Pugna global por la vacuna del coronavirus
Estados Unidos, China, la Unión Europea y la industria
farmacéutica se lanzaron a la búsqueda improvisada del antídoto contra la
covid-19.
Por Eduardo Febbro Desde París
¿Quién se quedará con
el tesoro de la patente de la vacuna contra la covid-19 ?. Una auténtica
batalla científica, diplomática y financiera entre Estados y grupos
farmacéuticos se está desplegando en el telón de la búsqueda de la vacuna que
pondrá termino a la pandemia que infectó a millones de personas en el mundo y
mato a otros miles y miles de seres humanos. Cuatro actores mundiales ocupan el
primer plano: Estados Unidos y su estrategia ultranacionalista, China, para quien
la vacuna sería una sólida victoria diplomática, la Unión Europea -- un jugador
que ingresó con mucho atraso en esta batalla global-- y la industria
farmacéutica.
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Estados Unidos
El presidente norteamericano, Donald Trump, eligió la famosa
doctrina llamada “Frank Sinatra” que se refiere a la canción My Way
interpretada por el cantante en los años 60 para marcar sin ambigüedad su
conducta: la haremos en casa, rápido y nosotros solos. Trump se ha fijado un
plazo que la comunidad científica mundial juzga imposible, es decir, noviembre
de 2020, una fecha que coincide con las elecciones en los Estados Unidos.
Cuando presentó el proyecto, Trump lo bautizó « Operation Warp Speed » en
alusión directa a la serie Star Trek y la velocidad de las naves espaciales que
vuelan más rápido que la velocidad de la luz.
Actualmente, hay 183 equipos internacionales trabajando en
un proyecto de vacuna. Frente a ellos están los grupos farmacéuticos, casi
todos captados y subsidiados por la administración norteamericana y Europa. Se
destacan varios, entre ellos tres muy avanzados: GlaxoSmithKline (GSK), Merck
& Co (MSD), Pfizer, Janssen-Johnson & Johnson, Sanofi Pasteur. También
aparece la china CanSino que trabaja asociada con el Beijing Institute of
Technology. Los más adelantados son: Moderna Therapeutics (Estados Unidos, 500
millones de euros en subsidios), AstraZenec (británico sueco, mil millones de
euros de subsidios) y Sanofi (multinacional francesa que recibió 226 millones
de euros de las cajas la Biomedical Advanced Research and Development
Authority, Barda, la agencia federal de investigación médica de Estados
Unidos).
En mayo de este año, el presidente de Sanofi, Paul Hudson,
le dijo a Bloomberg que Sanofi, en caso de que descubriera la vacuna, la
distribuiría primero en los Estados Unidos porque Washington “comparte los
riesgos” de la investigación. Frente a la polémica que suscitaron estas
declaraciones, los portavoces del grupo salieron a calmar las inquietudes y
prometieron “servir a los franceses”. El presidente francés, Emmanuel Macron,
ya dijo en mayo que le vacuna debería ser “un bien público mundial”. En el
mismo sentido se expresó el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio
Guterres, para quien la vacuna “debe ser vista como un bien público mundial,
como una vacuna de los pueblos”. La Unión Europea “anhela” un “acceso universal
rápido y equitativo” mientras que el presidente chino, Xi Jinping, prometió que
si sus investigadores tenían éxito Pekín pondría su descubrimiento en acceso
libre. Los industriales llaman a todas las puertas para conseguir financiación.
La de los Estados y la de los fondos como la Coalición Internacional CEPI
(Coalition for Epidemic Preparedness Innovations), cuya sede está en Noruega y
cuenta con un “colchón” de 680 millones de euros consagrados a la selección y
financiación de proyectos.
Es casi un sueño pensar en una posibilidad gratuita cuando
está en juego un mercado de 65 mil millones de euros. La noción de bien público
mundial apareció en los años 90, sobre todo a partir de las teorías de Charles
Kindleberger, quien definió al bien público mundial como “un conjunto de bienes
accesibles a todos los Estados que carecen de un interés individual por la
producción”. No parece ser el caso, tanto más cuanto que la noción de “bien
público mundial” reposa sobre una estructura ya desaparecida: la cooperación
entre los Estados. Trump se quiere salvar a si mismo, China su prestigio y
Europa pedalea detrás de las dos potencias mundiales. Los Estados financian sus
propios laboratorios y centros de investigaciones al mismo tiempo que se
“garantizan” la disponibilidad de la vacuna ante los grupos farmacéuticos.
La Unión Europea reveló hace unos días que invertiría 4 mil
millones de euros en las cajas de los grupos farmacéuticos. Sin adelantar el
precio, Francia, Alemania, Italia y los Países Bajos consiguieron que el
laboratorio AstraZeneca entregue 400 millones de dosis si descubre la vacuna, y
ello sin sacar beneficio alguno. El mismo laboratorio se comprometió a
distribuir dos mil millones de dosis en el mundo a un precio equivalente al
costo de producción. La fundación internacional GAVI (fundada hace 20 años por
Bill Gates) bloqueó anticipadamente 300 millones de dosis del laboratorio
AstraZeneca para repartirlas en los países pobres. En cada caso, el poder lo
tienen los grupos farmacéuticos y no los Estados o la investigación pública. El
sector público no hace más que negociar y pagar a los laboratorios en las
mejores condiciones posibles un descubrimiento en gestación, pero no real. Es
una lotería hacia el futuro. Muchos anuncios y poca transparencia. La doctora
Nathalie Ernoult, miembro de Médicos del Mundo y del Instituto de Relaciones
Internacionales estratégicas, recuerda que “para asegurarse de que las promesas
van a cumplirse, habría que conocer el contenido de los contratos, lo que no es
el caso hoy”.
La búsqueda de la vacuna se parece en mucho a la forma en
que la pandemia fue combatida: a tientas, improvisando, corriendo detrás de la
propagación del virus, con potencias enfrentadas, científicos populistas o
charlatanes que promocionan sus milagros en las redes sociales sin la más
lejana certeza científica.
Los Estados apuestan por los laboratorios más avanzados en
las investigaciones, pero, de hecho, la vacuna aún no existe. Hay unos cien
proyectos sobre la mesa, pero sólo diez están siendo probados en los seres
humanos, de los cuales 5 en China. Se han invertido miles de millones de euros
en la elaboración de una vacuna contra el SIDA y la Malaria y ambos
tratamientos tampoco existen pese a que matan, respectivamente, 770 mil y un
millón de personas cada ano. La covid-19 es objeto de una pugna global entre
intereses políticos, públicos, financieros, diplomáticos y tecnológicos. La
carrera hacia el descubrimiento de una vacuna es un espejo perfecto de lo que
ocurrió y sigue ocurriendo con esta pandemia. Una improvisación globalizada.
efebbro@pagina12.com.ar
/*/tomado de pagina 12 de ar
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