Una breve respuesta al Foro Atómico sobre el carácter
renovable y alternativo de la industria atómico-nuclear
Salvador López Arnal Con
la máxima brevedad.
El cinismo, cuando no abierta caradura, de la industria
atómico-nuclear y de sus bien pagadas asociaciones de intervención pública no
tiene apenas parangón. La última que nos ha llegado del foro nuclear: la
energía nuclear es una energía alternativa, una energía de futuro. No
contamina, no genera CO2, no contribuye al cambio climático. ¡Es la solución
que buscamos! ¡Es la energía renovable del futuro, no usa combustibles fósiles!
¡Adelante pues, no nos opongamos al progreso radiante que se abre ante nosotros!
Y eso después de Fukushima…
Sin olvidar el problema no resuelto de los residuos
radiactivos y otras numerosas caras del poliedro (entre las que la pataza
atómico-militar no es secundaria), valen para una breve respuesta estas tres
consideraciones del científico franco-barcelonés y activista antinuclear Eduard
Rodríguez Farré [1].
1. ¿Cómo son las instalaciones nucleares?
Son construcciones industriales muy complejas por la
variedad de tecnologías industriales empleadas y por la necesidad de seguridad
elevada que comportan. Las características de la reacción nuclear hacen que
puedan resultar muy peligrosas si se pierde su control y prolifera por encima
de una determinada temperatura a la que funden los materiales empleados en el
reactor, así como si se producen escapes de radiación nociva por esa u otra
causa.
No olvidemos, además, que la energía nuclear se caracteriza
por producir inevitablemente, además de energía eléctrica, residuos nucleares
altamente radiactivos que hay que albergar en depósitos aislados y controlados
durante largo tiempo. A cambio, dirían sus partidarios, en afirmación muy
discutible por lo demás, no produce la contaminación atmosférica de gases
derivados de la combustión ni precisan el empleo de combustibles fósiles
convencionales. Sin embargo, las emisiones contaminantes indirectas derivadas
de su propia construcción, de la fabricación del combustible y de la “gestión”
posterior de los residuos radiactivos, es decir, todos los procesos de
tratamiento de los residuos, incluido su almacenamiento, no son despreciables
en absoluto.
2. Cuando hablamos de la salud humana y de los principales
riesgos que para ella significan las actividades relacionadas con la industria
nuclear, suelen citarse en un lugar destacado los residuos radiactivos.
Recientemente Patrick Moore, presidente y dirigente científico de Greenspirit
Strategies, señalaba que aunque el movimiento antinuclear afirme que los
residuos de las centrales son peligrosos durante miles de años, en realidad,
después de 40 años, el combustible nuclear utilizado contiene menos de una
milésima parte de la radiactividad que tiene al salir del reactor. De hecho,
apunta, es incorrecto usar el término “residuos” ya que después del primer
ciclo siguen conteniendo el 95% de su energía potencial. ¿Qué te parecen estas
consideraciones del que fuera miembro fundador de Greenpeace?
Vayamos por partes si te parece. Pensando en el
funcionamiento normal de una central nuclear, sin tener en cuenta ahora
posibles accidentes, creo que puede afirmarse sin ningún género de dudas que el
principal riesgo para la salud humana es el proveniente de la generación de
residuos radiactivos, generación, por lo demás, que es inherente a la propia
tecnología nuclear. No hay forma de evitarlos.
Como vimos, un reactor nuclear no es nada más que un sistema
para calentar agua. Para ello se utiliza la fisión del átomo de uranio 235 que,
al romperse, al fisionarse la denominada “desintegración nuclear”-, produce una
enorme liberación de energía térmica y varias docenas de radionúclidos -palabra
utilizada usualmente en lugar de radionucleidos, aunque ésta sería más
correcta- o radioisótopos, términos sólo hasta cierto punto equivalentes,
elementos que tienen aproximadamente un peso atómico que es la mitad del uranio
235, entre el 40% y el 60%. Existen, pues, docenas de productos radiactivos que
van a permanecer ahí, en algún lugar, y en algunos casos durante millares de
años. Esto representa claramente una hipoteca a futuro pero es también un punto
crítico de contaminación ambiental que se origina no tan sólo alrededor de las
centrales sino en relación al medio ambiente, con su difusión por la biosfera y
su entrada en los ciclos de las cadenas tróficas, de donde obviamente pueden
llegar a los seres humanos.
Esto es así diga lo que diga y publicite el señor Patrick
Moore. Y todo esto, vale la pena insistir, en la hipótesis del funcionamiento
normal, sin accidentes, de las centrales. Hay aquí una generación de elementos
radiactivos nuevos, con difusión ambiental porque, además, siempre existen
escapes. Hoy por hoy no hay forma de evitarlos totalmente.
3. Desde el punto de vista del medio, desde la perspectiva
de la contaminación.
Desde ese punto de vista, si consideramos el ciclo completo
de tecnologías de generación eléctrica como la nuclear o las renovables,
podemos observar como por cada kilowatio/hora producido, la industria nuclear
emite más CO 2 que cualquiera de las energías renovables. ¿Por qué? Por la gran
cantidad de combustibles fósiles que es preciso consumir en todas estas etapas
del ciclo.
Es decir, desde un punto global, donde debemos buscarnos,
también en el punto señalado la falsedad y el engaño permanecen en el puesto de
mando.
Notas.
[1] ERF y SLA, Casi todo lo que usted deseaba saber algún
día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente,
Barcelona, El Viejo Topo, 2007. TOMADO DE ENVIO DE VELEZ EN RED FOROBA
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