Saqueadores de sitios
históricos: patrimonio en peligro
Los propios historiadores reconocen, a más de 115 años del
fin de la guerra de independencia, la retirada de España y la abolición de la
esclavitud, continúa cautivando a gran cantidad de personas
Autor: Ronald Suárez Rivas | Luzardo señala la única pared
del ingenio Tunas que continúa en pie. Foto: Ronald Suárez Rivas
PINAR DEL RÍO.—Casi tan extendidas como las leyendas de
tesoros escondidos en las costas de Vuelta bajo durante varios siglos de
incursiones piratas, las historias de supuestas fortunas enterradas durante la
colonia también han logrado sobrevivir hasta nuestros días. Alimentadas por
incontables relatos que hablan del ocultamiento de cofres y botijas, y por
derroteros en los que fue dibujada la ruta para encontrarlas, desde hace mucho
dan pie a expediciones a las ruinas de ingenios azucareros, cafetales, fortines
militares o antiguas mansiones.
Tienen un trasfondo real, que los propios historiadores
reconocen, y que a más de 115 años del fin de la guerra de independencia, la
retirada de España y la abolición de la esclavitud, continúa cautivando a gran
cantidad de personas.
Raidel Naranjo, campesino de Galope, un pequeño caserío de
San Juan y Martínez, lo admite sin tapujos. “Yo llevo rato buscando. No solo
aquí, en casi todas partes de la provincia, hasta en el Cabo de San Antonio”,
dice, y aunque hasta ahora la suerte no lo ha acompañado, Raidel no pierde la
esperanza de hallar una fortuna escondida. “Sueño con eso todos los días”.
LO CIERTO Enrique Giniebra, vicepresidente de la filial
pinareña de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), explica que
el fenómeno parte de algo cierto: durante la guerra de 1895, mucha gente
enterró las monedas que tenía, para evitar que fueran robadas o cayeran en
manos del enemigo, y también existen derroteros, de personas que
presumiblemente ocultaron bienes importantes.
“En cualquier poblado de la provincia, por pequeño que sea,
hay una historia asociada a un gran entierro de dinero en el contexto de la
guerra de independencia”.
Por otra parte, asegura que también son muy conocidas las
leyendas relacionadas con Bermúdez, un general mambí que cometió numerosos
excesos en Vueltabajo, contrarios a los principios del Ejército Libertador, por
los que fue llevado a juicio por Máximo Gómez y fusilado, a principios de 1898.
“En cuanto uno llega a una comunidad rural, enseguida hay
alguien que te habla de él, y afirma que hubo personas que lo vieron pasar y
enterrar un tesoro. Y hasta hacen el relato de la cantidad de mulos que llevaba
cargados”, comenta Giniebra.
Unido a esto, señala que en algunos diarios de campaña que
se conservan, hay quienes dan fe de haber conversado con mambises que
confesaban haber escondido sus pertenencias, para cuando la guerra concluyera.
“Lo cierto es que en aquel contexto, la gente enterró
dinero, porcelana, candelabros de plata. En algunos lugares, como fortines
españoles, se hicieron como especie de bóvedas. En nuestras exploraciones en
esas construcciones, hemos encontrado falsas obras fundidas, que sirvieron
para ocultar objetos de valor”.
“EL BANCO ERA LA TIERRA”
Durante más de 40 años, Gustavo Luzardo se ha dedicado a
rastrear las pistas de supuestos enterramientos. Cuenta que comenzó después de
leer en una Bohemia sobre la leyenda del tesoro de Mérida, y lo ha continuado
haciendo hasta hoy.
“Tengo varios compañeros que salen conmigo. Generalmente los
sábados y los domingos, porque entre semana ellos trabajan”.
Al frente de su pequeña tropa, y apoyado por una máquina
para detectar metales, Luzardo asegura haber hurgado en buena parte de la
provincia.
“Hemos encontrado grilletes usados por los esclavos,
fusiles, balas, vajillas de porcelana, máquinas de moler carne y café, vasijas
de barro, y hasta la parte de abajo de un cañón.
“La gente viene a vernos, nos cuenta que en tal lugar dicen
que hay algo, y salimos para allá. Esto es como un hobby, igual que al que le
gusta pescar”.
En la búsqueda de información, para conocer la historia y
las costumbres de otra época y poder encauzar mejor sus exploraciones, Luzardo
dice haber obtenido la referencia de que
uno de los sitios de América donde más objetos de valor fueron
enterrados es Cuba, y específicamente Pinar del Río.
“En Vueltarriba había grandes colonias cañeras. Las
riquezas estaban concentradas en pocas personas, pero acá existían muchos
conucos, de campesinos que vendían la cosecha de tabaco y como no había
bancos, escondían el dinero bajo tierra”.
Incluso, los esclavos ocultaban los ahorros con los que
pretendían comprar su libertad, y no pocas veces morían antes de llegar a
utilizarlos. Aunque en aquel tiempo habrían sido cifras modestas, al cabo de
más de un siglo, a los precios actuales de la plata y el oro, y con su
antigüedad, pudieran tener un valor considerable.
A sus 77 años, y luego de incontables expediciones a lo
largo de Vueltabajo, Luzardo reconoce haber encontrado muchos objetos, pero
nada de dinero.
No obstante, advierte que ningún buscador de fortuna
admitiría un hallazgo de ese tipo, porque las leyes de patrimonio lo obligarían
a entregarlo.
DAÑOS IRREPARABLES
Como consecuencia de esta fiebre contagiosa del oro, sin
embargo, los estragos son cuantiosos. Enrique Giniebra asevera que en la gran
mayoría de las ruinas de cafetales, ingenios azucareros, instalaciones
militares y hasta en los cementerios abandonados, se han hecho perforaciones o
levantado los cimientos, y destruido muros y fosos tratando de hallar cosas de
valor.
“En los estudios de campo hemos notado esto reiteradamente.
Dondequiera que hubo una edificación, ha llegado gente con aparatos que marcan
donde hay metal y han abierto huecos a una profundidad increíble en busca de
oro o de plata, a veces para sacar simples clavos, alambres o casquillos de
bala.
“En una ocasión, nos encontrábamos ubicando fortines de la
guerra de independencia, y se nos acercó un hombre por la zona de la playa de
Bailén, que nos confesó que había estado allí buscando un tesoro.
“De acuerdo con lo que nos contó, cuando empezaron a abrir
el hueco, comenzaron a aparecer objetos de porcelana prácticamente intactos, y
aquello los entusiasmó tanto que continuaron cavando con más fuerza,
rompiéndolo todo, pensando que debajo estaba el dinero y las joyas, pero no
había nada más.
“Yo les dije que realmente habían encontrado un tesoro… y lo
destruyeron”.
Nidia Cabrera, directora de la Oficina Técnica de
Monumentos de Pinar del Río, considera que el asunto muchas veces está
relacionado con el desconocimiento de las personas e incluso de las autoridades
locales, y también con la falta de control.
“Hay campesinos que han recibido tierras, y nadie les ha
explicado que en ellas hay un sitio histórico.
“En los municipios, las direcciones de los museos deben
hacer una labor educativa, para que la gente sepa que en sus predios existe un
sitio arqueológico importante o un monumento, y también es preciso que tengan
algún tipo de protección”.
Así también lo cree Luzardo, alguien que durante más de
cuatro décadas ha realizado exploraciones, pero siempre ha tenido el cuidado de
no dañar el patrimonio.
Mientras caminamos por entre las ruinas de lo que fuera el
ingenio Tunas, al sur de San Juan y Martínez, en medio de un bosque espinoso
que lo ha cubierto casi todo, Luzardo recuerda que hace unos diez años le
sugirió a las autoridades del municipio la idea de cercar el lugar para su
preservación y hasta su posible utilización con fines turísticos.
Los restos de Tunas, por aquel entonces, permitían una idea
precisa del funcionamiento de este tipo de instalaciones, pero los
saqueadores que primero realizaron excavaciones en busca de dinero, y luego
terminaron llevándose hasta los ladrillos para construir, no han dejado
prácticamente nada.
Lamentablemente no se trata de un hecho aislado. Según el
vicepresidente de la UNIHC en la provincia, tales prácticas son recurrentes en
territorios como Sandino, Guane y San Luis.
“Sitios de gran valor desde el punto de vista histórico, han
sido devastados”, dice.
Lo peor es que las edificaciones que todavía permanecen en
pie podrían terminar corriendo la misma suerte, a manos de quienes insisten en
perseguir fortunas de tiempos pasados, a costa de la destrucción de un
patrimonio que ya nunca más se podrá recuperar. TOMADO DE LA GRANMA DE CUBA
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