miércoles, 29 de octubre de 2014

BAÑANDO MI PERRITO


 UN BAÑO DE VIDA
Por Ernesto Alonso López
Mi Perra se baña cada semana. No lo hace con muchas ganas y a pesar de ello, acepta con una docilidad enorme que la enjabonen y le echen agua en todo su cuerpo.
Por cierto, les cuento, se llama Luna. A esta fecha, es una perrita junior, de poco más de un año de edad. Es fuerte, vigorosa, virginal. Tiene unos dientes blanquísimos y unas ganas enormes de vivir. Lo demuestra con su cariño, tesón y hace sentir su inigualable presencia. No se dobla. No se quiebra. Es fuerte, como roble.
¿Saben?... Nunca se enoja conmigo, aunque yo sí lo haga. Le gusta besarme en la boca. A mí no me gusta. La regaño mucho por eso, pero no entiende. Lo curioso es que parece que cuando estoy más triste, se empecina en lamerme. ¡Wácatelas, qué cochina!...
Y es que me pongo a pensar en por qué a los perritos, en general, les gusta lamer sus partes genitales y luego lamerlo a uno, como si no fuera suficiente escándalo lo que ya hacen sin recato.
¿Será que vivo con mucho recato y Luna me invita al desorden animal?... ¿O es que me invita a probar de las costumbres caninas?... Mi opinión, de todos modos, no cambia. Insisto: ¡wácatelas!..
Pero, les decía,  Luna, que debe su nombre a una maravillosa idea de mi hija Ana Camila, acepta abnegadamente su condición de perra bañada, para luego, cuando ya está recién seca, empieza a correr a toda prisa, con mucha alegría.
 Lo confieso: tenía mucho tiempo que no bañaba yo mismo a mi perrita. Ya había olvidado ese placer gratis de compartir un baño, con un ser querido, de la familia animal que me rodea. Y es que junto a Luna, también existen Toby y Flachas, aunque son una parejita de macho y hembra, el amor no fructificó en ellos. Ni modo. Hay ocasiones que ni eso ocurre. Incluso Flachas estuvo a punto de morir por un evento triste: perdió a sus cachorritos en un aborto espontáneo y Toby se quedó sin la oportunidad de ser padre y yo de ser abuelo. Es que mientras Flachas es una señora perra de ochoa añotes, Toby apenas cumpliría el primer año, cuando de plano quiso extender la especie, pero nada sale bien de una “calentura”, como me dijo un amigo.
Al grado de que Flachas tuvo que irse directo a urgencias, un día que todo falló y la selección natural de las especies hizo su parte.
Recuerdo que íbamos de emergencia, rumbo al hospital, con mi padre al volante de un auto muy bonito, a toda velocidad, yo traía a flachas entre brazos y en el camino pude recibir a uno de sus hijitos.
No… No se logró ninguno. Todos estaban muertos antes de nacer, me dijo el médico…
A pesar de la gravedad de lo que ocurría, tuve una ternura tremenda que me dio al ver a mi pobre Flachas sufriendo dolores de parto y su instinto de madre que al ver nacer a su cría, le empezó a quitar al cachorro las mucosas de la placenta, que tapaban su cara. El hijito se parecía a su padre Toby. Era muy bonito. Color negro.
Me impactó tanto la acción de Flachas que todavía la recuerdo y de inmediato me enternece. No pensé en ese momento en la tristeza, sino más bien en el milagro de la vida. Las malas noticias vendrían después, pero esas ya pasaron…
A propósito: ¿A qué cielo van los perritos?...
En fin, la cuestión es que Luna estaba muy contenta, luego que la bañé. Creo que me contagió de su alegría y no sus pulgas. Creo que tengo pulgas de alegría en mi corazón. ¿Es tonto sentirse alegre por bañar a un perro?... No creo. La felicidad radica en estos momentos tan importantes para el alma, ¿qué, no?... ENVIADO POR NETO PERIODISTA 

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