Oscar Niemeyer: el arquitecto futurista al que inspiró la
sensualidad
Por Alberto Armendariz
Nyemeyer, uno de los más
influyentes exponentes de la arquitectura moderna, nunca dejó de crear. Foto:
Archivo
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El gran poeta de las curvas arquitectónicas
BRASILIA.- Brasil y el mundo de la arquitectura están de
luto. El célebre arquitecto Oscar Niemeyer, diseñador de los icónicos edificios
futuristas de Brasilia y de más de 600 estructuras alrededor del planeta con
las que revolucionó la arquitectura del siglo XX, falleció anoche a los 104
años en el hospital Samaritano de Río de Janeiro como consecuencia de una
infección respiratoria.
Niemeyer, que padecía problemas en los riñones y era
sometido a hemodiálisis, estaba internado desde el 2 de noviembre. Había
ingresado originalmente por una deshidratación, en su tercera internación en el
año. Luego, su estado de salud se complicó con una hemorragia digestiva. Ayer
por la mañana, el equipo médico que lo trataba informó que había sufrido un
paro cardíaco y que su respiración estaba siendo mantenida por aparatos. Su familia,
esposa y nietos, fue entonces convocada al hospital. El 15 del actual hubiese
cumplido 105 años.
Años atrás, cuando se le preguntó cómo le gustaría ser
recordado el día que muriese, dijo que quería que en su lápida se leyese la
frase: "Oscar Niemeyer, brasileño, arquitecto. Vivió entre amigos, creyó
en el futuro".
Anoche, la presidenta Dilma Rousseff lo despidió
emotivamente: "Brasil hoy perdió a uno de sus genios. Es día para llorar
su muerte; es día para saludar su vida". Y el gobernador del estado de Río
de Janeiro, Sergio Cabral, declaró tres días de duelo. Mientras, los brasileños
lloraban al llamado "mago de la línea curva".
Sus restos serán velados en el Palacio del Planalto,
diseñado por él mismo.
Vista del Museo de Arte Contemporáneo en Niteroi, cerca de
Río de Janeiro. Foto: Archivo
A lo largo de su más de centenaria vida, Oscar Niemeyer se
inspiró en la natural sensualidad de Brasil y en la abstracción de sus ideales
políticos para crear una marca arquitectónica propia, escultural, futurística y
utópica, que proyectó a todo el mundo.
Considerado, junto con Frank Lloyd Wright, Mies van der
Rohe, Le Corbusier y Alvar Aalto ,uno de los arquitectos más importantes del
siglo XX y una de las figuras más influyentes de la arquitectura moderna
internacional, Niemeyer había nacido en Río de Janeiro el 15 de diciembre de
1907, y hasta sus últimos días nunca paró de diseñar. Asistido por su segunda
esposa, Vera Lúcia Cabreira, su ex secretaria, 36 años menor que él, siempre
andaba pidiendo papel y lápiz para dibujar en su departamento de Copacabana,
con una espectacular vista del mar y de los sinuosos morros cariocas. Gracias
al dinero de su padre, dueño de una tipográfica, tuvo una juventud
despreocupada y se dedicó a la vida bohemia hasta que en 1928 se casó con Anita
Baldo, madre de su única hija, Anna María Niemeyer, una reconocida diseñadora
de interiores y galerista, que falleció en junio de este año (2012). Comenzó
entonces a trabajar en la empresa familiar y estudió arquitectura e ingeniería
en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de donde se graduó en 1934.
Para entonces ya trabajaba en el estudio del prestigioso
arquitecto Lucio Costa, quien se volvería su mentor, socio en varios proyectos
y gran amigo. Fue Costa quien en 1936 lo colocó en el equipo para diseñar en
Río el nuevo Ministerio de Educación y Salud, hoy conocido como Palacio
Capanema y considerado uno de los exponentes más puros del movimiento
modernista. Asesorados por Le Corbusier, Niemeyer y sus colegas concibieron el
primer rascacielos modernista, con elementos tropicales como su característico
brise-soleil , una terraza jardín, murales con azulejos de Candido Portinari y
con la estructura apoyada en grandes columnas-pilares.
También con Costa diseñó el Pabellón de Brasil para la Feria
Mundial de Nueva York, en 1939, con el que cosechó grandes elogios y le otorgó
renombre internacional por la plasticidad que le daba al hormigón armado. Ya en
Brasil, el entonces alcalde de Belo Horizonte, Juscelino Kubitschek, le
encomendó a Niemeyer un complejo de edificaciones conocido como Conjunto
Arquitectónico de Pampulha, con la famosa Iglesia de San Francisco de Asís, que
las autoridades católicas se negaron a bendecir por sus inusuales formas y
elementos decorativos.
Idealista y promotor de la lucha contra las desigualdades
sociales, en 1945 se afilió al Partido Comunista Brasileño y se volvió un
apasionado defensor de la ideología de izquierda, que le ganó la amistad de
figuras como Fidel Castro y Luiz Inacio Lula da Silva, pero también le acarreó
varios problemas en los años de la Guerra Fría. Tuvo que dejar de lado las
invitaciones para enseñar en las universidades estadounidenses de Harvard y
Yale porque su visa fue negada.
No obstante, en 1947 su proyecto general para la sede de
Naciones Unidas en Nueva York fue elegido y terminó viajando a Estados Unidos
para supervisar la construcción del edificio junto a Le Corbusier. En Brasil,
en tanto, diseñó algunos sitios icónicos, como el Edifico Copan y el Parque
Ibirapuera, ambos en San Pablo; la Casa de las Canoas y la sede del Banco Boavista,
en Río de Janeiro.
Fue, sin embargo, durante la presidencia de Kubitschek
(1956-1961) que Niemeyer hizo su mayor aporte a la arquitectura brasileña, con
el diseño de los principales edificios públicos de la nueva capital, Brasilia,
proyectada por Costa. Ahí se destacan la catedral, el Congreso, los palacios
del Planalto, Alvorada e Itamaraty, y numerosos predios habitacionales,
pensados para que las diferentes clases sociales convivan en armonía.
La llegada de la dictadura militar (1964-1985) lo llevó al
exilio en Francia y a realizar varios trabajos en Europa, África y Asia (la
sede de editorial Mondadori en Italia; el hotel Pestana Casino Park en
Portugal; la sede del Partido Comunista en Francia; la Universidad de Ciencia y
Tecnología en Argelia; la Universidad de Haifa, en Israel, entre otros).
Comenzó entonces también a diseñar muebles, el más conocido de ellos, la silla
"Río". Amparándose en la ley de amnistía de 1979, Niemeyer regresó a
Brasil a principios de 1980; ganó el prestigioso Premio Pritzker en 1981, y
siguió trabajando incansablemente en proyectos como el Museo de Arte
Contemporáneo de Niteroi; el Nuevo Museo de Curitiba (hoy Museo Oscar
Niemeyer), y el Memorial de América latina, en San Pablo.
En medio de innumerables reconocimientos de universidades
internacionales, sus últimos años de vida estuvieron empeñados en completar las
edificaciones del llamado Camino Niemeyer, en Niteroi; el Museo Pelé, en
Santos, y el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer en Avilés, España,
entre otros. En 2006, con 99 años y tras dos de viudez, se casó con su fiel
secretaria, Vera Lúcia, de 60 años. Ni siquiera durante las varias
internaciones hospitalarias que tuvo desde entonces dejó de dedicarse a su gran
pasión de diseñar, armado tan sólo de un lápiz y un papel.
"No es el ángulo el que me atrae -explicó alguna vez-.
Ni la línea recta, dura, inflexible. Lo que me atrae es la curva sensual que se
encuentra en el cuerpo de la mujer perfecta."
En Rosario, un sueño pendiente
Niemeyer no pudo contemplar su única obra en la Argentina. A
pesar de todas las gestiones, todavía no se inició la construcción del Puerto
de la Música, un espacio de 20.000 m2 cubiertos, en instalaciones del puerto de
Rosario. En 2008 fue un objetivo del gobernador, el socialista Hermes Binner,
pero por cuestiones de financiamiento y disputas legales con la Nación, la obra
sigue postergada.
El Puerto de la Música contará con sala de conciertos,
escuela de música y centro de exposiciones, además de una explanada con
capacidad para más de 30.000 personas. Allí se realizarán obras, recitales y
espectáculos. Con este complejo, a la orilla del río Paraná, las autoridades
esperan que se produzca un impacto cultural y económico como el que produjo,
por ejemplo, la construcción del Museo Guggenheim, en Bilbao.
Tomado de diario La Nación de ar
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