UN BAÑO DE VIDA
Por Ernesto Alonso López
Mi Perra se baña cada semana. No lo hace con muchas ganas y
a pesar de ello, acepta con una docilidad enorme que la enjabonen y le echen
agua en todo su cuerpo.
Por cierto, les cuento, se llama Luna. A esta fecha, es una
perrita junior, de poco más de un año de edad. Es fuerte, vigorosa, virginal.
Tiene unos dientes blanquísimos y unas ganas enormes de vivir. Lo demuestra con
su cariño, tesón y hace sentir su inigualable presencia. No se dobla. No se
quiebra. Es fuerte, como roble.
¿Saben?... Nunca se enoja conmigo, aunque yo sí lo haga. Le
gusta besarme en la boca. A mí no me gusta. La regaño mucho por eso, pero no
entiende. Lo curioso es que parece que cuando estoy más triste, se empecina en
lamerme. ¡Wácatelas, qué cochina!...
Y es que me pongo a pensar en por qué a los perritos, en
general, les gusta lamer sus partes genitales y luego lamerlo a uno, como si no
fuera suficiente escándalo lo que ya hacen sin recato.
¿Será que vivo con mucho recato y Luna me invita al desorden
animal?... ¿O es que me invita a probar de las costumbres caninas?... Mi
opinión, de todos modos, no cambia. Insisto: ¡wácatelas!..
Pero, les decía,
Luna, que debe su nombre a una maravillosa idea de mi hija Ana Camila,
acepta abnegadamente su condición de perra bañada, para luego, cuando ya está
recién seca, empieza a correr a toda prisa, con mucha alegría.
Al grado de que Flachas tuvo que irse directo a urgencias,
un día que todo falló y la selección natural de las especies hizo su parte.
Recuerdo que íbamos de emergencia, rumbo al hospital, con mi
padre al volante de un auto muy bonito, a toda velocidad, yo traía a flachas
entre brazos y en el camino pude recibir a uno de sus hijitos.
No… No se logró ninguno. Todos estaban muertos antes de
nacer, me dijo el médico…
A pesar de la gravedad de lo que ocurría, tuve una ternura
tremenda que me dio al ver a mi pobre Flachas sufriendo dolores de parto y su
instinto de madre que al ver nacer a su cría, le empezó a quitar al cachorro
las mucosas de la placenta, que tapaban su cara. El hijito se parecía a su
padre Toby. Era muy bonito. Color negro.
Me impactó tanto la acción de Flachas que todavía la
recuerdo y de inmediato me enternece. No pensé en ese momento en la tristeza,
sino más bien en el milagro de la vida. Las malas noticias vendrían después,
pero esas ya pasaron…
A propósito: ¿A qué cielo van los perritos?...
En fin, la cuestión es que Luna estaba muy contenta, luego
que la bañé. Creo que me contagió de su alegría y no sus pulgas. Creo que tengo
pulgas de alegría en mi corazón. ¿Es tonto sentirse alegre por bañar a un
perro?... No creo. La felicidad radica en estos momentos tan importantes para
el alma, ¿qué, no?... ENVIADO POR NETO PERIODISTA
No hay comentarios:
Publicar un comentario