Dejemos de subsidiar
la contaminación ambiental por Alieto Guadagni
El mundo enfrenta la grave amenaza de la contaminación
global, alentada por las crecientes emisiones de CO2. La última reunión de 195
naciones convocadas en París a fines del año pasado por las Naciones Unidas puso
de manifiesto la gravedad de la situación a escala planetaria. El mensaje fue
claro: hay que reducir las emisiones causadas por la utilización del carbón,
del petróleo y del gas.
Nuestra situación es crítica, ya que, por más de una década,
hemos dedicado una gran cantidad de recursos fiscales no a promover la
expansión de las nuevas energías limpias (eólica y solar), sino a subsidiar
consumos energéticos contaminantes de origen fósil.
Estos subsidios absorbieron una enorme cantidad de recursos,
que debieron haber sido orientados no sólo a la expansión de las energías
limpias, sino también al financiamiento de inversiones para cambiar la matriz
de consumo energético, alentando las iniciativas de conservación y eficiencia.
Nuestro atraso ambiental es notorio, no cuando nos
comparamos con los países nórdicos, sino con otros países latinoamericanos,
como Uruguay, que ha promovido exitosamente la generación eléctrica de origen
eólico.
De cada 100 kWH que aumentó nuestra generación eléctrica
desde 2003, nada menos que 91 fueron contaminantes, o sea que los combustibles
fósiles contaminantes han cubierto casi totalmente el incremento del consumo
eléctrico. El consumo de carbón para generar electricidad se multiplicó 15
veces; el de fueloil, 79 veces, y el de gasoil, 172 veces. Es muy preocupante
tomar nota de que desde 2003 las emisiones contaminantes por la generación
eléctrica aumentaron nada menos que un 272 por ciento.
Los subsidios energéticos fueron nocivos por dos razones.
Primero, alentaron el consumo excesivo y además desalentaron cualquier
iniciativa que permitiera reducir el consumo con inversiones en tecnologías
capaces de conservar la energía, pero que no podían competir con energía fósil
subsidiada, alentando así un consumo ambientalmente irresponsable.
Segundo, al subsidiar las energías fósiles se perjudicó la
expansión de las nuevas energías limpias, porque los subsidios al consumo
absorbieron los recursos fiscales y además quitaron competitividad a estas
nuevas energías limpias, que sufrían la competencia desleal de tarifas
políticamente determinadas muy por debajo no sólo de sus costos económicos,
sino también de sus grandes costos ambientales.
Esperemos comenzar a transitar ahora por otro sendero,
caracterizado por la responsabilidad ambiental. Ésta es la deuda que tenemos
con nuestros descendientes, que tienen derecho a vivir en un mundo sin amenazas
ambientales.
El autor fue secretario de Energía y es miembro de la
Academia de Ciencias del Ambiente tomado
de la nación de ar
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