Diez años después
del agua
El 29 de abril de
2003, buena parte de la capital provincial quedó anegada. Hay tres funcionarios
procesados y Reutemann declarará en julio como testigo. La historia del matrimonio
que lleva adelante la querella. La colaboración con las víctimas de la
inundación de La Plata.
Por Carlos
Rodríguez
El matrimonio
formado por Jorge Castro y Milagros Demiryi tiene una vida de novela. De novela
de terror. En 1974, cuando eran militantes del Partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT), su casa fue allanada y ambos cayeron presos. Estuvieron
detenidos hasta el año 1983. “La primera casa propia la perdimos a manos de la
policía y de los militares”, recuerda Jorge (58 años), en diálogo con
Página/12. Sus pesares no terminaron allí. “La segunda casa, de dos plantas, en
el barrio Roma, la perdimos por la inundación” que hace diez años, el 29 de
abril de 2003, dejó bajo las aguas “a un tercio de la ciudad de Santa Fe”,
donde siguen viviendo –ahora en una vivienda alquilada–, con tres de sus siete
hijos. Las cifras de la inundación, que Castro recita de memoria, son
contundentes: 23 muertes reconocidas por el Estado provincial (una demanda
judicial eleva el número a más de cien), 140 mil evacuados pertenecientes a 28
mil familias, cifra que representaba, en ese momento, el 35 por ciento de la
población de la ciudad de Santa Fe. Como la vida sigue y “la lucha sigue”,
Jorge y Milagros son los actores civiles de la causa que investiga el desastre,
en la que están procesados tres ex funcionarios y en la que tendrá que declarar
en julio, por ahora como testigo, el ex gobernador Carlos Alberto Reutemann
(ver aparte).
Jorge Castro y su
esposa son, además, militantes del Movimiento Ecuménico por los Derechos
Humanos (MEDH), y expertos a la fuerza en materia de inundaciones. El escribió
un libro, Verdades locas sobre impunes mentiras, referido a las consecuencias
de la inundación en Santa Fe y ella, que es docente y terapista ocupacional,
tiene un equipo que en mayo viajará a La Plata. Han sido convocados por Nilda
Eloy, ex detenida-desaparecida, testigo del juicio contra Miguel Etchecolatz,
para que colaboren, por su experiencia personal, con las organizaciones de
derechos humanos que asisten a las víctimas del desastre platense, del que este
jueves se cumple un mes.
Cuando la
detuvieron, en 1974, Milagros Demiryi estaba embarazada de tres meses. Su
primera hija, Ana, nació cuando ella estaba detenida en el pabellón 49 de la
cárcel de Villa Devoto. Su segunda hija, Victoria, también pasó un tiempo en
cautiverio, junto con su madre. Después de que ambos recuperaron su libertad,
tuvieron otros cinco hijos. El menor tenía 12 años, en abril de 2003, cuando el
barrio Roma en el que vivían, en una casa de dos plantas, quedó bajo las aguas
“en menos de una hora”. A la una de la tarde del 29 de abril, Milagros salió de
su vivienda rumbo al Hospital de Niños, para cumplir con actividades de ayuda
relacionadas con la inundación, dado que en algunos lugares las aguas del río
Salado habían entrado a la ciudad desde la madrugada de ese día.
Un terraplén
ferroviario, sobre nivel, parecía ser la garantía contra el avance de las aguas
hacia el barrio Roma. “Cuando yo salí de mi casa rumbo al hospital, para
reunirme con mi mujer, un cura amigo que andaba rescatando gente me advirtió
que sacáramos ya a nuestros hijos, porque se iba a inundar toda esa parte de la
ciudad.” Asegura que, cuando llegó al hospital y le dijo a su mujer que debían
evacuar la casa, ella no le creyó. “Le apreté el brazo y la miré, entonces
comprendió que era cierto lo que le estaba diciendo.”
“Sacamos a los
chicos, los llevamos a la casa de mi madre, y en muy poco tiempo, toda la
planta baja quedó tapada por el agua, que llegó a una altura de un metro
noventa centímetros”. Todavía le parece increíble porque ese mediodía habían
comido tranquilos, en su casa, sin siquiera presentir la tragedia. “No lo podía
creer cuando el padre Angel, una persona a la que yo conocía, me dijo: ‘Andate
porque el agua nos tapa’.”
Sacaron a los
chicos de la casa y a las 2 y 20 de la tarde, cuando volvieron para tratar de
subir a la planta alta muebles, computadoras y artefactos domésticos, ya el
agua lo había invadido todo. “La parte de abajo se inundó. En el salón de la
planta baja teníamos una biblioteca de 3,60 por 2,40 metros de alto. Se
derrumbó. Bajo las aguas perdimos más de mil libros. Para Milagros fue una
pérdida irrecuperable. Eran los libros con los que había estudiado. Ella tiene
varios títulos, se recibió con diploma de honor. Nunca más quiso volver a la
casa. Ahora no tenemos casa propia, alquilamos.”
Desde el primer
momento resolvieron abrir una denuncia contra el gobierno de Carlos Reutemann.
“Somos una familia de clase media, todo lo que teníamos lo logramos con
esfuerzo.” El problema se les complicó todavía más porque, al iniciar la
querella, tuvieron que rechazar todo tipo de ayuda oficial. La opción era
recibir la ayuda o querellar. Eligieron querellar. Ya llevan diez años de pelea
en la Justicia. En Santa Fe no hay juicio oral. La causa se rige por el viejo
código. Un juez de instrucción y uno de sentencia.
La primera parte
estuvo a cargo del juez Jorge Patrizi. Ahora, en la etapa de sentencia, está a
cargo de Gustavo Urdiales. En el año 2006, Patrizzi procesó a tres ex
funcionarios: el ex intendente de Santa Fe Marcelo Alvarez: el ex ministro de
Obras Públicas Eduardo Berli, y el ex director de Hidráulica Ricardo Fratti. En
los primeros tiempos, se tuvieron que refugiar en casa de familiares o amigos.
“Muchos de los evacuados hicieron lo mismo que no- sotros, otros tuvieron que
vivir en los 415 centros de evacuados.”
“La responsabilidad
de los ex funcionarios, incluyendo al gobernador Reutemann, es indudable. El
agua del río Salado no creció de un día para el otro. Desde hacía un mes, por
efecto de las lluvias, venía provocando anegamientos en campos ubicados al
norte de la ciudad. En ese año ya había comenzado el corrimiento de la frontera
agropecuaria por el avance de la soja”, sostiene Castro. “Además, como se sabe,
el Salado entró en la ciudad porque una obra destinada a prevenir contra el
avance del agua había sido inaugurada cuando estaba inconclusa.”
Recuerda, como se
dijo en su momento y se probó en peritajes técnicos, que “el agua entró por el
boquete que dejaba abierta la obra inconclusa. Por algo, 48 horas antes, la
Municipalidad había cerrado el paso en la calle Gorostiaga y el Hipódromo. La
inundación no es un tema ajeno a la historia de Santa Fe. Todos sabían lo que
iba a pasar, pero nadie tomó las riendas del asunto y pasó lo que pasó”.
Tomado de página
12 de ar
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