Desafíos de la
diversificación energética
Seguramente uno de los aspectos en que el Uruguay ha
mejorado sustancialmente su perfil en los últimos años--con un ritmo mucho más
acelerado en los últimos dos-- tiene que ver con una política energética, que
le ha permitido impulsar inversiones en energías renovables, como la eólica y
la fotovoltaica, al punto de situarlo en la vanguardia continental en cuanto al
porcentaje de energías no fósiles.
La transformación energética presenta un saldo positivo
especialmente a partir de 2007 --lo que fue refrendado a partir de un acuerdo
interpartidario en 2010--, y actualmente están en curso varias iniciativas
referidas a energías renovables no convencionales, así como la introducción del
gas natural, la construcción de una central térmica de ciclo combinado, la
planta de desulfurización de destilados y la interconexión con Brasil, a lo que
se agrega la prospección de hidrocarburos en territorio nacional.
Es decir, un mosaico de alternativas que incluye tanto
energías convencionales como renovables, en dosis diferentes de acuerdo a las
perspectivas de inversiones y tendencias, pero con el común denominador de la
búsqueda de la diversificación y la reducción de vulnerabilidades, lo que es
positivo teniendo en cuenta el déficit de inversiones que habíamos tenido en
las últimas décadas en esta materia.
De acuerdo a datos proporcionados por el Observatorio de
Energía y Desarrollo Sustentable de la Universidad Católica del Uruguay, desde
la formulación del plan al presente se han registrado eventos relevantes en el
área energética, en el entorno internacional, como el desarrollo de shale gas y
shale oil especialmente en Estados Unidos e incluso en la zona de Vaca Muerta,
en Argentina, el freno de la energía nuclear tras el accidente de Fukushima, y
desarrollo global del gas natural licuado, con instalación de varias
regasificadoras e incorporación de buques gasíferos.
Y en este contexto, la apuesta del Uruguay se ha centrado
fundamentalmente en acrecentar el porcentaje de energía eólica y en menor
medida de la fotovoltaica, con algún problema en la disponibilidad de biomasa
en emprendimientos de esta área porque salvo en las plantas instaladas en los
emprendimientos madereros como UPM y Montes del Plata, se debe transportar la
materia prima desde largas distancias, a lo que se agregará la instalación de
la planta gasífera de Sayago, como inversiones palpables y de mayor
envergadura.
Sin embargo, estas incorporaciones presentan desafíos de
distinto orden, y no refieren solo a la captación de inversiones en sí, sino
también en cuanto a la gestión de un sistema altamente diversificado, por
cuanto el alto porcentaje de fuentes variables representará una mayor complejidad
del sistema eléctrico.
De acuerdo a las previsiones gubernamentales la apuesta a la
generación eólica tendrá su resultado positivo en 2016, cuando Uruguay se
posicione como el mayor productor mundial de esa energía en función del consumo
interno. Está previsto que en ese año el 33% de la generación eléctrica total
provenga del viento.
El aumento de la generación de energía eólica se enmarca
dentro del cambio de la matriz energética que desarrolla UTE, donde la
previsión indica que dentro de dos años el 90% de la producción energética será
a través de fuentes renovables. En ese escenario, se espera que la energía
eólica represente la tercera parte de la generación.
Un informe realizado por la consultora energética SEG
Ingeniería señaló que de concretarse esa aspiración, Uruguay se convertirá en
líder mundial en energía eólica.
El documento consideró que esto no será en forma absoluta,
pero sí en términos del porcentaje de energía de este origen respecto al total
de la energía eléctrica generada en el sistema.
Actualmente, el líder en generación de energía eólica es
Dinamarca, con un 28% de penetración que pasaría al segundo lugar desplazado
por Uruguay en 2016. La previsión es contar con 1.200 megavatios ese año
tomando en cuenta todos los parques que ya están adjudicados a privados o los
de UTE que se encuentran en distintas etapas.
La proyección de UTE para fines de 2015 es que habiendo
vientos se utilice el recurso eólico y se ahorre agua y cuando falte el viento
se utilicen los embalses a partir del ahorro realizado. Y ante la escasez de
agua y viento se podrán utilizar las centrales térmicas que tendrán como fuente
principal el gas natural (que se producirá en la planta regasificadora ubicada
en Puntas de Sayago).
“Cuando el sistema esté completamente desarrollado, con
1.200 megavatios de energía eólica conectados a la red, durante la madrugada
(horas de menor consumo) y habiendo buenos vientos, toda la demanda podrá ser
abastecida por medio de los aerogeneradores”, aclaró el informe de UTE. Pero en
medio de visiones optimistas en cuanto a origen de generación y reducción de
dependencia y menor vulnerabilidad ante el suministro de países vecinos,
tenemos que habrá un menor peso relativo de la generación más barata, que es la
hidráulica, y lo que se mejore en potencia como contrapartida tendrá también un
mayor costo de generación, posiblemente, por cuanto debe tenerse presente
además que la potencia eólica es sensiblemente menor a la instalada, por las
características variables de este impulsor.
Igualmente, esta complejidad es bienvenida porque se origina
en diversificación y alternativas renovables, porque además se minimiza la
dependencia de energéticos caros en horas pico, que es un cuello de botella
crónico en nuestro sistema.
Estamos por lo tanto en una dirección correcta en los
grandes lineamientos, aunque con rumbo y decisiones siempre mejorables y sobre
todo ante escenarios que pueden ir cambiando sobre la marcha, ante la dinámica
del escenario internacional del que somos altamente dependientes. Tomado de el telégrafo
de Uruguay
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