domingo, 10 de enero de 2016

EL AGUA DE SILALA

 A mediados de agosto del 2009, se publicó el borrador de un preacuerdo entre Chile y Bolivia sobre el tema de las aguas del Silala, documento que aún no fue acordado. A pesar del tiempo transcurrido, el tema continúa siendo parte de los problemas no resue
FOTO Las aguas del río Silala en la frontera entre Bolivia y Chile. - Abi Agencia
Antonio Araníbar Quiroga (*) A mediados de agosto del 2009, encontrándome residiendo en Quito-Ecuador, los periódicos bolivianos publicaron el borrador de un preacuerdo del Gobierno de la República de Chile y el Gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia sobre el tema de las aguas del Silala. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces hasta el presente, el documento no fue finalmente acordado y el tema continúa siendo parte de los problemas no resueltos de la relación bilateral con Chile. Tal constatación y el hecho de que un documento de la naturaleza del que evocamos se refiera al tema bajo el rótulo de “sistema hídrico del Silala” y mencione como objetivo su “preservación, sostenibilidad, uso y aprovechamiento (...) para beneficio mutuo de ambos países”, me llevaron en ese momento a pergeñar unas notas a propósito del mismo que, dada la parálisis que el tema tuvo y tiene, mantienen su actualidad y resultan pertinentes de ser entregadas a la opinión pública del país. Se trata de un necesario recuento de antecedentes acerca de la manera en que el tema fue abordado en el pasado de nuestra historia de los complejos vínculos con Chile y las circunstancias y el modo en que pudimos incidir para cambiarlas en bien del país. Al hacerlo resulta gratificante constatar que el telón de fondo de aquel borrador de preacuerdo lo constituya el giro irreversible que se dio al tratamiento de este tema en 1997, cuando ejercí las funciones de Ministro de Relaciones Exteriores y Culto y que, a estas alturas, parece importante reseñar con estricto apego a la verdad histórica.
“Río de curso sucesivo”
Hasta ese año (y no se sabe exactamente desde cuándo), en la retórica y el lenguaje diplomático y jurídico, Chile al referirse al Silala hablaba de un “río internacional de curso sucesivo” y la propia Cancillería y el Gobierno bolivianos asumían esa tesis toda vez que le daban, en los hechos, ese tratamiento. Sólo así se puede explicar que ningún gobierno ni ningún canciller pusiera en duda (salvo dos ocasiones que no prosperaron y pasaron en los hechos inadvertidas en 1941 y 1956) el continuo y pacífico fluir del líquido elemento del territorio boliviano hacia Chile para su total y gratuito uso por personas privadas de ese país. Más grave aún, en la propia Cancillería boliviana y nada menos que en su “Departamento de Soberanía y Límites”, se sostenía, por parte de su director, el embajador Teodosio Imaña Castro, que tales aguas tenían el carácter de “río internacional de curso sucesivo” (dada la larga carrera diplomática y notorio prestigio, por su condición de historiador y miembro de la Academia Boliviana de la Historia, que tenía este funcionario, decidí mantenerlo en el puesto cuando me hice cargo de la Cancillería. Había trabajado durante la gestión de los dos últimos cancilleres del Gobierno de Jaime Paz Zamora en esa dirección, pero estuvo en funciones desde el inicio del período democrático en 1982). En ese contexto, en el periódico paceño El Diario a inicios de mayo de 1996 se publicó una denuncia, que luego resultó ser totalmente falsa, sobre supuestos compromisos con Chile que el Gobierno alentaba dentro del proceso de capitalización sobre la ruta que seguiría un imaginario oleoducto para proveer de hidrocarburos a ese país, lo que constituiría una especie de traición a la Patria. El artículo mencionaba, incidentalmente, la existencia del “río Silala” o Siloli y la inexistencia de un control soberano de parte de Bolivia sobre las instalaciones y las personas que manipulaban sus aguas. En respuesta a la falsa denuncia sobre el supuesto “oleoducto” y sobre la inexistencia de un control fronterizo en aquel punto del territorio patrio, pero asumiendo expresamente que dichas aguas constituían un “río internacional de curso sucesivo”, –tesis que dentro de la Cancillería y del Gobierno nadie discutía hasta entonces–, Imaña, luego de explicar el tema sobre un mapa del Instituto Geográfico Militar que, a su vez, consignaba expresamente la ubicación del “río” Siloli, redactó, conteniendo aquellas ideas, la nota emitida por la Cancillería a mi cargo en fecha 7 de mayo de 1996, sin mi firma pero bajo mi responsabilidad. En el marco de la campaña mediática desatada por El Diario surgieron y se desarrollaron fuertes presiones a la Cancillería para que se planteara el tema a Chile y lo añadiera a la lista de agravios sin solución de nuestra relación vecinal, todas ellas basadas en la errónea percepción de tratarse de aguas internacionales que configuraban un río y de que, por tanto, su tratamiento para toda finalidad jurídica o política estaba bajo la jurisdicción del Ministerio de Relaciones Exteriores. Empero, hubo una excepción pionera protagonizada por el entonces senador por Tarija, Arturo Liebers.
Cambio de enfoque El asunto con todas sus aristas fue objeto de tratamiento parlamentario y el Senado Nacional aprobó una Petición de Informe Oral en torno a dichos temas. En esas actuaciones desvirtuamos las falsas imputaciones que al proceso de capitalización se le hacían en la referida publicación de prensa pero, a la vez, escuchamos con amplitud de miras y actitud y sentido patriótico, atinadas observaciones que en torno al mal llamado “río Silala” formulara el senador tarijeño Liebers, miembro del MIR Nueva Mayoría.

Este legislador afirmó que era un error considerar a las aguas del Silala como “río internacional de curso sucesivo”, toda vez que no era ni podía ser un “río”. Dada la seriedad y consistencia con la que fue presentada esa posición, propuse declarar cuarto intermedio y organizar el viaje del ministro de Relaciones Exteriores y los senadores que así lo desearan, a la zona, para constatar in situ dicha tesis. Aceptada la propuesta, se realizó la visita, en la que se comprobó la pertinencia de las observaciones del senador Liebers, hecho que suscitó mi decisión irrevocable de encarar con firmeza y determinación la superación de semejante aberración política y diplomática que afectaba gravemente al interés nacional. Allí surgió la semilla de lo que luego fue una cuidadosa como silenciosa y eficaz estrategia jurídica y política de reorientación y posicionamiento del país frente a las aguas del Silala. (*) El autor es abogado, sociólogo y excanciller de Bolivia. TOMADO DE LOS TIEMPOS DE BOLIVIA 

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