Cacería en el mar: el pesquero ilegal más buscado del mundo
Con la ayuda de dos barcos, la organización ambientalista
Sea Shepherd persiguió a la embarcación Thunder durante 110 días; recorrieron
más de 18.000 kilómetros en dos mares y tres océanos, hasta capturarla Por Ian
Urbina | The New York Times Al acecho.
Una foto tomada desde uno de los barcos de la organización ambientalista Sea
Shepherd, que persiguió al pesquero ilegal Thunder durante 110 días; en la
imagen se ve cómo se quema basura ilegalmente en la embarcación.
A BORDO DEL BUQUE BOB BARKER.- Mientras el Thunder zozobra
frente a las costas de Nigeria, tres hombres recorren la cubierta reuniendo
evidencia de los delitos cometidos por la embarcación, el pesquero de arrastre
más infame del mundo, antes de que se lo traguen para siempre las aguas. En las
entrecortadas imágenes capturadas por las cámaras instaladas en sus cascos
puede verse a los hombres juntando todo lo que pueden durante 37 minutos: las
bitácoras del capitán, una laptop, mapas y un pescado de más de 100 kilos. El
video muestra que el depósito de pesca del Thunder estaba lleno en una cuarta
parte, y que la sala de máquinas estaba casi sumergida. "Se hunde, no hay
manera de frenarlo", le informan por radio al Bob Barker, la embarcación
que los espera en las inmediaciones. No bien logran abandonar la nave, el
Thunder desaparece bajo el agua. Fue el final inesperado de una cacería
extraordinaria. Durante 110 días, el Bob Barker y otro buque persiguieron al
pesquero tan de cerca que desde cada uno de los tres barcos podían verse hasta
los resplandores de los cigarrillos de sus capitanes en medio de la noche. Un
juego de gato y ratón de proporciones épicas, en el que los barcos tuvieron que
maniobrar entre témpanos de hielo, enfrentaron tormentas ciclónicas, lidiaron
con motines y cruces entre tripulaciones rivales, y hasta estuvieron a punto de
chocar. Fue la persecución más larga en la historia de un pesquero ilegal. Las
infracciones a escala industrial a las restricciones a la pesca y en las áreas
protegidas son la razón principal del agotamiento de las mayores reservas
pesqueras del mundo. Como consecuencia, se calcula que desapareció más del 90%
de los grandes peces oceánicos, entre ellos, el atún, el marlín y el pez
espada. Interpol había emitido una alerta roja para el Thunder, pero ningún
gobierno estaba dispuesto a dedicar el personal y los millones de dólares
necesarios para capturarlo. Así que la organización Sea Shepherd tomó la posta,
persiguiendo al fugitivo de 202 pies de largo y flancos de acero desde un
desolado parche de océano en las aguas antárticas, pasando por todos los
puertos donde recalaba, desde donde las tripulaciones podían alertar a las
autoridades. "El negocio de los pesqueros ilegales es pasar
inadvertidos", dice Peter Hammerstedt, capitán del Bob Barker, mientras
intenta mantener el curso de su nave entre el oleaje. "Nuestro plan era
dejarlos tan expuestos que no tuvieran escapatoria", agregó. La historia
de la persecución del Thunder hasta su hundimiento, en abril, que puede
reconstruirse a partir de las transmisiones de radio, entrevistas, registros
náuticos y bitácoras del Bob Barker y el Sam Simon, su compañero de aventuras,
deja al descubierto que en alta mar todo parece valer, ya que la legislación
benigna y la falta de patrullaje facilitan tanto la persistencia de la
criminalidad como la justicia por mano propia. La pesca ilegal es un negocio
mundial que mueve unos 10.000 millones de dólares anuales en ventas y que no
para de crecer, ya que las nuevas tecnologías permiten que los pesqueros se
adentren en alta mar con gran eficiencia. Y si bien los países, con distinto
grado de efectividad, suelen patrullar sus costas, son muy pocos los que
patrullan las aguas internacionales, por más que las normativas marítimas de
las Naciones Unidas los hace responsables de los pesqueros ilegales que lleven
su bandera. Esa situación da lugar a la intervención de organizaciones como Sea
Shepherd, que se describe como un grupo de ecojusticieros que suelen recurrir
al lema "Para atrapar a un pirata hace falta otro pirata", y en cuyos
barcos ondea una versión de la bandera de la calavera y los fémures cruzados.
Según sus líderes, la cacería del Thunder no sólo tenía como objetivo la
protección de especies ictícolas en rápida desaparición, sino también dejar
constancia de que las violaciones flagrantes a la ley pueden ser llevadas ante
la justicia.Los expertos en leyes marítimas cuestionan la autoridad legal del
grupo para hacer sus actividades, que van desde el corte de redes de pesca y el
bloqueo de barcos hasta embestir contra balleneros, pero Sea Shepherd argumenta
que esos métodos son imprescindibles. Y algunos funcionarios de Interpol
coinciden. "Son rastreadores de fugitivos marítimos", dijo un agente
de Interpol que habló bajo condición de anonimato. "Y consiguen buenos
resultados." PROHIBICIÓN El Thunder tenía prohibido pescar en el Antártico
desde 2006, pero al pesquero se lo vio repetidamente en la zona en estos
últimos años, al punto que en diciembre de 2013 Interpol emitió un boletín
detallado en el que lo describe como el barco más infame de los que integraban
su lista de alertas rojas y el que más dinero había embolsado por la venta de
pesca ilegal: más de 76 millones de dólares en la última década, según
estimaciones de la agencia. La especie más codiciada por el Thunder era la
merluza negra, conocida en la industria como el "oro blanco", ya que
en los restaurantes exclusivos de los Estados Unidos sus filetes suelen costar
más de 30 dólares el plato. En diciembre pasado, en su segundo día de surcar
las aguas tras el Thunder, el Bob Barker vislumbró a su presa. Primero apareció
como una luz roja que parpadeaba sobre la pantalla de un radar normalmente
vacía. Avanzaba lentamente, a unos seis nudos de velocidad, hacia una imponente
marea de témpanos flotantes del tamaño de edificios. El capitán Hammerstedt se
acercó hasta unos 400 pies del Thunder. Con ayuda de un intérprete, se comunicó
por radio con los oficiales del Thunder, en su mayoría españoles y chilenos, y
les advirtió que la nave tenía prohibido pescar en esas aguas y que sería
detenida. Desde el Thunder respondieron: "No, no, no. Negativo. Negativo.
No tienen autoridad para capturar este barco. No tienen autoridad para capturar
este barco. Vamos a seguir navegando, pero no tienen autoridad para capturar
este barco. Fuera". "Sí, tenemos autoridad", dijeron desde el
Bob Barker. "Informamos de su posición a Interpol y a las autoridades de Australia."
Desde el pesquero respondieron: "OK. OK. Pueden informar nuestra posición,
pero no pueden abordar este barco, no pueden venir a arrestarnos". La
tripulación del Thunder, que había estado trabajando en la cubierta de popa,
desapareció abruptamente en el interior de la nave. El pesquero, que había sido
adaptado para otras formas de pesca de aguas profundas, duplicó súbitamente su
velocidad y se lanzó a la fuga, con el Bob Barker mordiéndole los talones. Se
encontraban en un estrecho del mar Antártico llamado Banco de Banzare, que los
hombres de mar conocen como "The Shadowlands", por contarse entre las
aguas más remotas e inhospitalarias del planeta, a casi dos semanas de travesía
del puerto importante más cercano. Esa primera noche de persecución, el 17 de
diciembre de 2014, Hammerstedt hizo esta entrada en su bitácora: "El Bob
Barker seguirá de cerca al Thunder y mantendrá informada a Interpol de su
posición". Mientras el Bob Barker perseguía al Thunder, el Sam Simon
localizó a otra nave buscada por Interpol, llamada Kanlun y finalmente logró
que su capitán desembarcara en Phuket, Tailandia, donde aún permanece la nave.
El Sam Simon también ubicó a otro pesquero de merluza negra llamado Yongding,
que pronto también fue detenido. El Thunder, sin embargo, era el premio mayor.
Mientras el Bob Barker iniciaba la persecución, la tarea inicial del Sam Simon
era quedarse en el Banco de Banzare y recoger los más de 70 kilómetros de red
ilegal que el Thunder había dejado abandonada, evidencia para un posible
juicio. Recoger las redes era peligroso. La cubierta del Sam Simon estaba
resbaladiza, llena de cosas y casi congelada. Los flancos del barco eran bajos,
y era fácil caerse por la borda. Abajo, las marmóreas aguas polares eran
garantía de muerte; no por ahogamiento, sino por falla cardíaca. ORIGEN Construido
en 1969 en astilleros de Noruega, el Thunder tuvo muchos nombres a lo largo de
los años (Vesturvón, Arctic Ranger, Typhoon I, Kuko y Wuhan N4), y estaba
registrado para navegar con bandera de muchos países (Gran Bretaña, las islas
Feroe, las Seychelles, Belice, Togo, Mongolia y, más recientemente, Nigeria). Durante
sus meses finales, la tripulación alcanzaba los 40 hombres (30 de ellos
indonesios); los oficiales, de origen español, y el capitán, Alfonso R.
Cataldo, un chileno de 48 años. Según consta en algunos registros marítimos, la
empresa operadora del Thunder es la panameña Trancoeiro Fishing, pero la propiedad
del barco es un misterio envuelto en empresas fachada de las islas Seychelles,
Nigeria y Panamá. Trancoeiro Fishing no respondió la consulta periodística.
Contactados a través de familiares, tres de los oficiales del barco se negaron
a hacer comentarios, mientras que otros, incluido el capitán, no pudieron ser
localizados. Tras ser visto en el Antártico, el Thunder puso proa al Norte,
hacia los
Rugientes Bramadores, la peligrosa franja de latitudes 40 y 50 del
sur del océano Índico, donde los vientos aulladores alcanzan velocidades de 115
kilómetros por hora y las olas, casi 20 metros de altura. El capitán
Hammerstedt, un sueco de 30 años con cara de nene, era respetado por su
tripulación por sus dotes de navegante y su calma ante los problemas. Una década
de lucha contra la caza de ballenas los había curtido en feroces tormentas y
violentas confrontaciones. Así y todo, cuando se preparaba para perseguir al
Thunder hacia el interior de esa vastedad de agua en una zona de bajas
presiones, se preocupó. Durante los siguientes dos días, mientras el Thunder se
mantenía firme a pesar del vendaval, el Bob Barker picaba hacia arriba y hacia
abajo, inclinándose hasta 40 grados ante el embate de olas de 15 metros de
altura. En la cubierta inferior, las violentas oscilaciones del barco hicieron
desbordar el combustible de los tanques, y el interior del barco se llenó del
humo de los motores diésel. Un barril se desprendió de cubierta e inundó de
aceite los camarotes inferiores. La mitad de la tripulación tenía náuseas. Atravesada
la tormenta, los barcos entraron en varios días de silencio de radio. Además de
una lucha de voluntades, fue una carrera de resistencia y de combustible.
Mientras que el Bob Barker nunca abandonó la persecución del Thunder, el Sam
Simon se separó varias veces para reabastecerse. Cada vez que ambas naves se
acercaban lo suficiente como para conectarse a través de una manguera de
aprovisionamiento, el Thunder viraba 180 grados y se metía como cuña entre las
naves para frustrar el intento. El 7 de febrero, las tensiones hicieron
erupción. Cuando el Thunder arrojó las redes de pesca, Hammerstedt intentó
bloquearle el paso. El Thunder respondió cargando contra el Bob Barker.
Hammerstedt puso reversa de inmediato, evitando la colisión por menos de un
metro. Al día siguiente, podía verse a los hombres del Thunder preparar sus
redes. Se comunicaron por radio con el Barker para avisarles que se proponían
pescar. "Si lo hacen, les cortamos las redes", amenazó Hammerstedt. Instantes
después, cuando el pesquero soltó sus redes, Hammerstedt dio la orden a sus
hombres, que comenzaron a cortar las boyas, haciendo que las redes se
hundieran. "¡Se están robando nuestras boyas! ¡Eso es ilegal!", tronó
el capitán Cataldo desde el Thunder. El
Bob Barker respondió que había levantado las boyas porque eran evidencias de un
delito. "Vamos a ir hacia ustedes a recuperar nuestras boyas",
respondió furioso el capitán del Thunder. "¡Las tienen que devolver!"
Y a continuación agregó: "Esta guerra la empezaron ustedes".
Convirtiendo al cazador en presa, el Thunder se lanzó a toda máquina sobre el
Bob Barker, que logró escapar, mientras su tripulación se deleitaba viendo cómo
el pesquero desperdiciaba combustible. Tres horas más tarde, el capitán del Thunder
retomó su curso originario. AYUDA La llamada de auxilio llegó a las 6.39.
"¡Solicitamos auxilio, solicitamos auxilio!", rogaba por radio el
capitán del Thunder. "¡Nos hundimos!" Dijo que el Thunder había
chocado con algo, tal vez un barco carguero. "¡Necesitamos ayuda!" Los
activistas de Sea Shepherd estaban desconcertados. Si bien advertían ciertos
movimientos extraños en la cubierta del Thunder, no mostraba señales de una
colisión. De todos modos, acordaron que el más espacioso Sam Simon recibiera a
bordo a la tripulación del pesquero. Chakravarty llamó a una reunión en su
puente de mando. "Nos duplican en número. La situación es peligrosa",
les advirtió a sus hombres. Les dio instrucciones de cambiarse la ropa informal
y ponerse los uniformes. Los visitantes debían ser acompañados al ir al baño,
habría una guardia permanente de dos hombres desde la cubierta superior, y
nadie debía preguntarles nada sobre temas de pesca. A las 12.46 del 6 de abril
pasado, la bitácora del Sam Simon registra lo siguiente sobre el Thunder:
"Se está yendo a pique". Para entonces, la tripulación del pesquero
ya estaba a bordo de los botes salvavidas. Mientras tanto, tres tripulantes del
Bob Barker subían a bordo del Thunder para intentar rescatar la evidencia. "Les
doy 10 minutos", les dijo Hammerstedt por radio a sus hombres. Luego de
recuperar carpetas, mapas y computadoras del puente de mando, los hombres se
dirigieron a la sala de máquinas y la encontraron casi completamente bajo el
agua. Sobre la mesa de la cocina, un pollo a medio descongelar. A bordo del Sam
Simon, los oficiales del Thunder se mostraban hoscos y poco conversadores.
"¡Estúpido!", le gritó uno de ellos al fotógrafo de Sea Shepherd que
tomaba imágenes. Chakravarty se contactó con las autoridades portuarias más
cercanas, en Santo Tomé y Príncipe, la diminuta nación insular frente a las
costas de África Occidental, y arregló con la policía e Interpol para que los
estuvieran esperando. Al llegar, los oficiales de mando del Thunder fueron
arrestados. En julio, tres oficiales fueron acusados de una variedad de cargos,
incluidos los de contaminación, negligencia y falsificación. Pero los
funcionarios de Interpol admiten que la pérdida del barco y de la evidencia que
se hundió con él, su carga de pesca, las computadoras de a bordo y otros
equipos, hacen difícil la presentación de cargos. Aunque aliviados sabiendo que el Thunder ya
no anda suelto, la gente de Sea Shepherd y las autoridades de la ley tienen
sospechas sobre el modo en que terminó el Thunder. En las inmediaciones no
había ninguna otra embarcación, antes que el pesquero se hundiera, y las
escotillas no estaban selladas para impedir el paso del agua, sino abiertas de
par en par. Esos indicios sugieren que el barco fue hundido intencionalmente,
tal vez para evitar que fuese capturado por la policía en alta mar. La
tripulación del Sam Simon también recuerda otra cosa. Mientras llevaban a
tierra a los tripulantes del Thunder, el capitán Cataldo se trepó a una pila de
sus redes confiscadas y se acostó a dormir. Pero un segundo antes, cuando el
Thunder se hundía definitivamente en las aguas, había levantado el puño y
gritado: "¡Viva!". TOMADO DE LA NACION DE AR
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