la Iniciativa Climática de Estados
Unidos del World Resources Institute, un think tank . “Los ingenieros
estadounidenses son bastante buenos para este tipo de cosas”. Enviado en red
foroba
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