La caza al ecologista
Los activistas ambientales son verdaderos héroes que
trabajan muchas veces en el anonimato
Juan Arias Río
de Janeiro
En Brasil, estas venganzas contra los que denuncian crímenes
de corrupción o ambientales son, desgraciadamente, corrientes y hasta la prensa
les dedica poco espacio. Los que actúan en este campo, desde el famoso
asesinato de Chico Mendes, símbolo de la lucha ecológica, son verdaderos héroes
que trabajan muchas veces en el anonimato. Ni los medios locales, subrayan
desde la ONG Instituto Terra, habían recogido en sus páginas las denuncias que
lleva años realizando el biólogo español.
Los criminales actúan con relativa tranquilidad, amparados
por la conocida impunidad que existe contra el crimen y la lentitud de la
justicia brasileña. Solo un ejemplo. Reyfran das Neves Sales, reo confeso del
asesinato, el 12 de febrero de 2005, de la monja norteamericana, Dorothy Stang,
de 73 años, una activista que combatía a los madereros que destruían la selva
amazónica, fue condenado en 2005 a 27 años de cárcel. Cumplió 8 y fue puesto en
libertad por buena conducta. Tampoco se sabe nada del paradero de los cinco
sospechosos detenidos por el asesinato, en 2011, del periodista Valerio
Nascimento, crimen relacionado con sus investigaciones contra crímenes de
corrupción, en la misma localidad donde actuaba Alonso.
El Gobierno de Brasil ha dictado normas severas contra los
crímenes ambientales, pero generalmente los poderes locales donde operan los
ecologistas suelen actuar en connivencia con el crimen
Hallado muerto a tiros en Brasil un activista ambiental
español
La policía y la viuda relacionan la ejecución de Gonzalo
Alonso Hernández, de 48 años, con sus molestas denuncias contra cazadores
furtivos y pirómanos
Río de Janeiro El biólogo Gonzalo Alonso Hernández,
en una imagen cedida por su viuda.
El biólogo español, Gonzalo Alonso Hernández, de 48 años, un
destacado activista ambiental, fue encontrado ayer muerto muy cerca de su casa
en una cascada de agua en el Parque Cunhambebe, en el Estado de Río de Janeiro
(Brasil), país en el que vivía con su mujer desde hacía diez años. Fue
ejecutado en su domicilio y después arrojado a esas aguas de un paraje que,
durante años, defendió de cazadores furtivos y pirómanos que buscaban abrir
espacios para la ganadería. La policía y su viuda, Maria de Lourdes Pena
Campos, relacionan el crimen con sus molestas e insistentes denuncias y apuntan
a que pudo haber sido torturado.
Los investigadores encontraron manchas de sangre en la casa
vacía. La esposa de Gonzalo, que trabaja en Río y que vuelve a su domicilio en
la sierra solo los fines de semana, se acababa de ir a trabajar.
Aunque no se ha dado aún una versión oficial de los motivos
del asesinato, en el Consulado de Río, que están en contacto con la policía, ya
no albergan dudas de que se ha tratado de un crimen perpetrado contra Gonzalo
Alonso Hernández por su lucha contra los crímenes ambientales en el parque
natural de Cunhambebe.
Su esposa confirmó a EL PAÍS que su marido “estaba siempre
en guerra contra los cazadores ilegales de animales del parque y contra los
incendios dolosos para abrir espacios para los ganaderos”. Gonzalo se destacaba
también por su defensa de las especies de plantas y animales en peligro de
extinción.
El biólogo fue trasladado por Telefónica a Brasil, donde
ejerció como director en Río de Janeiro de la empresa de telefonía móvil Vivo.
En 2005 dejó su cargo para dedicarse exclusivamente a la labor ambiental.
Trabajaba como voluntario en la ONG Instituto Terra, que está ligada a la
norteamericana CNT.
La policía confirmó que de la casa del biólogo asesinado
faltó solo el ordenador, probablemente para apagar las huellas de sus denuncias
en el campo ambiental. Sus asesinos cortaron también la línea telefónica y la
luz de su casa.
La viuda resaltó el hecho de que el biólogo fuera ejecutado
en su casa y su cuerpo arrojado después a una cascada de agua del parque cuya
protección llevaba defendiendo desde hacía ocho años. Ella, según admitió a
este diario, no tiene la menor duda de que el crimen fue cometido por los que
se sintieron tocados por sus denuncias. “Nunca tuvo más enemigos, que aquellos
a los que denunciaba por sus ilegalidades contra la naturaleza”, dijo muy
afectada aún por la tragedia, pero con entereza.
Gonzalo Alonso Hernández nunca había recibido amenazas
explícitas. Lo único anormal que la viuda recuerda es que vieron sobrevolar sobre
la casa, el día anterior al asesinato, un helicóptero en vuelo raso, algo que
nunca había acontecido antes. En aquel momento no le dieron importancia.
Felipe Paranhos, de la ONG Instituto Terra, que conocía al
activista, explicó que el biólogo trabajaba también con un proyecto de las
autoridades del Gobierno de Río de Janeiro para la protección de las aguas de
aquel parque. Se trata de agua potable muy importante desde el punto de vista
ambiental.
“Ayudaba mucho a todos en esta lucha para proteger los
nacimientos de agua”, dijo Paranhos. Preguntado sobre lo que pensaban de él las
autoridades locales, explicó lo siguiente: “Gonzalo llegó con la mentalidad
europea de que todo lo que es ilegal hay que denunciarlo abiertamente”. Y
añadió: “Y usted sabe que en Brasil la mentalidad es diferente”. Se refería a
que aquí no se puede desafiar abiertamente ciertos intereses protegidos muchas
veces por los caciques locales.
Una de las principales razones por las que la policía
sospecha que se trata de un crimen ordenado por aquellos que se veían
desenmascarados por el ecologista español es el hecho de que lo único que
robaron de su casa fue el ordenador. “Probablemente lo hicieron para adueñarse
de las informaciones recogidas por el biólogo contra los que actuaban ilegalmente
en el parque”, afirmó el delegado de policía, Marco Antonio Alves.
Las autoridades de Brasil aún no se habían pronunciado sobre
el crimen al cierre de esta edición. El Ministerio de Asuntos Exteriores
español solo confirmó su muerte
Tomado de envío de velez y lista foroba
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