Maniqueísmo clerical
Un áspero sabor a frustración ha debido quedarle en la boca
al arzobispo de Cali después del oso político/religioso que hizo al convertir
exclusivamente en honestos a quienes voten el Sí plebiscitario, condenando
implícitamente a los del No al círculo de los herejes y de los indecentes.
Afortunadamente tan delirante criterio llevó a la
Conferencia Episcopal, que no son propiamente sus hermanos separados, a
desautorizar tamaño maniqueísmo. Eso de parcelar con baculazos, por discutibles
discrepancias políticas a su feligresía entre ángeles buenos y réprobos, sí que
está alejado del espíritu evangélico.
Colombia tiene dolorosas experiencias de aquellas épocas
nefastas en que el clero participó activamente en la pugna electoral. Se
recuerdan los nombres del obispo español Ezequiel Moreno y
luego del arzobispo Herrera Restrepo, en cuyo periodo pastoral fue asesinado
Uribe Uribe por cuenta de las pasiones desatadas por abuso del vodka con agua
bendita. Luego el ingenuo arzobispo Perdomo fue manipulado por los manzanillos
sabaneros para que cada semana se alternara para bendecir o anatematizar, en
constante contradicción, a los dos candidatos conservadores que al final de
cuentas cayeron derrotados en 1930 por Olaya Herrera.
Antioquia, a mediados del siglo XX, no se libró de este
sarampión sectario. Dos obispos, antípodas en sus ideologías políticas y
vecinos de diócesis, estimularon el sectarismo partidista .Mientras en el Norte
del departamento uno excomulgaba liberales, inventando pecados que ni el mismo
Cristo definió en su luminoso y fugaz paso por la tierra, en el Occidente
antioqueño otro obispo, de encarnada mitra roja, acosaba y perseguía a los
goditos que protestaban por el grado de libertinaje al que había llegado buena
parte de su clero diocesano. Aplicó la pena del extrañamiento a voces dignas que
la alzaron para impedir tales desafueros. Ambos se alejaron en su misión
político/religiosa, de los sabios mandatos evangélicos.
Mientras el arzobispo de Cali con dedo inquisidor niega el
derecho al votante de escoger con libertad, como si fuera un jefe político en
campaña electoral, también el cardenal arzobispo de Bogotá coincide con la
Conferencia Episcopal al llamar a los colombianos a votar en conciencia. A
hacerlo con independencia, libertad, convencimiento. Y concuerda en su juiciosa
admonición –que busca reconciliar a un país radicalizado– con el filósofo
Fernando Savater. Este, al preguntársele a su paso por Colombia si lo ético era
votar por el Sí o por el No, respondió: esa es una cuestión política, no moral.
Lo ético –y coincide el filósofo español con el cardenal y la mayoría de los
obispos– “es que cada cual vote lo que a su leal saber y entender sea mejor
para Colombia”.
Muchas veces los agnósticos, los que no se mantienen
invocando la moral, tienen mejor conocimiento de lo que es la ética, la
libertad y la reconciliación, que muchos de los que recibieron el mandato
cristiano de la comprensión, la tolerancia, el respeto por las ideas ajenas.
P.D.: Mientras un mitrado paisa ahonda la
división nacional con anacrónico maniqueísmo, otros tres paisas –Mariana,
Caterine y Figueroa– unen con sus dorados triunfos a una nación polarizada, con
una Iglesia que necesita más de Jesús y menos de Torquemada. Tomado de el
colombiano
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