viernes, 13 de noviembre de 2015

SAQUEO A SITIOS ARQUEOLÓGICOS HACEN PELIGRAR PATRIMONIO HISTÓRICO

 Saqueadores de sitios históricos: patrimonio en peligro
Los propios historiadores reconocen, a más de 115 años del fin de la guerra de independencia, la retirada de España y la abolición de la esclavitud, continúa cautivando a gran cantidad de personas
Autor: Ronald Suárez Rivas | Luzardo señala la única pared del ingenio Tunas que continúa en pie. Foto: Ronald Suárez Rivas
PINAR DEL RÍO.—Casi tan extendidas co­mo las leyendas de tesoros escondidos en las costas de Vuelta bajo durante varios siglos de in­cursiones piratas, las historias de supuestas fortunas enterradas durante la colonia también han logrado sobrevivir hasta nuestros días. Alimentadas por incontables relatos que hablan del ocultamiento de cofres y botijas, y por derroteros en los que fue dibujada la ruta para encontrarlas, desde hace mucho dan pie a expediciones a las ruinas de ingenios azucareros, cafetales, fortines militares o antiguas mansiones.
Tienen un trasfondo real, que los propios historiadores reconocen, y que a más de 115 años del fin de la guerra de independencia, la retirada de España y la abolición de la esclavitud, continúa cautivando a gran cantidad de personas.
Raidel Naranjo, campesino de Galope, un pequeño caserío de San Juan y Mar­tínez, lo admite sin tapujos. “Yo llevo rato buscando. No solo aquí, en casi todas partes de la provincia, hasta en el Cabo de San Antonio”, dice, y aunque hasta ahora la suerte no lo ha acompañado, Raidel no pierde la esperanza de hallar una fortuna escondida. “Sueño con eso todos los días”.
LO CIERTO Enrique Giniebra, vicepresidente de la filial pinareña de la Unión Nacional de Histo­riado­res de Cuba (UNHIC), explica que el fenómeno parte de algo cierto: durante la guerra de 1895, mucha gente enterró las monedas que tenía, para evitar que fueran robadas o cayeran en manos del enemigo, y también existen derroteros, de personas que presumiblemente ocultaron bienes importantes.
“En cualquier poblado de la provincia, por pequeño que sea, hay una historia asociada a un gran entierro de dinero en el contexto de la guerra de independencia”.
Por otra parte, asegura que también son muy conocidas las leyendas relacionadas con Bermúdez, un general mambí que cometió numerosos excesos en Vueltabajo, contrarios a los principios del Ejército Libertador, por los que fue llevado a juicio por Máximo Gómez y fusilado, a principios de 1898.
“En cuanto uno llega a una comunidad rural, enseguida hay alguien que te habla de él, y afirma que hubo personas que lo vieron pasar y enterrar un tesoro. Y hasta hacen el relato de la cantidad de mulos que llevaba cargados”, comenta Giniebra.
Unido a esto, señala que en algunos diarios de campaña que se conservan, hay quienes dan fe de haber conversado con mambises que confesaban haber escondido sus pertenencias, para cuando la guerra concluyera.
“Lo cierto es que en aquel contexto, la gente enterró dinero, porcelana, candelabros de pla­ta. En algunos lugares, como fortines españoles, se hicieron como especie de bóvedas. En nuestras exploraciones en esas construcciones, he­mos encontrado falsas obras fundidas, que sirvieron para ocultar objetos de valor”.
“EL BANCO ERA LA TIERRA”

Durante más de 40 años, Gustavo Luzardo se ha dedicado a rastrear las pistas de supuestos enterramientos. Cuenta que comenzó después de leer en una Bohemia sobre la leyenda del tesoro de Mérida, y lo ha continuado ha­ciendo hasta hoy.
“Tengo varios compañeros que salen conmigo. Generalmente los sábados y los domingos, porque entre semana ellos trabajan”.
Al frente de su pequeña tropa, y apoyado por una máquina para detectar metales, Lu­zardo asegura haber hurgado en buena parte de la provincia.
“Hemos encontrado grilletes usados por los esclavos, fusiles, balas, vajillas de porcelana, máquinas de moler carne y café, vasijas de barro, y hasta la parte de abajo de un cañón.
“La gente viene a vernos, nos cuenta que en tal lugar dicen que hay algo, y salimos para allá. Esto es como un hobby, igual que al que le gusta pescar”.
En la búsqueda de información, para conocer la historia y las costumbres de otra época y poder encauzar mejor sus exploraciones, Lu­zardo dice haber obtenido la referencia de que  uno de los sitios de América donde más objetos de valor fueron enterrados es Cuba, y específicamente Pinar del Río.
“En Vueltarriba había grandes colonias ca­ñeras. Las riquezas estaban concentradas en pocas personas, pero acá existían muchos co­nucos, de campesinos que vendían la cosecha de tabaco y como no había bancos, escondían el dinero bajo tierra”.
Incluso, los esclavos ocultaban los ahorros con los que pretendían comprar su li­bertad, y no pocas veces morían antes de llegar a utilizarlos. Aunque en aquel tiempo ha­brían sido cifras modestas, al cabo de más de un siglo, a los precios actuales de la plata y el oro, y con su antigüedad, pudieran tener un valor considerable.
A sus 77 años, y luego de incontables expediciones a lo largo de Vueltabajo, Luzardo reconoce haber encontrado muchos objetos, pero nada de dinero.
No obstante, advierte que ningún buscador de fortuna admitiría un hallazgo de ese tipo, porque las leyes de patrimonio lo obligarían a entregarlo.
DAÑOS IRREPARABLES
Como consecuencia de esta fiebre contagiosa del oro, sin embargo, los estragos son cuantiosos. Enrique Giniebra asevera que en la gran mayoría de las ruinas de cafetales, ingenios azucareros, instalaciones militares y hasta en los cementerios abandonados, se han hecho perforaciones o levantado los cimientos, y destruido muros y fosos tratando de hallar cosas de valor.
“En los estudios de campo hemos notado esto reiteradamente. Dondequiera que hubo una edificación, ha llegado gente con aparatos que marcan donde hay metal y han abierto huecos a una profundidad increíble en busca de oro o de plata, a veces para sacar simples clavos, alambres o casquillos de bala.
“En una ocasión, nos encontrábamos ubicando fortines de la guerra de independencia, y se nos acercó un hombre por la zona de la playa de Bailén, que nos confesó que había estado allí buscando un tesoro.
“De acuerdo con lo que nos contó, cuando empezaron a abrir el hueco, comenzaron a aparecer objetos de porcelana prácticamente intactos, y aquello los entusiasmó tanto que continuaron cavando con más fuerza, rompiéndolo todo, pensando que debajo estaba el dinero y las joyas, pero no había nada más.
“Yo les dije que realmente habían encontrado un tesoro… y lo destruyeron”.
Nidia Cabrera, directora de la Oficina Téc­nica de Monumentos de Pinar del Río, considera que el asunto muchas veces está relacionado con el desconocimiento de las personas e incluso de las autoridades locales, y también con la falta de control.
“Hay campesinos que han recibido tierras, y nadie les ha explicado que en ellas hay un si­tio histórico.
“En los municipios, las direcciones de los museos deben hacer una labor educativa, para que la gente sepa que en sus predios existe un sitio arqueológico importante o un monumento, y también es preciso que tengan algún tipo de protección”.
Así también lo cree Luzardo, alguien que durante más de cuatro décadas ha realizado exploraciones, pero siempre ha tenido el cuidado de no dañar el patrimonio.
Mientras caminamos por entre las ruinas de lo que fuera el ingenio Tunas, al sur de San Juan y Martínez, en medio de un bosque espinoso que lo ha cubierto casi todo, Luzardo re­cuerda que hace unos diez años le sugirió a las au­toridades del municipio la idea de cercar el lugar para su preservación y hasta su posible utilización con fines turísticos.
Los restos de Tunas, por aquel entonces, per­mitían una idea precisa del funcionamiento de este tipo de instalaciones, pero los sa­quea­dores que primero realizaron excavaciones en busca de dinero, y luego terminaron llevándose hasta los ladrillos para construir, no han de­jado prácticamente nada.
Lamentablemente no se trata de un hecho aislado. Según el vicepresidente de la UNIHC en la provincia, tales prácticas son recurrentes en territorios como Sandino, Gua­ne y San Luis.
“Sitios de gran valor desde el punto de vista histórico, han sido devastados”, dice.

Lo peor es que las edificaciones que todavía permanecen en pie podrían terminar corriendo la misma suerte, a manos de quienes insisten en perseguir fortunas de tiempos pasados, a costa de la destrucción de un patrimonio que ya nunca más se podrá recuperar. TOMADO DE LA GRANMA DE CUBA 

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