El artista que con su trabajo achica las distancias sociales
Elliot Túpac es el diseñador de coloridos afiches inspirados
en carteles chicha. Hoy pinta los murales del Cercado de Lima
La vida de Elliot Urcuhuaranga Cárdenas estuvo vinculada al
color desde muy pequeño. (Giancarlo Shibayama/El Comercio)) MARTÍN ACOSTA
GONZÁLEZ La vida de Elliot Urcuhuaranga Cárdenas (Elliot Túpac) estuvo
vinculada al color desde muy pequeño. Creció en el taller de su padre en medio
de bastidores y afiches de grupos de música chicha.
¿Qué es la cultura
chicha?
A mediados de los años 80 y parte de los 90, muchos
académicos empezaron a categorizar esta manifestación cultural, incluso muchos
medios hicieron lo mismo haciendo mal uso del término ‘chicha’. Entonces, de
pronto la chicha dejó de ser un género musical y se convirtió para ellos en una
expresión popular de la Lima marginal, con una connotación negativa. Esa fue la
primera acepción cultural que se le dio. Durante muchos años, todo lo negativo
fue asociado a la cultura chicha. Había un uso irresponsable del término.
Sin embargo, hoy mucha gente de distintos estratos sociales
la acepta y la ha adoptado como suya
Lo que hay es una cultura popular y me parece bueno. Mi
mensaje busca ser horizontal y homogéneo. Busca que sea entendido en diferentes
lugares y en diferentes estratos.
“Pintar fue como el
hábito de comer, se hizo necesario”, dice el artista. (Foto: Enrique Cuneo)
¿Y en esa aceptación de tu trabajo hay cierto grado de ser
‘posero’ en algunas personas?
Con mi trabajo creo que hay un acercamiento y una valoración
mayor. Algunos de manera más natural y otros con un poco de ‘poseros’ como tú
lo llamas. Es fluctuante, no es culpa de ellos. El tema con la pose es que es
una situación momentánea, como la moda. De eso hay en todos lados. Mi idea no
es quedarme solo en la anécdota y en lo pintoresco.
¿Qué buscas?
Todo lo que yo hago con las manos necesita una explicación y
ahí creo que se marca la diferencia. Todo está respaldado en argumentos, tiene
un porqué. No es solo un papel con letras y colores. En mis trabajos hay algo
más allá del color, hay búsqueda de armonía y equilibrio en las proporciones de
las letras… hay un mensaje. Me gusta tener una conexión con la gente y no ser
ajeno a sus problemas.
Por estos días Elliot busca recuperar algunos murales de la
capital y a través de esos trabajos seguir difundiendo parte de esta gran
cultura popular. (Foto: Leslie Searles)
Pero hay quienes tienen reparos hacia tu trabajo.
Sí, creo que básicamente por temas de color. Ellos aún no
hacen la separación del cartel chicha y lo asocian a un tema marginal.
Considero que lo mío ya salió del trazo simple del afiche chicha. Mi trabajo ha
podido hacerse un lugar en distintas partes, tanto en el Perú como en el
exterior.
¿No hay racismo en eso?
Entiendo perfectamente que Lima es una sociedad compleja y
el tema del racismo nadie lo puede negar, es muy evidente, muy fuerte. Pero
trato de no hacerme problemas con eso y pensar que es una cuestión de gustos.
Mi trabajo ha sido un puente para acercar y generar buenas relaciones en
distintos niveles sociales.
¿Cómo nace la idea de pintar murales, como los que estás
haciendo ahora en el Centro de Lima?
En el 2010 fui a Chile y vi muchos murales en las calles.
Entonces cuando llegué a Lima quise hacer algo similar. Los muchachos de la
escena del graffiti me acogieron y así empecé a hacerme un campo en el espacio
público. Cuando uno pinta en la calle suelen catalogarlo como graffitero.
Específicamente no hago graffitis, pero tengo un gran respeto por ese trabajo.
Con los murales lo que uno busca es recuperar espacios.
Creció en el taller de su padre en medio de bastidores y
nombres de grupos de música chicha.
(Foto: Giancarlo Shibayama)
¿De dónde nacen los
mensajes de tus cuadros y murales?
Están ahí. No son mensajes muy elaborados. Necesito que sean
muy directos e incluso dentro de la construcción busco que sea muy resumido.
Máximo tres palabras.
¿Qué recuerdos tienes de esos inicios con tu padre en el
taller de serigrafía?
Yo nací dentro de un taller y la vinculación con lo que hago
ha sido constante. Comencé a colaborar con mi padre a los 10 años o antes.
Desde pasarle una letra o un cartel. Fue como el hábito de comer que se hizo
necesario. Pintar y dibujar era muy normal.
No obstante, tu padre se oponía a que siguieras un camino
vinculado al arte, ¿no es así?
Él tenía una idea un tanto negativa del arte. Pensaba en el
bienestar de su hijo y de qué iba a vivir. Trató de que no me vinculara tanto
al tema. Igual, él es culpable de esto que estoy haciendo. Su trabajo de
comunicador social y cartelista me nutrió mucho.
¿Cómo eres con tu hija? ¿Tienes reparos en que ella siga una
carrera vinculada al arte?
No. Para mí la libertad del ser humano empieza desde muy
corta edad. Mi rol como padre es ayudarla a descubrir esas cualidades. A ella
le gusta el teatro.
Tu nombre es Elliot Urcuhuaranga Cárdenas, ¿por qué firmas
como Elliot Túpac?
Cuando mi papá me fue a inscribir en el año 78, me quiso
poner Túpac y le dijeron que cómo me iba a poner ese nombre, que cuando
creciera iba a tener problemas, que me iban a marginar, etc. Por eso me puso
Elliot, el nombre de un hermano que falleció meses antes. Luego, cuando empecé
a ocupar un espacio con mi trabajo, usé el Túpac. Traté de unificar lo local
con lo foráneo. En un caso simbólico es hacer convivir los extremos de manera
pacífica. TOMADO DE EL COMERCIO DE PERU
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