¿Lloverá menos en Cuba? Considerados entre los peores desastres
naturales a nivel mundial, los eventos de sequía registran un significativo
incremento en su frecuencia y magnitud en nuestro archipiélago desde la década
del 60 del pasado siglo Autor: Orfilio Peláez | Como ha ocurrido con mayor
frecuencia en las últimas cinco décadas, el país sufre nuevamente los estragos
de una severa sequía. Foto: del autor
Desde tiempos lejanos las sequías han estado presente en
todo el orbe y ocasionado severos estragos al modo de vida del hombre en
disímiles etapas históricas de su desarrollo. Investigaciones realizadas en los
últimos años por equipos internacionales de especialistas, vinculan la
ocurrencia de grandes eventos naturales de ese tipo con el colapso de grupos
poblacionales y notables civilizaciones asentadas en diversos lugares de la
geografía mundial. Así, por ejemplo, se plantea que las rebeliones campesinas
que provocaron la caída de la dinastía china de Ming en 1644, parecen haberse
desencadenado como consecuencia de los efectos de una devastadora sequía que
azoló de manera particular la zona noreste del país asiático. También algunos
estudios le atribuyen a un proceso similar, enmarcado entre el año 800 hasta el
1000 de nuestra era, el probable declive de la civilización maya en América
Central, al afectar drásticamente la disponibilidad de alimentos. Hoy su
creciente expansión a nivel mundial y los daños que ocasiona en la reducción de
la producción agrícola y en la merma de los recursos hídricos subterráneos y
superficiales, la convierten en uno de los mayores desastres naturales a
encarar por la humanidad.Si bien no hay una definición única de sequía, el
Glosario Meteorológico Internacional la describe como un periodo de condiciones
meteorológicas anormalmente secas y suficientemente prolongado, capaz de hacer
que la falta de precipitación cause un grave desequilibrio hidrológico. Existe,
además, el término de sequía agrícola, referido a cuando la cantidad de lluvia
y su distribución, las reservas de agua en el suelo y las pérdidas debidas a la
evaporación, se combinan para provocar disminuciones considerables del
rendimiento de los cultivos y el ganado. VARIACIONES CLIMÁTICAS EN LA MIRILLA
Como reflejan las investigaciones desarrolladas por los
doctores Braulio Lapinel y Ramón Pérez Suárez, del Centro del Clima del
Instituto de Meteorología, en Cuba la frecuencia de años con eventos de sequía
aumentó de forma significativa en el periodo 1961-1990, en comparación con lo
sucedido en la precedente serie de 1931 a 1960, además de ampliarse su
extensión superficial. Dicha tendencia mantiene su continuidad y constituye una
de las variaciones climáticas más importantes observadas en nuestro
archipiélago en las últimas cinco décadas. Igualmente hay un incremento de los
casos de sequías severas y prolongadas. En las cuencas hidrográficas de interés
nacional del Cauto, Cuyaguateje y Guantánamo-Guaso, los promedios de
precipitación anual decrecieron en 342, 162 y 154 milímetros, respectivamente. La
reiterada sucesión de tales episodios, unido a las elevadas tasas de
evaporación, contribuyen al deterioro de los suelos y a la marcada merma de las
reservas de agua. Dentro de los eventos de sequía más sobresalientes ocurridos
en el país durante la etapa revolucionaria resaltan los registrados entre los
años 1960-1963, 1967-1969, 1974-1976, 1983-1986, y los acaecidos en los veranos
de 1993, 1994 y 1998, según reseña el libro Impacto del Cambio Climático y
Medidas de Adaptación en Cuba, que coordinado por el doctor Eduardo Planos
Gutiérrez, del Instituto de Meteorología, mereció este año el Premio Especial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio
Ambiente al resultado de mayor relevancia ambiental. El más notable referido en
la propia publicación se corresponde con el extraordinario caso sucedido de
mayo del 2003 a mayo del 2005, que comenzó por las provincias orientales y
finalmente abarcó a todo el archipiélago.
A inicios del quinto mes del calendario del último año citado, el volumen de
agua embalsada a nivel nacional apenas representaba el 26,7 % de la capacidad
total, en tanto el impacto económico se estimó en alrededor de 1 350 millones
de dólares. Otro ejemplo de aguda seca es la que afectó extensas áreas de la
región occidental desde comienzos del 2009 y hasta el verano del 2011, en
particular en La Habana, donde llegó a reportarse un déficit diario en las
entregas de agua de aproximadamente 500 000 metros cúbicos, y el número de
personas perjudicadas rebasó la cifra de un millón. En aquellos momentos
expertos del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), calificaron la
situación como la peor crisis de abasto del vital líquido sufrida por la
capital en el último medio siglo. Nuevamente en el 2015 el país sufre los
estragos de una severa sequía que abarca prácticamente todo el archipiélago.
Datos ofrecidos por el INRH indican que del 1ro. de enero al 31 de agosto, el
acumulado nacional de lluvia fue de 674,7 milímetros, valor que representa un
desfavorable 76 % de la media histórica. Llama la atención el significativo
déficit de precipitaciones en las provincias de Las Tunas, Santiago de Cuba y
Guantánamo, con solo el 57, 65 y 68 %, de los respectivos promedios habituales
para los ocho primeros meses del año. Al valorar las causas de la reiterada
aparición de esos eventos meteorológicos, que forman parte de la variabilidad
natural del clima, el doctor Ramón Pérez indicó que tal comportamiento obedece
en lo fundamental al reforzamiento y persistencia de acentuadas condiciones
anticiclónicas en los niveles medios y altos de la atmósfera sobre Cuba y gran
parte de la región del Caribe. Tal condición provoca un acentuado descenso
vertical del aire, lo cual crea un ambiente desfavorable al inhibir el
desarrollo de grandes agrupaciones de nubes generadoras de precipitaciones. En
el caso específico de nuestro país la disponibilidad de agua depende
exclusivamente de las precipitaciones, y los ciclones tropicales son los
sistemas que más influyen en la elevación de los acumulados. Y aunque todavía
existe mucha incertidumbre al respecto, varios modelos climáticos de predicción
sugieren una progresiva disminución de los totales de lluvia en el archipiélago
cubano entre el 2021 y el 2100, con estimados de alrededor del 10 al 20 %
menos. Más allá de si lloverá menos o más, el incremento de la temperatura
media y de la evaporación intensificará los procesos de aridez, factor que
repercutirá asimismo en la reducción de las reservas de agua en los acuíferos. No
queda otra alternativa entonces que prepararse para convivir en el futuro con
menos agua, haciendo que la ciencia y la tecnología potencien el tratamiento y
reuso de esta en centros productivos y de servicios, además de buscar
alternativas dirigidas a lograr su máximo aprovechamiento, incluso en aquellos
embalses donde esa posibilidad todavía dista mucho de alcanzarse. Imprescindible
será también revertir el deterioro de las conductoras y redes de los sistemas
de acueducto, mejorar el estado de los herrajes y redes internas en viviendas e
instituciones, y poner punto final al despilfarro en el sector estatal y
residencial. TOMADO DE LA GRANMA DE CUBA
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