A un ritmo alarmante, el mar le arrebata pedazos a Antioquia
Al menos 0,5 kilómetros cuadrados anuales ha venido
perdiendo el departamento en los últimos años.
Por RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ | Publicado el 28 de abril de
2013
Si se midiera la superficie de Antioquia hoy sería distinta
a la que dicen los documentos oficiales, los textos y los mapas.
En las últimas décadas, el departamento ha perdido varios
kilómetros cuadrados de territorio en la costa Caribe. El mar, en Urabá, se los
robó.
¿Cuántos? Iván Correa Arango, investigador de Eafit, uno de
los que más ha estudiado el tema de la erosión costera en el departamento, no
se atreve a dar una cifra, pero es tajante: la línea de costa en 130 de los 145
kilómetros que separan Turbo de Arboletes retrocede de uno a dos metros por
año, cinco y más, hasta 40, en unos sectores.
Factores naturales como el cambio climático más la
intervención humana en el desvío de ríos, la tala de bosques, la extracción de
material de playa y la construcción de obras de defensa inadecuadas, son
señalados por los científicos como los culpables directos.
Los que tienen claras las cuentas son los habitantes de
caseríos y municipios desperdigados por el frágil litoral. Maelo Velásquez,
asentado hace 12 años en Punta Piedra (Turbo) cerca a Tié en la carretera que
va hacia Necoclí, afirma que allí ha retrocedido 80 metros en los últimos cinco
años. Su estadero perdió ocho quioscos y de los días asoleados con decenas de
visitantes queda la nostalgia.
Alza el brazo y señala a unos 300 metros: todo eso
retrocedió. Desaparecieron las fincas sembradas de cocos y el muelle por el que
hace varios lustros bajo la sombra de las noches ingresaba el contrabando a
Urabá para desparramarse por Antioquia.
La erosión tumbó ocho casas en los últimos años.
El relato es similar donde quiera que se vaya. "No, si
esto eran más de 500 metros mar adentro. Se perdió un barrio completo,
¿cierto?" pregunta Marlenys Herrera a sus contertulios, ya entrados en
años, en el corregimiento Zapata (Necoclí) donde han vivido toda su vida.
La información está corroborada en el Diagnóstico de la
Erosión en la Zona Costera del Caribe Colombiano, de los geólogos Blanca Oliva
Posada y William Henao, hecho y publicado por el Invemar.
En Turbo fue igual. No solo la fangosa avenida de la playa
está amenazada, sino que los daños comenzaron hace mucho. "A mí me tumbó
la casa en 1975. Todo el barrio desapareció", afirma María, empleada hoy
en un hotel en Necoclí.
La vía muestra señales de que el mar la recorre de tanto en
tanto y algunos restaurantes y estaderos se trasladaron al otro costado.
Un soldado de guardia en esa avenida, en el puesto de
control por donde se ingresa a la Dian y la Armada, cuyo comandante no permitió
el acceso de El Colombiano, informa que el mar se llevó media pista del
aeropuerto de Turbo.
Es el sector de Punta de las Vacas, uno de los más afectados
por la erosión que galopante acosa ante asustados ciudadanos que no saben qué
hacer.
No es exagerado afirmar que el mar se ha llevado de 10 a 20
kilómetros cuadrados de territorio continental antioqueño. Mucho más si el
periodo se amplía, de acuerdo con lo que expresan los moradores de cada uno de
los 12 puntos, que según Invemar, son más críticos.
En Punta Arboletes y Puerto Rey, límites de Antioquia y
Córdoba, se perdieron 4,5 kilómetros cuadrados de ambos departamentos, según
Correa Arango. Allí el mar se tragó 1.600 metros de la lengueta de tierra.
Flor María Bus, en el estadero El Parqueadero en La Martina,
playa que ahora sirve a todo Turbo, a varios kilómetros de la población, no
duda que el mar se comió 50 metros en los últimos años. "Estaba allá,
lejos".
En un día durante un mar de leva en marzo pasado, dos casas
fueron semidestruidas en sector urbano de Turbo.
¿Se ha llevado más? "Oiga, todo, todo. Comenzó hace más
de 20 años. Esto era un gran balneario", exclama Moisés Pérez, sentado
sobre una roca a cuyo lado golpean las olas y señala con sus ojos negros y
pequeños. Vive cruzando la que llaman avenida. Sabe que tarde o temprano, si no
se hace algo, su vivienda sufrirá.
Vanesa Paredes, subdirectora de Gestión Ambiental de
Corpourabá, manifiesta que "el Golfo de Urabá presenta características de
erosión a lo largo de la línea de costa avanzando aceleradamente y generando
impactos negativos en sectores como Tié, Punta Piedra, Turbo, Zapata y Punta
Arboletes".
Otros sectores
Pero los daños son serios en otros sitios también. En
Damaquiel y Uvero, en San Juan de Urabá, la erosión avanza.
"Se ha robado hasta 100 metros en Playa
Linda-Cañaflechal (Necoclí)", sostiene Marcela Aristizábal, geóloga que
lidera la mesa ambiental.
Allí la pendiente de la playa es baja, no hay acantilados ni
terraplenes. Está casi al nivel del mar y aunque no es reconocido como el lugar
de mayor afectación, a punta del ir y venir de las olas ingresa a la lista.
"Han sufrido hasta las tortugas en su anidación. Ahora encuentran la playa
más recortada y desovan donde a las crías les resulta más difícil salir al
mar", afirma acongojada Marcela.
El capitán de navío Ricardo Molares Babra, director del
Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas del Caribe, revela las
tasas de retroceso costero determinadas por el CIOH: "En Punta Caribaná y
Punta Sabanilla se determinó una tasa de erosión de 2m/año; entre Punta San
Juan y Punta Arboletes está entre 1 y 2 m/año; Punta Arboletes con 45 m/año;
entre Punta Brava y Punta Buenos Aires la tasa oscila entre 3 y 5 m/año al igual
que en los sectores de Punta Broqueles y Punta la Rada".
La situación es difícil.
"¿Qué hago? Tengo que defenderme", dice Iván
Rodríguez, residente en Playa Linda sobre la cual construye un espolón con
pentápodos. Decenas de estructuras similares a lo largo de la costa no han
servido. Eran 155 a 2004 según un artículo de Correa Arango y Georges Vernette,
medían 6,2 kilómetros y contenían 37.000 metros cúbicos de materiales. Su
levantamiento exigió más de 10.000 millones de pesos.
No solo han sido poco útiles, sino que han empeorado el
problema y afectado toda la costa. "Son insuficientes, caras, feas y
peligrosas", resalta Paul Geerders, holandés experto en asuntos
costero-marinos, director de la corporación Biomunicipios.
La mayoría están hoy sumergidas, cubiertas por un mar que se
lleva espolones sin compasión, como en Turbo y La Martina, donde solo la punta
de las piedras se asoma.
Un espolón corto cuesta entre 20 y 30 millones de pesos y a
ellos de nuevo recurren los desesperados pobladores.
"Mire el muro de piedras", señala Carlos
Altamiranda para mostrar la protección del acantilado que un propietario regó
para construir una cabaña de alquiler en Zapata. En Turbo, dice Pérez, son las
volquetas de la Alcaldía las que llevan las piedras.
"Lo único que nos dice la capitanía de puerto es que
debemos tumbar y construir adentro", relata desesperanzado Leonardo
Llerena del estadero La Martina. El mar, de verdad, se come a Antioquia.
Tomado de el colombiano
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