El mapa petrolero se amplía en el Yasuní diverso
Su riqueza es
vasta. Solo en una hectárea se han encontrado cien mil especies de insectos y
644 de árboles y arbustos, lo que equivale a casi el total de árboles nativos
que hay en Norteamérica (680). Se trata de la más alta diversidad por área
registrada en el planeta.
También es el
hogar de los dos últimos pueblos en aislamiento voluntario del país (los
tagaeri y taromenane), cuyos territorios “son de posesión ancestral
irreductible e intangible, y en ellos estará vedada todo tipo de actividad
extractiva”, según el art. 57 de la Constitución del Ecuador, el país que tiene
en sus manos la administración de este recurso. Es el Parque Nacional más
extenso de la zona continental nacional. Es el Yasuní, área protegida
establecida en 1979, cuya denominación, sin embargo, no ha alejado las
presiones por la riqueza petrolera que yace en su subsuelo.
En algo más de la
mitad de su territorio hay cinco bloques petroleros (14, 15, 16, 31 e ITT) de
los que tres están en producción. La exploración en el área se inició en 1948 y
siguió en los años siguientes. Las primeras adjudicaciones de campos se dieron
en 1986 (bloques 14, 15 y 16).
Esta actividad ya
ha dejado huellas. En ello coinciden científicos y dirigentes de organizaciones
sociales y ambientales.
Ellos temen que
estos efectos ecológicos y sociales se intensifiquen con la explotación de los
campos Ishpingo, Tambococha y Tiputini (ITT) situados en la parte más oriental
del área protegida. El ITT dio nombre a la iniciativa Yasuní-ITT que planteaba
no explotar ese petróleo a cambio de una compensación internacional.
En el Decreto
Ejecutivo Nº 74 firmado el 15 de agosto pasado por el presidente Rafael Correa,
se establece la terminación del fideicomiso para recaudar esos fondos. Además,
se pide informes a cinco ministerios sobre la viabilidad técnica, ambiental,
constitucional y financiera para “la explotación de los campos petroleros en el
Parque Nacional Yasuní”, según el art. 4, para solicitar a la Asamblea su
autorización. El plan B incluía explotar solo Tiputini y Tambococha, sin
Ishpingo que está en el corazón de la selva.
El art. 407 de la
Carta Magna establece que los recursos no renovables detectados en las áreas
protegidas y en zonas intangibles excepcionalmente “se podrán explotar a
petición fundamentada de la Presidencia de la República y previa declaratoria
de interés nacional por parte de la Asamblea Nacional, que, de estimarlo
conveniente, podrá convocar a consulta popular”.
Para Miguel
Rodríguez, director de la Estación Científica Yasuní de la PUCE, la idea era
pedir un pago por las 400 millones de toneladas de carbono que representaría
explotar el ITT, pero más bien se la planteó como un chantaje, dice. “Nosotros
no explotamos si es que se nos compensa”, indica Rodríguez.
Tras la decisión
de explotar el ITT, Alemania anunció la revisión del acuerdo bilateral de
protección forestal con Ecuador por $ 50 millones que iban a destinarse para
proyectos de desarrollo sustentable en la Reserva de la Biosfera Yasuní
(declarada por la Unesco en 1989), según David Romo, codirector de la Estación
Científica Tiputini de la Universidad San Francisco. “Teníamos una reunión (el
miércoles) con la GIZ (Agencia Alemana de Cooperación), pero fue suspendida”,
acota Romo.
En 1999, como
parte de un plan de desarrollo sostenible de la región, el gobierno de entonces
estableció una zona intangible, que cubre la parte sur del Parque, para
proteger a los pueblos en aislamiento voluntario. Yolanda Kakabadse, presidenta
del Fondo Mundial para la Naturaleza y exmiembro de la Comisión Negociadora de
la iniciativa Yasuní ITT, afirma que ellos son parte de esa riqueza. “En este
caso la existencia de comunidades en aislamiento voluntario es un hecho
fundamental y excepcional”, dice.
Pero el
desarrollo de la actividad petrolera ha seguido en este Gobierno con las
inversiones realizadas para explotar el bloque 31, dice Esperanza Martínez,
miembro de Acción Ecológica (AE). Esto luego de la reversión de la concesión a
Petrobras, por lo que Petroamazonas asumió en el 2008.
Los cinco bloques
petroleros cubren un 50,30% del Parque Nacional Yasuní, según un estudio de
junio del 2011 financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional.
Los efectos del
petróleo evidencian una acelerada aculturación de los huaoranis y quichuas
amazónicos, dos de las etnias que con los shuar y los mestizos viven en esta
zona protegida y su área de influencia.
Un estudio de AE
del 2012 revela que el cambio de hábitos de los huaoranis incluye la cacería,
ya no para supervivencia, sino para vender especies silvestres.
A ello se suma el
consumo de alcohol. Un sábado en el mercado de Pompeya, una localidad al
interior de la Reserva de la Biosfera Yasuní y al que acuden huaoranis del
bloque 16 y quichuas, se consumen alrededor de 12.600 botellas con cerveza y
otras 7.200 se reparten en canoa a las localidades en las riberas de ríos de la
zona, según AE.
Con la aparición
de estas nuevas prácticas hay una “dependencia y control que ejerce la
petrolera a partir de la pérdida de referentes culturales y organizativos”,
concluye el estudio.
Los efectos
incluyen la contaminación por derrames petroleros. Solo entre el 2000 y el 2010
se han presentado 539 derrames en el país, casi uno por semana, según cifras
del Ministerio del Ambiente, de los que solo el 1,5% fueron provocados por
desastres naturales. Aunque pobladores y científicos que hacen investigación en
el Yasuní coinciden en que la cifra sería mayor, ya que algunos no se
registran.
Con el petróleo
llegó también la apertura de vías que ha facilitado el tráfico ilegal de
madera. “Las plataformas para la extracción sirven para almacenar la madera que
se saca por ríos y vías”, dice Martínez, quien afirma que la inversión
realizada en el bloque 31 y el 12 durante este Gobierno se hicieron mirando las
reservas del ITT.
El exministro de
Recursos Naturales No Renovables, Wilson Pástor, asegura que la central de
producción Edén-Yuturi, ubicada en el bloque 12 y adonde se enviaría el
petróleo del ITT, tiene una capacidad de procesar más de un millón de barriles
y puede ser ampliada. Actualmente, según Pástor, está en una capacidad de 600
mil barriles.
El ITT tendrá un
tope de producción de 200 mil barriles por día. Con ese nivel se requerirán 500
mil barriles para procesar que la actual planta asumiría.
Pástor agrega que
para explotar Tiputini, que está fuera del Parque, se abrirá un sendero de 30
km de largo por 3 o 4 m de ancho y para Tambococha, uno de 11 km que atravesará
el área protegida. Las tuberías que serán enterradas se trasladarán por
helicóptero y la maquinaria pesada por vía fluvial.
La ministra del
Ambiente, Lorena Tapia, dijo el viernes a la agencia oficial Andes que la
entrega de licencias para una posible explotación puede tardar entre 4 y 6
meses. Este plazo correría desde que se defina el tema a través de la Asamblea
o mediante consulta popular.
TOMADO DE EL
UNIVERSO DE ECUADOR
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