El jueves 11
en el marco del 5º Seminario de Economía Industrial celebrado por la Dirección
Nacional de Industrias (DNI) del Ministerio de Industria, Energía y Minería
(MIEM) y el Instituto de Economía (Iecon) Inés Moraes -historiadora que se ha
volcado al estudio del sector económico- presentó una puesta al día del libro
que escribió hace poco más de 20 años y habló de las peculiaridades de este
caso de estudio y de los orígenes del modelo cañero de desarrollo local en
Bella Unión.
“A fines de
los años 80 había un conjunto de singularidades en la realidad económica y
social de Bella Unión que la convertían en un caso digno de estudio. Entre
éstas, el hecho de que constituía una especie de enclave agroindustrial, por
entonces muy vigoroso, con dinamismo tanto en lo productivo como en lo que
refiere a la innovación”, explicó la profesora de la Facultad de Ciencas
Económicas de la Udelar, en referencia a los ensayos empresariales que se
practicaban en la zona sin estudio alguno. Luego de una profunda investigación,
Moraes plasmó la situación del pueblo antes del desarrollo de la producción
cañera en su libro Bella Unión: de la estancia tradicional a la agricultura
moderna, publicado en 1990.
“Había por
aquel entonces dos relatos latentes: uno épico y uno trágico. El primero
describe una historia gloriosa, en la que los héroes locales habían logrado
sacar a un pueblito insignificante del atraso y convertirlo en un polo de
desarrollo, y el trágico corresponde a la crítica a los altos niveles de
explotación y a las formas de producción orientadas al monocultivo”, cuenta
Moraes. Invitado a comentar la presentación de la historiadora, el director de
Alur, Leonardo de León, observó la vigencia de estos dos relatos: “El relato
épico del lado de la defensa y empoderamiento que tiene esa sociedad en cuanto
a los procesos que históricamente se han dado y se siguen dando; y el trágico
se produce a partir de ciertas políticas que se adoptaron a fines de los 90
para amparar dicha industria”. Moraes reconoció esta realidad y compartió: “Lo
estimulante es que el caso al día de hoy siga incitando a debates del orden de
liberalismo versus proteccionismo, estado versus mercado, democracia versus
populismo, y por qué no, capitalismo versus socialismo”.
Sólo se puede ver de cerca
La
complejidad de este caso viene dada por lo alejado que se encuentra de la
generalidad de un marco teórico, ya que al estudiar procesos concretos y en una
escala acotada, nos encontramos con aquello que sólo se puede ver de cerca,
entre otras cosas, lo poco automáticos y mecánicos que son los procesos.
“La
localización no es trivial. Se trata de una localización singular porque es
fronteriza con Argentina y Brasil, y además porque forma parte de una cuenca
hidrográfica muy importante. Desde la mitad del siglo XIX y hasta 1920 las
únicas actividades económicas eran el comercio de tránsito -por el puerto- y un
poco de ferias ganaderas, y una forma de ganadería circular, muy pautada por el
hecho de que en esos momentos se podía pasar la novillada por la frontera -no
era ilegal-, lo que hacía que llegaran ganaderos de los tres países a
comerciar”, explicaba Moraes mientras mostraba un mapa geopolítico de la zona
ubicada a 659 kilómetros de Montevideo.
Baño de realidad
La
transición a un modelo cañero empieza sobre los años 30 y va hasta los 50. A
partir de los 40, cuando se introduce el cultivo de caña, empieza a aparecer
otro segmento -tanto a nivel agrícola como industrial- que se orienta
específicamente hacia la producción azucarera. La investigadora explicó en su
libro cómo “el marco legal en que se desarrollaba la actividad de los zafreros
de la caña de azúcar era casi imaginario […], al ‘peludo’ cortador se le pagaba
según la estimación que el capataz hacía de su rendimiento al cabo del día”.
Esta particularidad se sumaba a los bajos salarios que hacían que “a menudo los
destajistas debieran hacer jornadas de diez a 12 horas”.
El quiebre
del modelo cañero se dio en el 50, cuando el Parlamento votó una ley de
especies sacarígenas, muy completa y que le dio el marco proteccionista al
desarrollo de este complejo agroindustrial. Para llevar a cabo esta ley, se
creó la Comisión Honoraria del Azúcar y el Fondo de Estabilización del Precio
del Azúcar, dos instrumentos que la profesora definió como “típicos de la
época, de la forma de política sectorial”, lo que la llevó al gran aprendizaje
que fue “entender bien lo específica que es la interacción entre políticas
públicas y los actores locales y cuánto hay para salvaguardar cuando se
producen círculos virtuosos en ésta. Las sociedades locales piensan, formulan,
proponen, y el Estado interactúa, da técnicos, va moldeando. Hay allí un
capital adicional al físico y al humano, una sinergia entre lo público y
privado que se construye en cada experiencia histórica concreta”.
En el libro
lo lleva a tierra cuando explica que “el rasgo más peculiar del caso
bellaunionense es el protagonismo que cupo a los agricultores en su proceso de
tránsito a nuevas formas de producción […] proyectando formas de afianzar los
cultivos y expandir todas las estructuras zonales en torno al mismo”.
Tiempo al tiempo
Entre 1950 y
el 1965 apareció lo que Moraes eligió llamar un modelo cañero de desarrollo
local. Es la articulación de, en primer lugar, postular el desarrollo local
como un objetivo; en segundo lugar, establecer la caña de azúcar como principal
instrumento -cañero-. “Se entendió en Bella Unión que la manera de que el
pueblo se desarrollara era por medio de la producción de la caña de azúcar, y
una vez que se internalizó esta idea, esta apropiación perduró hasta el día de
hoy. El tercer componente es el cooperativismo, que es un fenómeno que tiene un
desarrollo vertiginoso a partir de los 50”, puntualizó Moraes. Un instrumento
para la acción colectiva que fue muy relevante en este período, es un movimiento
social que se creó en Bella Unión, “Norte uruguayo en marcha”: una experiencia
local de gestión colectiva, que formuló y levantó estas banderas.
A nivel
nacional, Moraes reconoció “la progresiva maduración de elementos
modernizadores de las estructuras del agro uruguayo: la creación de una red
crediticia a disponibilidad de un agricultor de alcance nacional, como lo era
la del BROU; la protección sostenida al complejo azucarero; la creciente
tecnificación de las prácticas agrícolas con la acentuada maquinización de los
años 50; la expansión del cooperativismo agrario; la eliminación de una plaga
singular como la langosta”.
En este
ámbito, De León recalcó la organización del pueblo artiguense, factor
determinante y defendido constantemente por los actores locales en “un
emprendimiento que es estratégico para el país”. Además, afirmó la necesidad de
reeditar el libro y de encarar una segunda parte: “El desafío está en hacer
hincapié en un modelo de desarrollo cada vez más importante por medio de la
innovación, cada vez más fuerte mediante una mayor intervención del Estado,
apostando a procesos de equidad, logrando una cadena agroindustrial diversificada
con procesos que no sólo están volcados al azúcar, sino a la producción de
etanol, de energía y también la diversificación de cultivos”, agregó Moraes.
enviado por : no mas olores uruguayos en face tomado de la Diaria
Nota : la desesperación por salvar la región,
que vivió de una azúcar subsidiada, ante la embestida de los pactos de
Mercosur, donde el azúcar producida en
Brasil , con lluvia de 2000 mm, no necesita riego, subsidios aduaneros etc,
complico la región norte oeste de Uruguay , que no tuvo mejor idea que virar a
la producción de biocombustible , alcohol, que es no solo falaz desde el punto
de vista energético; porque sale muy alto en gasoil la producción de unos
litros de alcohol y no lo entienden ¡!!; era más rentable cambiar la caña por
eucaliptus y hacer aserraderos con la energía de Salto Grande u mejorar la plantación
de hortalizas y enfriadas vender en Europa que esta fermentedora y destiladora
de alcohol, pero los gallegos dueños de los bancos le ayudaron a hacer lo que
hoy esta …….
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