Se agradece dar amplia difusión
No es un tema nuevo el ecocidio, que está transformando a
nuestros cursos de agua en un desierto húmedo.
No digo que no haya habido preocupación por esta situación,
todo lo contrario, a la vista de la cantidad de congresos, jornadas,
encuentros, etc. que sobre la temática se han realizado. Si afirmo, que todos
ellos no han servido para disminuir tanta destrucción y encontrar una solución
racional al problema.
Durante casi 20 años, quienes abordamos los temas
ambientales y que amamos el río, hemos alertado sobre esta crónica de una
muerte anunciada, pero en ese tiempo, todos los gobiernos sólo han puesto
parches de coyuntura y han permitido por acción u omisión la dilapidación de un
recurso común, como en otras tantas cuestiones.
Hoy estamos en una etapa terminal, con un tremendo conflicto
social y con un juez federal que también enfoca erróneamente el problema y
emite un fallo para la tribuna, echando más nafta al fuego, condenando a justos
por pecadores.
Para entender el problema hay que retrotraerse a la génesis
del mismo, teniendo presente que ni la pesca comercial de subsistencia para
abastecimiento de las poblaciones de cercanía, ni la deportiva son la causa del
conflicto.
La pregunta es: ¿cuándo se empieza a notar palmariamente la
declinación del recurso? Esta situación se detona a partir de la aparición de
los frigoríficos para exportación de pescado de río, los que se llevan la parte
del león y que no han mejorado la situación social ni económica de los
pescadores, menos del resto de la población, pese a todas las promesas
incumplidas en todos los compromisos asumidos en esa dirección.
Las ventajas del exterminio ictícola sólo han servido para
enriquecer a unos pocos propietarios de esos establecimientos, manteniendo en
la eterna precarización a los pescadores y con sus bajos ingresos de siempre.
En tal sentido la prohibición de la pesca agrava el
conflicto y si el juez quería encontrar una solución al mismo tendría que haber
prohibido el acopio de pescado por parte de esos establecimientos industriales.
Como contrapartida se ha esfumado de nuestra dieta el
consumo de pescado de río, cuyos costos han superado el precio del pollo,
tradicionalmente más caro que aquellos.
Se perjudica también a los cabañeros, que han realizado
importantes inversiones para atraer el turismo y que salvo excepciones educan y
realizan pesca con devolución, porque saben que esa es la carnada que atrae a
los demandantes de sus instalaciones.
Los pescadores, más allá de sus legítimas y reales
necesidades económicas, también son responsables de la situación porque sabían
que estaban matando la gallina de los huevos de oro y extraían especies de
cualquier tipo y tamaño, porque todo se comercializaba, sobre todo por la
laxitud o complicidad de los controles oficiales.
Los gobiernos no han podido o querido entender la
irracionalidad e insostenibilidad de la exportación de peces de río, menos han
prohijado efectiva y masivamente la creación de industrias locales que agreguen
valor a estos productos.
Entiendo las penurias y necesidades de los pescadores, pero
tomar de rehén a toda la comunidad, desde mi punto de vista no es el camino
para la solución del problema, que si no colapsa hoy lo hará seguramente más
adelante, cuando ninguna medida de mitigación sea posible.
¿Qué tendrían que haber hechos los millones de comerciantes
y trabajadores cuentapropistas que durante casi un año no pudieron ejercer sus
actividades por la pandemia¿
Ricardo Luis Mascheroni –Docente
Te. Fijo 0342-4591514
Ex-marinero y pescador
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