sábado, 11 de octubre de 2014

CUANDO LLUEVE EN MEDELLIN



CUANDO LLUEVE EN MEDELLÍN Por ADRIANA COOPER | No importa que hayan pasado muchas lunas. El cielo ha estado gris en la ciudad en los últimos días y siempre que aquí llueve, veo lo mismo. La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres del país, alertó este jueves sobre el incremento de las lluvias. Según la entidad, los meses de octubre y noviembre serán los más invernales. Cuando empiezan a caer las primeras gotas, la ciudad comienza a paralizarse. La gente llama para cancelar citas y manejar por ciertas calles es casi insoportable. Si uno llama a pedir un taxi, puede tardar horas hasta conseguirlo. Si se es un caminante callejero en un momento de tempestad, hay que dejar a un lado las pretensiones. Lo más probable es que en los minutos siguientes, el cuerpo sea empapado por conductores que no reducen la velocidad por el placer de sentirse imparables o el gusto por dispersar los charcos. A diferencia de otras ciudades del mundo, aquí no aparecen en la calle vendedores improvisados de paraguas tan pronto cambia el clima. La gente no celebra la caída del agua como ocurre en Oriente Medio donde el sol inclemente lo seca todo. Es casi inexistente ver parejas que salen a besarse bajo la lluvia como sucede en algunos barrios de Nueva York y no se ven muchas personas en los cafés con una taza humeante en la mano y un aire de nostalgia, ese sentimiento que Woody Allen describió como "la negación del doloroso presente". Muchos prefieren no salir por las noches y los organizadores de eventos prenden velas y elevan plegarias para que las nubes no acaben con la celebración. La lluvia en Medellín les da miedo a muchos. Tal vez porque nunca nos hemos preparado del todo para ella. Y porque es salvaje, subversiva e impredecible. Hace unos días, escuché el estruendo de un trueno que hizo gritar a un grupo de turistas poco acostumbrados a las lluvias repentinas. Y en una de mis clases hay una niña que al presentir un rayo, cierra los ojos y sólo logra reírse cuando le digo que tal vez están haciendo una fiesta en el cielo. Para algunos, el agua que cae también es sinónimo de desgracia. El 27 de septiembre de 1987, 30.000 metros cúbicos de tierra se desprendieron acabando con la vida de más de 500 personas en Villatina. El deslizamiento ocurrió en un mes lluvioso y según la Universidad de Lovaina, fue uno de los diez desastres más grandes ocurridos en ciudades hasta ese entonces. El agua también causó una tragedia en la urbanización Alto Verde en el sector de la Cola del Zorro donde otro deslizamiento de tierra acabó con la vida de doce personas en noviembre del 2008. Aunque los organismos nacionales y locales trabajan para prevenir los desastres, el riesgo aún existe. Ojalá estas historias de gente que murió sepultada en temporadas de lluvia, no vuelvan a escucharse en Medellín. Ni en los barrios altos. Ni en esas montañas de El Poblado que veo desde mi ventana, se llenan cada vez más de edificios y se quedan sin árboles. Y que a veces se agitan con corrientes de agua subterránea y lanzan clamores para contar que no siempre son capaces de cargar con el peso de tanta ambición. TOMADO DE EL COLOMBIANO

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