Carbón y cambio climático
Durante la última
década, el mundo ha tomado, como nunca antes, conciencia frente al cambio
climático. Se han creado medidas gubernamentales de mitigación y adaptación, al
tiempo que se consolidan agendas de eficiencia energética y sostenibilidad
ambiental. Las fuentes de energía no renovables han alcanzado una expansión
rápida tanto en países desarrollados como en mercados emergentes.
A pesar de las
luces de esperanza y de contar con una sociedad mejor informada sobre los
efectos del cambio climático, existen elementos que merecen ser revisados sobre
las matrices energéticas de los países con mayor expansión económica.
No hay duda de
que para enfrentar el cambio climático y, particularmente, las emisiones de
gases efecto invernadero, es necesario reducir, en alguna medida, el consumo de
fuentes altamente contaminantes, o al menos no seguir expandiéndolo de forma
desordenada. Si miramos las fuentes que generan mayores impactos ambientales,
nos encontramos con que el carbón genera el 43 por ciento de las emisiones de
CO2.
Lo curioso del
carbón es que ha sido protagonista del proceso de desarrollo en varios países
durante las últimas cuatro décadas. En Brasil, el consumo de esta fuente de
energía desde 1970 creció 700 por ciento, mientras en México aumentó 1.340 por
ciento, y en China cerca de 1.600 por ciento. Otros países como India o
Turquía, aumentaron su consumo en más de un 700 por ciento en el mismo periodo,
e Indonesia disparó la demanda por carbón en más de un 33.000 por ciento.
En pocas
palabras, el avance económico de estas naciones –que hoy son grandes
demandantes de productos y ven cómo su clase media se agiganta– ha estado
apoyado por un modelo energético contaminante, como lo certifican las
estadísticas de la Agencia Internacional de Energía.
En la actualidad,
se especula que hay más de mil plantas energéticas de carbón en construcción,
destinadas a proveer cerca de un millón y medio de megavatios de electricidad.
Si consideramos que la vida de estas plantas supera los 50 años, tendremos una
matriz energética altamente dependiente del carbón para rato. Las explicaciones
racionales de perpetuar esta fuente están vinculadas a su precio, disponibilidad
y relativa facilidad de conversión.
¿A que se
enfrenta, entonces, el mundo? Sencillamente, a un gran dilema. Si las demandas
de energía se duplicarán en los próximos 20 años, principalmente detonado por
economías emergentes, y el carbón siguiera siendo la fuente preferida para
atender la demanda, reducir las emisiones de CO2 en el sector energético será
cada vez más difícil. Por otro lado, crear una actitud efectiva para enfrentar
el cambio climático en economías emergentes implicará apostar por fuentes subsidiadas
por el Estado y, eventualmente, más costosas.
Enfrentar el
cambio climático requiere del compromiso de los países emergentes. El gran
desafío estará en que exista una genuina conciencia sobre el uso de las fuentes
de energía y la necesidad de no seguir expandiendo el consumo de carbón.
Tomado de
porfolio.co por sugerencia de boletín gal de chile
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