La COP 23 como prometer todo, para que nada cambie…
Por Osvaldo Nicolás Pimpignano
La Conferencia de Naciones Unidas sobre
Cambio Climático, es un organismo internacional destinado a producir normas que
reduzcan y mitiguen el Cambio Climático. La COP 23 se reunió en Bonn, Alemania
desde el 6 al 17 de noviembre del 2017 en su 23° reunión anual y aprobó las
primeras reglas para la implementación del Acuerdo de París para reforzar la
lucha contra el fenómeno de Cambio Climático “a partir del 2020”.
El mega evento se debio realizar en las
Islas Fiyi, quien debió resignar la locación, en razón de un ciclón que la desbastó el año pasado, sin embargo fue su
gobierno quien lo presidió.
La cita, reunió a miles de personas en
esta ciudad alemana, cuna de Ludwig Van Beethoven. Altos representantes de
gobiernos y organizaciones sociales, bocetaron durante dos semanas la partitura
con la que bailará el mundo en materia ambiental al menos hasta el año próximo
y donde concurrieron cerca de 25.000 participantes provenientes de 195 países,
entre presidentes, ministros, negociadores, técnicos, científicos y
representantes de innumerables ONGs y concluyó con la adopción del documento que
denominaron “Momento Fiyi para la implementación”, que fija fechas para a lo
largo de 2018 continuar el trabajo iniciado.
Aquí debo hacer un alto para que se
interprete el título de la nota.
Estas negociaciones nacieron en el marco
de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
(CMNUCC), suscrita en 1992 dentro de lo que se conoció como la Cumbre de la
Tierra en Río de Janeiro.
Un protocolo fue inicialmente adoptado cinco
años después, el 11 de diciembre de 1997 en Kioto, Japón, de quien tomó el
nombre en ocasión de la COP 3, es decir hace 23 años, pero no entró en vigor
hasta el 16 de febrero de 2005. En noviembre de 2009, eran 187 estados los que
ratificaron el protocolo. Los gobiernos signatarios de dichos países pactaron
reducir en, al menos un 5 % en promedio las emisiones contaminantes entre 2008
y 2012, tomando como referencia los niveles de 1990, reconozco y me disculpo
por esta lección de historia, pero es que esta, es la historia.
El acuerdo entró en vigor después de la
ratificación por parte de Rusia el 18 de noviembre de 2004, Estados Unidos, el mayor
emisor de gases de efecto invernadero mundial en ese momento, (en la actualidad
el segundo después de China), no ha ratificado nunca el protocolo y en rigor de
verdad los plazos del protocolo vencieron y se renovaron sin que tuviera ningún
resultado, la contaminación mundial continuó aumentando a pesar de las reglas,
compromisos, declaraciones y promesas que anualmente realizaron todos sus
participantes, quizás por esto se lo reinvento el año pasado como “el Acuerdo
de París”.
Pero el nuevo nombre dejó viejas costumbres
y personajes grandilocuentes, como el líder del Programa de Clima y Energía de
WWF Internacional, Manuel Pulgar-Vidal, quien indicó que “el Acuerdo de París
precisa de reglas para dar coherencia a los planes nacionales de acción, para
una mayor transparencia, inclusión, monitoreo, verificación de compromisos”,
pero recalcó que todo esto en principio sería una especie de “guía para la
implementación del Acuerdo de París”, y se tiene que aprobar definitivamente en
la COP24 de 2018 en Polonia. Vale decir que con suerte, casi tres décadas
después de la Cumbre de Rio se “podría” concretar una guia para tratar el
problema del Cambio Climático.
Mientras tanto los países desarrollados
continúan emitiendo gases de efecto invernadero y en los países en vía de
desarrollo, reclaman la ayuda tecnológica prometida para desarrollarse sin
contaminar. Esta ayuda se prometió en varias de estas reuniones anuales e
invariablemente los promesantes se disculparon, con el siguiente argumento, que
las tecnologías están protegidas por patentes privadas y en nombre de la
libertad, los estados no pueden hacer uso de ellas y mucho menos proporcionarlas
gratuitamente. A esto debemos agregar que los países desarrollados han
encontrado una forma ingeniosa de reducir sus propias emisiones de gases,
trasladaron sus actividades sucias a países del tercer mundo sin mínimas normas
ambientales donde además, pagan retribuciones miserables. Realmente un tema que
habría inspirado a Joan Manuel Serrat en sus años mozos a una nueva versión de “Algo
Personal” les recomiendo, la vuelvan a escucharlo, ayudará a comprender lo que
afirmo.
Y así, mientras esperamos
¿esperanzados? la guía para la
implementación del Acuerdo de París, nuestro Ministro de Medio Ambiente y
Desarrollo Sustentable, no quiso dejar pasar la oportunidad de informar al
mundo que la Ley de Bosques y de Glaciares argentinas, redactada para proteger
la foresta nativa es inviable y no se puede alcanzar de ninguna manera y que
por esto La Ley requiere que los diputados provinciales peleen el presupuesto
en el Congreso y no sólo lo demanden al Poder Ejecutivo, y que la deforestación
cero solo será una realidad, forestando, “Por eso trabajamos en un plan
nacional de forestación”. Esta afirmación no deja dudas sobre la ignorancia del
Ministro sobre el tema, confunde bosque nativo con monte implantado y que los
primeros fueron colocados por la naturaleza en lugares donde es preciso
resguardar el suelo y las fuentes de agua, que es una atrocidad arrasarlos para correr la
frontera sojera y ganadera.
También ignora, que los montes implantados
se los realiza en llanuras cercanas a donde se consume madera, modificando la
estructura del suelo y las fuentes hídricas. El eucalipto una de las estrellas
de la forestación, es una esponja que consume el agua a muchísima distancia de
donde se lo plantó causando daños a otras producciones, daño colateral lo
llaman. Un ejemplo es nuestra provincia de Entre Ríos donde se desplaza la
agricultura y la ganadería que alimenta a nuestros habitantes por montes de
eucaliptus y pinos que abastecen a las fábricas de celulosa instaladas en la
República Oriental del Uruguay, a orilla del rio homónimo y por las que todavia
tenemos un pleito pendiente. Otro tanto ocurre en Corrientes y Misiones. Es sin
duda una adaptación del ministro a los requerimientos del todo poderoso mercado, quien para que no queden
dudas cerro el tema afirmando que disminuimos
la deforestación, pero nuestra posición al respecto es “tenemos que plantar
cada vez más árboles y cambiar los hábitos. El número que establece la ley no
es alcanzable.”
Pero no terminaron allí las declaraciones
del ministro Bergman en la cumbre de Cambio Climático quien confirmó que el
Gobierno quiere revisar las leyes de Bosques y de Glaciares porque “esas normas”
son “grandes ideas irreales” y que su sanción respondió a una “épica
legislativa”.
Bergman, confirmó en Bonn, que el Gobierno
considera necesario “revisar” la Ley de Bosques y la Ley de Glaciares. “Los
proyectos de leyes de ordenamiento territorial requieren revisión porque son
grandes ideas irreales que no tienen mecanismos de implementación, cabría
preguntarse, es incapaz el Ministro de crear esos mecanismos de implementación.
La declaración del ministro surgió de una
consulta periodista sobre los lineamientos que trascendieron de la reunión que
el presidente Mauricio Macri mantuvo en la Casa Rosada con el titular de la
Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM), Marcelo Álvarez, y otros
empresarios mineros, que pidieron al mandatario “flexibilizar” la Ley de
Glaciares para poder desarrollar la actividad en zonas que la actual normativa
lo prohíbe para resguardar las fuentes de agua que contienen los glaciares. En
estos momentos en Argentina la palabra “flexibilizar” es una señal de alarma.
En diálogo con PáginaI12, el abogado
Enrique Viale, de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, calificó
la disertación de Bergman como “una vergüenza internacional”. “Ha llamado la
atención de muchas de las organizaciones y de los referentes mundiales; justamente
en plena conferencia internacional de Cambio Climático, dijo que van a revisar
dos leyes claves para la adaptación al cambio climático, como la Ley de Bosques
y la Ley de Glaciares”, señaló Viale. El abogado aclaró, además, que “las leyes
no son inaplicables; pero confrontan con los grandes poderes de Argentina. La de bosques con los grandes sojeros y la de
glaciares con el lobby minero, con las grandes transnacionales mineras”. “Ellos
son los que hacen todo lo posible, para que no se cumplan las leyes, pero son
absolutamente aplicables; son leyes de “Presupuestos mínimos”, (es decir
todavia sujetas a endurecimientos en que el caso los requiera) que deberían
tener una aplicación efectiva, pero no se aplica por los lobbies. No es por una
cuestión de que están mal redactadas o que no son claras”, agregó. Pero además
durante la conferencia de prensa, el ministro sostuvo que “entre todos tenemos
que buscar balances entre desarrollar actividades productivas y cuidar nuestros
recursos naturales”.
Lo que no aclaro Bergman, es como podrá
cuidar los recursos naturales desarrollando
actividades productivas sobre los mismos, en este caso minería, sobre
los glaciares que son uno de los recursos acuíferos más importantes de la
Argentina y que de esta forma quedarían contaminados o desaparecerían. Los
ciudadanos de las provincias cordilleranas afectados aseguran que “El agua vale
más que el oro”, y agrego yo, que el oro se lo llevan gratis desde el 10 de
diciembre de 2015 sin siquiera pagar regalías y las economías regionales quedan
en riesgo de desaparecer.
“La burrada más grande que dijo Bergman,
muy preocupante, es que las leyes son ‘épicas’”, opinó Viale, al considerar que
“le faltó el respeto al Congreso y a la participación ciudadana”. Para el
abogado el gobierno busca hacer una “trumpización de la política ambiental”, ya
que “emulan al presidente de Estados Unidos, que se ha encargado de
flexibilizar la legislación ambiental y debilitar los organismos de control
para favorecer a las grandes empresas. Están respondiendo a los intereses
sojeros y a los grandes intereses mineros”. Finalizó
Para terminar, quizás para retomar el
motivo que lo llevó a la COP 23 de Bonn, Bergman afirmó que no estamos de acuerdo
con la posición de Trump, “No vamos a confrontar con la posición de Estados
Unidos de irse del acuerdo. Es un país que rechazó las metas, pero no la
reducción de las emisiones (¿?) y que hay que continuarlas. Es un interlocutor
más para la sustentabilidad climática. El lugar de Argentina es el de los
consensos y el diálogo. Tampoco quedan dudas que el Ministro de Medio Ambienté
y Recursos Naturales no se informó sobre las políticas que lleva a cabo Trump.
Mientras
altos funcionarios le parloteaban a la comunidad internacional, una de las
propuestas más relevantes era la de Timoci Naulusala, un niño de 12 años, cuya
aldea en la provincia de Tailevu, en Fiyi, fue azotada por el ciclón el año
pasado. “Mi otrora hermoso pueblo ahora
es un páramo estéril y vacío”, dijo a los miles de participantes. “El cambio climático llegó para quedarse a
menos que hagas algo al respecto”.
Estoy pensando muy seriamente dejar de
escribir sobre Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático y aburrir
a los lectores con siempre el mismo resultado. Si analizamos la cantidad de gases
contaminantes que se generan con el movimiento mundial de 25.000 personas
anualmente para concurrir a la misma, sin que nadie seriamente proponga y
acepte alguna solución. Sin duda que el mejor aporte a la mitigación que pueden
hacer las COP, es no volverse a realizar.
Osvaldo Nicolás Pimpignano
Periodista de Investigación
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