El asesino del león Cecil Difícil imaginar
qué se siente: empuña el rifle; define el blanco a través de la mira; afina el
pulso. Allá a lo lejos, un animal desprevenido. Un animal como cualquiera, que
igual al que lo tiene en la mira, requirió 4.600 millones de años para estar
allí a esa hora.
No sabe que tiene los segundos contados. El rifle lo empuña
alguien a quien la muerte proporciona placer, le permite alardear, sentirse
pleno por matar a quien no le causaba ningún problema.
Así mataron a Cecil, el emblemático león de Zimbawe. Lo mató
un odontólogo gringo ayudado por guías que se vendieron por un puñado de
dólares. Claro que el sadismo fue mayor: quedó herido por una flecha y durante
40 horas agonizó mientras su victimario lo perseguía para propinarle la
estocada final. Moría sin saber qué hizo de mal.
¿Qué se sentirá acabar así con otra vida? Walter Palmer, el
cazador, explicó que ama su actividad y ‘la ejerce responsablemente’.
Estremece. Ha sido la visión antropocéntrica reinante del mundo.
Fue Cecil, pero sucede por todo el planeta: muerte a cambio
de ego, o de dinero que pronto se acabará, como se han acabado muchas especies
y otras siguen ese camino. Del rinoceronte blanco quedan solo 4 individuos tras
morir esta semana uno. La caza los exterminó.
Cecil era parte de un proyecto de investigación para conocer
más de los leones. Palmer no solo lo mató a él: mató su grupo. La muerte de un
macho, según David Macdonald, de Wildlife Conservation en la Universidad de
Oxford, quien participa en la investigación, afecta la coalición de la que era
parte. Los machos que llegarán matarán los cachorros para imponerse.
“Una conclusión simple es que un león menos es solo un león
menos. La realidad es que un león menos puede derivar en la muerte de muchos
otros y en la remodelación de su espacio y organización”.
Como cuando en nuestras carreteras exhiben para la venta
monos, aves, reptiles apartados a la brava de su medio; solo serán objetos
decorativos en la casa de los compradores mientras el grupo del animal sufre su
ausencia
O como cuando taurinos y galleros disfrutan con la tortura
animal mientras beben o apuestan. El dentista, plácido andará hablando a sus pacientes
de su hombría y tino. El taurino y gallero dirán que este o aquel toro o gallo
pagó la tarde.
Ahora Cecil será el símbolo de la vida, un aliento para
quienes la defienden.
¿Qué se sentirá matar así?.
RAMIRO VELASQUES GOMEZ - TOMADO DE EL COLOMBIANO
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