Nunca se dijo lo contrario, pero la gravedad de los
atentados de París hacían temer la suspensión de la cumbre del cambio climático
(COP21), prevista en la capital francesa del 30 de noviembre al 11 de
diciembre.
La ejemplar respuesta de los ciudadanos, su imperiosa
necesidad de volver a la normalidad, hacían pensar que la COP21 se celebraría.
Sin embargo, la incertidumbre creada y consiguiente sensación de inseguridad
hacían difícil saber si era el escenario adecuado para que mandatarios de todo
el mundo se reunieran.
Finalmente, tenemos confirmación por doble partida.
Oficialmente, Francia está determinada a celebrar la COP21, aunque planea
adoptar “medidas de seguridad reforzadas”, según dijo el sábado el ministro de
Asuntos Exteriores y presidente de la cumbre, Laurent Fabius.
Pese al estado de emergencia decretado, habrá celebración.
“La COP21 debe mantenerse. Se celebrará con medidas de seguridad reforzadas,
pero es una acción absolutamente indispensable contra el cambio climático, y
evidentemente se mantendrá”, dijo Fabius el día después de los atentados.
Una COP “reducida a la negociación”
A su vez, el primer ministro francés, Manuel Valls, anunció
este lunes que si bien habrá celebración, ésta se reducirá “a la negociación”.
Es decir, los conciertos y actividades festivas serán “sin ninguna duda
anulados”.
“París será la capital del mundo”, dijo Valls, pues, entre
otras cosas, “ningún jefe de Estado, ningún jefe de gobierno, me pidió
aplazarla”, añadió. La respuesta unívoca del gobierno galo hacen concluir que
la conferencia, por lo tanto, se mantiene.
Hacerlo supondrá un gran esfuerzo, no exento de riesgos pues, tal y como ha apuntado Nicolas Sarkozy, “si queremos mantener su celebración deberíamos cambiar algunas cosas, ya que el trabajo de la policía es más útil al servicio de la seguridad de los franceses que para la protección de los convoyes oficiales”, declaró en el plató del canal de televisión TF1.
Hacerlo supondrá un gran esfuerzo, no exento de riesgos pues, tal y como ha apuntado Nicolas Sarkozy, “si queremos mantener su celebración deberíamos cambiar algunas cosas, ya que el trabajo de la policía es más útil al servicio de la seguridad de los franceses que para la protección de los convoyes oficiales”, declaró en el plató del canal de televisión TF1.
Por su parte, François Hollande considera su celebración
indispensable. Se trata, además, de un evento que ha requerido un enorme
esfuerzo diplomático y, de hecho, espera que sea uno de los puntos fuertes de
su mandato.
¿Pero, su celebración reducida en qué quedará? Es la pregunta del millón. No solo por lo que pueda afectar a las negociaciones en sí, sino por el rol que podrán jugar los activistas, un elemento tanto o más importante que la parte oficial. Sobre todo, si ésta no llega a ningún acuerdo.
¿Pero, su celebración reducida en qué quedará? Es la pregunta del millón. No solo por lo que pueda afectar a las negociaciones en sí, sino por el rol que podrán jugar los activistas, un elemento tanto o más importante que la parte oficial. Sobre todo, si ésta no llega a ningún acuerdo.
La reducción de actividades quizá afecte a las
manifestaciones que tradicionalmente se celebran de forma paralela a las
negociaciones oficiales. Todavía no se sabe nada al respecto, pero podrían
peligrar las decenas de manifestaciones convocadas por distintas ONGs.
Sobre todo, se teme por la celebración de la gran marcha
mundial por el clima que recorrerá las calles de París el 29 de noviembre. Se
esperan decenas de miles de participantes. Simplemente, podrían clausurarse las
iniciativas más masivas, entre otras ésta, por problemas de seguridad. Por un
lado, las fuerzas de la seguridad tienen que atender los requerimientos de un
estado de emergencia que se prolongará durante un tiempo, y que aún bajando su
nivel seguirá exigiendo muchos recursos. Además, hay que sumar la llegada de
más de un centenar de jefes de Estado y de gobierno, así como la participación
de entre 20.000 y 40.000 personas, de un total de 195 países participantes.
El cambio climático, otra amenaza global
París, convertida en capital de la solidaridad tras la
tragedia, dentro de apenas dos semanas se convertirá en capital del mundo para
luchar contra el cambio climático. El 30 de noviembre, día del inicio de la
COP21, el mundo entero seguirá mirando a la ciudad de la luz, esperando que se
haga el milagro. No será fácil hacer luz del humo, qué duda cabe, pero
conseguir imposibles es el único camino.
Durante la cumbre, París seguirá siendo el corazón del
mundo, pues cuidar el planeta significa mantener el motor de nuestro entorno en
marcha. ¿Acaso sería el fin del mundo no alcanzar un acuerdo? En realidad, el
principio del fin ya se ha iniciado.
Un punto y final para el ser humano y para un sinfín de
especies, tras un periodo agónico marcado por la falta de recursos y un cambio
climático inclemente. Luego, un planeta que ya no podremos llamar hogar. Y fin
de la historia, al menos para nosotros.
Los científicos no se cansan de recordarnos que la biodiversidad
está al borde del colapso, de que se ha iniciado una nueva extinción
masiva. Es en este dramático contexto en el que se espera el acuerdo, el motivo
por el que se tiene la vista puesta en un pacto universal sobre la reducción de
emisiones de gases con efecto invernadero.
Como telón de fondo de la amenaza global del cambio
climático, la escalofriante amenaza global del terrorismo islamista. Desafíos
que requieren un mundo unido, una respuesta firme y urgente. Los vientos de la
historia traen los ecos de la libertad, la fraternidad y la igualdad…
Cuenta atrás…
Estos días centenares de personas ultiman la preparación del
lugar donde se celebrarán las reuniones, en Bourget, a las afueras de la
capital. Trabajan contra reloj. No hay tiempo que perder. Una metáfora de lo
que ocurre con el planeta. Solo una solución a tiempo podría frenar el cambio
climático. Mientras andamos que sí que no, el calentamiento avanza, el acuerdo
se retrasa y la clepsidra de hielo sigue dejando caer millones de gotas sobre
el mar, puntuales…
Si la cita
parisina se esperaba con un especial optimismo, ahora esas expectativas se
han visto empañadas por la conmoción que han provocado los atentados de esa
otra amenaza global, la del terrorismo islamista. Como ésta, tampoco
la amenaza climática avisa, y también en ambos casos estamos obligados a
hacerles frente. De otro modo, no habrá futuro.
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