sábado, 3 de agosto de 2013

GUERRA SUCIA POR RON

La sucia guerra del ron
Gabriel Molina Franchossi
La empresa Bacardí gastó unos tres millones de dólares en cinco años, de 1998 a 2003, para apoderarse de la marca Havana Club, en contubernio con la familia Bush.
El 25 de junio último, Cuba y la Unión Europea (UE) denunciaron en la Organización Mundial del Comercio (OMC) cómo desde hace 11 años esperan que Estados Unidos revoque la enmienda a la Sección 211 de la Ley de Asignaciones, la cual legalizó el despojo.
El escabroso despilfarro de Bacardí fue puesto de relieve en un libro del periodista Tom Gjelten, sobre la trayectoria de esa familia. Una auditoría mostró cómo "entre los honorarios de los abogados, las contribuciones a las campañas y los gastos de cabildeo, la lucha por Havana Club resultó muy costosa". (1)
Sin embargo, Rubén Rodríguez, presidente de la firma Bacardí hasta 2005, deseaba poner los gastos bajo estricto control y desarmó el llamado Grupo Cuba de la compañía, que coordinaba esos temas en relación con la Isla.
La apologética obra sobre los Bacardí admite que, a instancias de su hermano Jeb, George H. Bush violó las leyes internacionales y las de Estados Unidos reconocidas por la Oficina de Patentes de Estados Unidos y por la OMC, para utilizar la marca Havana Club en territorio norteamericano y vender un supuesto "ron cubano". Rodríguez se apartó, en cierto modo, de la campaña librada por Pepin Bosch, tercer presidente de la firma licorera; quien condujo a la firma en una cerrada guerra contra la Revolución Cubana, a la par que triunfaba como jefe de la familia: "Los hice millonarios a todos", declaró altivamente en Miami.
Bosch contribuyó a crear y financiar la Representación Cubana en el Exilio (RECE), que dedicó a preparar acciones terroristas contra Cuba, y designó a Jorge Mas Canosa como vocero del grupo. El exitoso empresario quiso poner al frente de Bacardí a un técnico que no formase parte de la familia; pero Eddy Nielsen Schueg se opuso y Bosch renunció iracundo en 1975. Nielsen obtuvo la presidencia y recesó la guerra contra Cuba. Pero algunos años después, alarmados por el reto de la empresa mixta Havana Club Holdings (HCH), creada en 1993 entre la francesa Pernod Ricard y Habana Ron, retomaron esas campañas cuando las ventas de la HCH se duplicaron en los primeros cuatro años.
En abril de 1995, Rodolfo Ruiz, presidente de la firma, y Mas Canosa, presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana, organizaron un banquete —a 500 dólares el cubierto— en el hotel Biltmore de Coral Gables para financiar la reelección del senador Jesse Helms. El "doy para que des" fue poner a disposición de Helms al abogado Ignacio Sánchez, para redactar el Título III de la ley Helms con Daniel Fisk, hombre del senador en la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta.
Sin embargo la ley Helms-Burton, bautizada como Bacardí Claims Act, según se dice, por Wayne Smith, exjefe del Buró de Cuba en el Departamento de Estado, sirvió de poco a la firma; era tanta su pretensión extraterritorial que provocó choques con intereses europeos y obligó a un compromiso con la UE, que dejó sin efecto muchas de sus cláusulas; año tras año los presidentes de EE.UU. se ven obligados a suspender temporalmente los efectos del Título III.
Ese otoño Bacardí embarcó 16 cajas de ron de la destilería de Nassau y las comercializó con etiquetas de Havana Club. Pero en 1996, la franco-cubana HCH ganó una demanda contra Bacardí-Martini en una corte de Nueva York, por la violación de la marca registrada por Cuba y aprobada por la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU. desde 1976.
Bacardí continuó su plan en 1997 comprando por un millón 25 mil dólares la franquicia de Havana Club a la familia Arechabala. En realidad ese clan la había perdido desde 1974, por no renovar el registro de la marca y no producir su ron durante 30 años. No obstante, los abogados de Bacardí centralizaron su objetivo en abstraer su caso de la Ley de Marcas de 1928; y hacer aprobar al Congreso una nueva ley, con efecto retroactivo, para desactivar el registro de 1976 hecho por Havana Club y vender el genuino ron cubano. Usaron a los senadores Connie Mack y Robert Graham, y a los congresistas IIeana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart, a fin de agregar una enmienda a la Ley de Asignaciones de 1999, la sección 211 del polémico Presupuesto de la nación.
La ilegítima enmienda permitiría burlar la Ley de Marcas en EE.UU. cuando la jueza Shira Scheindling, del Distrito Sur de Nueva York, aprobó la demanda de Bacardí. Pero Havana Club Holdings logró que la Unión Europea y la Organización Mundial del Comercio cuestionasen la anómala pieza ante la U. S. Patent and Trademark Office (PTO); la cual no canceló el registro de Havana Club como la Bacardí pretendía con la enmienda. Pero ante la presión de los Bush, la PTO invalidó su propia decisión.
El espurio gobierno de George W. Bush, que ganó las elecciones del 2000 a Albert Gore por la fraudulenta votación en La Florida, lo agradeció, entre otras prebendas, negando a Cuba el derecho de seguir pagando la inscripción de la marca de ron Havana Club en Estados Unidos, y asi favorecer a la mafia de Miami y a la Bacardí.
El diario The Washington Post publicó el 18 de octubre del 2002 los mensajes por email, suministrados por el Partido Demócrata de la Florida, que muestran cómo el entonces gobernador de La Florida, Jeb Bush, hizo cambiar en favor de Bacardí la posición de la Oficina de Patentes de EE.UU.
Cuando la PTO pretendía actuar de acuerdo a la ley, Jorge Rodríguez Márquez, vicepresidente de Bacardí, envió una impúdica nota a Jeb Bush: "Alguien tiene que decirle a la Oficina de Patentes que debe cesar de interferir", demandó.
En respuesta, el gobernador Jef Bush le comunicó el 23 de abril de 2002 que su hermano, el Presidente, había nombrado al excongresista James Rogan para supervisar la Oficina de Marcas y Patentes; y orientó a Rodríguez para que redactase una carta a Rogan pidiéndole "acción pronta y decisiva en favor de Bacardí", que él firmaría. La carta, redactada por Rodríguez y firmada por Bush, conminaba a terminar el despojo de inmediato; como se hizo. El proceso mostró el alto grado de complicidad de miembros del clan Bush con corrompidos personajes de la fauna de Washington como los congresistas Tom De Lay y sus colegas Mel Martínez, Díaz-Balart y Ros-Lehtinen, financiados por Bacardí.
El Post también informó en diciembre 4, que Rodríguez Márquez había gastado cinco millones desde 1998 pagando a congresistas, y otros 2.2 millones en contratar "lobytas".
Bacardí admitió haber usado los fondos corporativos para pagar los gastos de la campaña electoral, en Texas, al líder de la mayoría republicana Tom De Lay. La firma fue multada en sólo 750 dólares, a pesar de demostrarse el chanchullo.
En el 2002 la UE presentó una querella contra esta segunda Ley Bacardí. Y la Comisión de Arbitraje de la OMC dictaminó que "partes de la Sección 211 violan los compromisos comerciales de los Estados Unidos y necesita ser enmendada por el Congreso para ajustarse a las regulaciones de la OMC". Por tanto se emplazó a Estados Unidos a que la adaptara en un plazo razonable, pues viola las regulaciones del Convenio de París sobre Protección de la Propiedad Industrial.
La querellante UE acordó concederle más tiempo, en varias ocasiones, a EE.UU. para que cumpliera este fallo. Así en el 2004, fue presentado en el Congreso un proyecto sobre respeto a las marcas suscrito por legisladores de ambos partidos y apoyado por el Consejo Nacional del Comercio Exterior. Pero el intento fue hecho fracasar por los mismos legisladores con idénticos sobornos.
En julio del 2005 Europa y el gobierno de Bush acordaron, a espaldas de Cuba, no poner límite a Estados Unidos para cumplir sus obligaciones; se comprometieron a abstenerse de solicitar al Órgano de Solución de Diferencias (OSD) autorización para suspender concesiones a EE.UU. en esta etapa, hasta que "en alguna fecha futura" decidan hacerlo. Este entendimiento facilitó dilatar por tiempo indefinido el diferendo.
En la audiencia de este año, los diplomáticos europeos dijeron que ya es hora de que EE.UU. resuelva el asunto y los norteamericanos respondieron que el proyecto de ley está en manos de legisladores en Washington para solucionarlo. Se les dijo que en más de 10 años han tenido tiempo suficiente para adaptar la norma. Pero la guerra fría de más de 50 años contra Cuba, quebranta hasta los principios de la economía de mercado que sustenta la ideología de ese país.
Las sucias tretas de los hermanos Bush y sus protagonistas en esta guerra del ron: Lincoln Díaz-Balart, Mel Martínez, Ileana Ros-Lehtinen, Tom De Lay y Jack Abramoff, forman la más agresiva parte de la sucia guerra que Washington se ha empeñado en mantener. Por su corrompido y sucio entorno, constituyen el Watergate del siglo XXI. Los congresistas batistianos de ahora juegan el mismo papel que el de la pandilla de gángsters cubanos de Nixon entonces: Rolando Martínez, Virgilio González y Bernard Baker junto a Howard L. Hunt, James Mc Cord, Frank Sturgis .
¿A quién se debe el presidente Obama?
(1) Tom Gjelten. Bacardi y la larga lucha por Cuba. Vicking Peguin. Principal de los libros. Galileu 333 Barcelona 2011, p. 415

TOMADO DE LA GRANMA DE CUBA 

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