¿Civilización? La historia cambia según la voz que la
cuenta. En América, en Europa o en cualquier otra parte. Lo que para los
romanos fue la invasión de los bárbaros, para los alemanes fue la emigración al
sur. No es la voz de los indios la que ha contado, hasta ahora, la historia de
América. En las vísperas de la conquista española, un profeta maya, que fue
boca de los dioses, había anunciado: Al terminar la codicia, se desatará la
cara, se desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo. Y cuando se
desate la boca, ¿qué dirá? ¿Qué dirá la otra voz, la jamás escuchada? Desde el
punto de vista de los vencedores, que hasta ahora ha sido el punto de vista
único, las costumbres de los indios han confirmado siempre su posesión
demoníaca o su inferioridad biológica. Así fue desde los primeros tiempos de la
vida colonial: ¿Se
suicidan los indios de las islas del mar Caribe, por negarse
al trabajo esclavo? Porque son holgazanes. ¿Andan desnudos, como si todo el
cuerpo fuera cara? Porque los salvajes no tienen vergüenza. ¿Ignoran el derecho
de propiedad, y comparten todo, y carecen de afán de riqueza? Porque son más
parientes del mono que del hombre. ¿Se bañan con sospechosa frecuencia? Porque
se parecen a los herejes de la secta de Mahoma, que bien arden en los fuegos de
la Inquisición. ¿Jamás golpean a los niños, y los dejan andar libres? Porque
son incapaces de castigo ni doctrina. ¿Creen en los sueños, y
obedecen a sus voces? Por influencia de Satán o por pura
estupidez. ¿Comen cuando tienen hambre, y no cuando es hora de comer? Porque
son incapaces de dominar sus instintos. ¿Aman cuando sienten deseo? Porque el
demonio los induce a repetir el pecado original. ¿Es libre la homosexualidad?
¿La virginidad no tiene importancia alguna? Porque viven en la antesala del
infierno.
Eduardo Galeano.
Tomado del face de Mercedes Albizu
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