Feminismo chileno
vive su revolución más importante en 40 años
Autor: Paulina Sepúlveda Garrido
ILUSTRACIÓN: ALFREDO CÁCERES
Desde las peticiones sociales de los 80 que, según
académicos, Chile no experimentaba un movimiento de género tan fuerte. Historiadoras
y sociólogas afirman que se trata de una “tercera ola” feminista, que sería la
más grande registrada en el país.
“Si no les pides a los hombres que lleven tacos, tampoco lo
puedes pedir a nosotras”, dijo la actriz Kristen Stewart (Crepúsculo) cuando se
sacó sus zapatos e ingresó descalza por la alfombra roja del Festival de
Cannes, la semana pasada, desafiando el protocolo del evento.
Protestas como estas se están multiplicando en el mundo. Las
mujeres piden igualdad. En organizaciones de hace décadas y otras más
recientes, las demandas se repiten en Zimbabue y Uganda. Se escuchan en
Filipinas, y en México, Perú, Honduras y en toda Europa.
Las reivindicaciones feministas abandonaron las cátedras y
ahora inundan no solo las calles, sino también las redes sociales.
Un fenómeno con tres hitos recientes. El primero fue Ni Una
Menos, movimiento que nació en Argentina en octubre de 2016, en repudio a la
violación y asesinato de una joven en Rosario.
Protesta por la violencia contra la mujer, a la que Chile se
sumó con multitudinarias marchas.
Un año después se dio el segundo hito, con las denuncias por
abusos sexuales en contra de Harvey Weinstein, productor de cine y teatro
norteamericano. Eso impulsó una campaña viral en redes sociales para denunciar
en todo el mundo con miles de adherentes: #MeToo (Yo También).
El tercer hito data de fines de abril con la sentencia de la
Manada, en España, donde cinco hombres acusados de violar a una joven de 18
años en la fiesta de San Fermín, en julio de 2016, solo fueron sentenciados por
abuso sexual. Miles de personas salieron a las calles indignadas.
Tercera ola
El mundo vive una revolución feminista sin precedentes. Y
Chile también. En abril, la Facultad de Humanidades de la U. Austral de
Valdivia inició una toma feminista. Reclamaban por los casos de acoso y abuso
sexual en la institución.
A esa primera acción se plegaron otras universidades. Hoy
suman más de 15. Todas coinciden en rechazar la discriminación respecto a sus
pares hombres, que no cuentan con protección frente al acoso sexual, y en
criticar la educación sexista presente en currículos y en el aula.
El movimiento congregó a miles de personas en marchas el
pasado 16 de mayo, en varias ciudades del país.
Esto es la “tercera ola feminista”, dice Teresa Valdés,
socióloga, feminista y coordinadora del Observatorio Género y Equidad. La
primera, sostiene, fue en la mitad del siglo XIX y principios del XX, con el
sufragismo. Ahí se exigía la igualdad en su condición más básica: existir como
ciudadana. “Hasta esa fecha, las mujeres no eran ciudadanas en cuanto a poder
decidir en los asuntos públicos”, señala.
Cuando se habla de “olas feministas”, explica Valdés, se
hace referencia a momentos cúlmines de demandas para el conjunto de la sociedad
con un impacto visible. Es por ello, indica, que pese a que se ha nombrado a la
Revolución Francesa como una primera ola, se cuestiona si en realidad lo fue.
“La Revolución Francesa no se considera como ola feminista, no ha sido
analizada en esos términos. Entre la Revolución Francesa y las peticiones por
sufragio, pasaron siglos. En términos de movimiento social y continuidad, se ha
ido descubriendo que existieron planteamientos significativos, pero no fue un
movimiento feminista”, afirma.
María José Cumplido, historiadora de la Biblioteca Nacional,
señala que en el caso de Chile, la primera ola se materializa en 1949 con la
Ley del Sufragio Femenino Universal, “y tuvo características más bien de
elite”.
La segunda ola se vivió posterior a la mitad del siglo XX.
“Tiene que ver con la posguerra y la vuelta a casa de las mujeres, y con
manifestar la rabia de que ellas también existían”, dice Valdés. Simbolizada
con la píldora anticonceptiva, “fue un grito de libertad en la vida privada”,
agrega.
En los años 60, principalmente en EE.UU., se expresó “sobre
todo en la liberación sexual. Pero en Chile se vio aplastada por la dictadura”,
manifiesta Cumplido.
Por eso, Chile vive su propia segunda ola en los 80, dicen
las académicas. Después de tres décadas de lograr el voto, el foco fue el
contexto político. “Tiene que ver con democracia en el país y en la casa. Eso
es súper importante porque es el ingreso del tema de la igualdad en el espacio
privado, y tiene que ver con sexualidad, con distribución de los roles y con
acceso al trabajo”, indica Valdés.
Chile hoy vive una tercera ola, coinciden las especialistas.
El actual movimiento saca del espacio privado la violencia hacia la mujer y
alerta que ocurre en el espacio público, “donde por el hecho de ser mujer estás
expuesta a un montón de violencia y de acoso”, acota Valdés.
“Es el movimiento feminista más grande de la historia de
Chile, en cuanto a su extensión y visibilidad, y está enfocado principalmente
en terminar con la violencia hacia las mujeres. La violencia tanto física y
también la simbólica, que tiene que ver con toda la discriminación y las
desigualdades que una vive desde el colegio”, sostiene Cumplido.
Para Mónica Peña, académica de la Facultad de Psicología de
la U. Diego Portales (UDP), se trata de “un movimiento político que tiene
vocación de ser un cambio cultural”.
Es esperable que tenga un correlato en la política, dice
Cumplido. Ya lo tiene en la discusión pública. “Tiene que ver en cómo pensar el
feminismo como marco teórico de la política”, plantea. En ese sentido,
ejemplifica, se requiere cambiar el sistema de pensiones, porque las más
discriminadas son las mujeres. “Lo mismo en la educación, porque está separada
para hombres y mujeres; lo mismo en la salud, en la igualdad de salario, en el
trabajo doméstico. Tiene un componente político de cómo se puede mejorar la
vida cotidiana de las personas y de las mujeres en particular”.
Transversal
El fenómeno es global. Pero también se aprecia una localidad
propia en las demandas en Chile, indica Peña. “La educación chilena es
tremendamente conservadora y las entidades educativas son caldo de cultivo para
los abusos, porque son muy jerárquicas”, acusa. Pero además, las mujeres
llegaron mucho después a ese espacio y “estamos en proceso de integrarnos”.
En EE.UU. el descontento partió por los abusos en el espacio
laboral, “pero en Chile tiene la visibilidad del movimiento de la calle, y en
Estados Unidos no necesariamente. Solo después de que ganó (Donald) Trump han
aparecido las mujeres en la calle”, señala Valdés.
Las exigencias actuales son un acontecimiento tan relevante,
sostiene Peña, que nadie queda indiferente. “En muchos casos hace resignificar
lo que era tu vida. Empezamos a entender que situaciones que nos ocurrieron sí
fueron abuso”, explica.
Y si bien se pide igualdad en todos los ámbitos, la
conciencia femenina de sus derechos no es de ahora. Antes se naturalizaba, pero
existía el mismo nivel de malestar, dice Peña. “El malestar siempre ha estado,
solo que hoy se puede manifestar. Hemos salido de una cultura autoritaria a una
más diversa, y culturalmente hay nuevos lenguajes para entender procesos que
antes no les podíamos poner palabras”, afirma.
Para todos los ámbitos debería representar un remezón,
agrega Carolina Carrera, psicóloga de Corporación Humanas. Hoy se está
conversando en los hogares de los abusos, “pero antes lo hablábamos entre
mujeres, y nuestras abuelas les enseñaron a sus hijas a prepararse para
situaciones complejas”.
Se trata de un momento “tremendo y trascendental”, califica
Carrera. “Hace cinco años, quienes nos identificábamos como feministas no
éramos muchas. Se decían cosas como que las feministas eran feas o que están en
contra de los hombres y eso no es así. Cada vez más mujeres jóvenes se definen
como feministas”.
Las demandas sociales se expanden, dice Carrera, porque
afecta a todas. “El movimiento cruza todas las universidades públicas y
privadas, y eso marca algo importante porque lo visibiliza como transversal. El
miedo a ser violadas, golpeadas y el miedo a caminar por la ciudad de noche
sola es de todas”, manifiesta.
Otra característica es que se difunde y conoce más fácil
gracias a internet. Hay un mayor acceso lo que está pasando en otros países,
señala Cumplido. “Vimos lo de Hollywood, y al tener acceso a esa información
una puede decir ‘a mí también me pasó eso’”, acota.
Pero además, como en el fondo pide el fin de la violencia
contra la mujer en todas las áreas, genera empatía, “porque todas las mujeres
han vivido algún episodio de violencia en su vida, sino todos los días, por
ejemplo ser acosada o tocada en el transporte público es algo que les pasa a
muchas mujeres”, dice Cumplido.
Cambios en las
relaciones
Lo que están diciendo las jóvenes hoy es “se acabó”, plantea
Carrera. “Y eso exige que los hombres tienen que aprender a relacionarse de una
manera absolutamente distinta con las mujeres”, agrega.
Francisco Aguayo, psicólogo e investigador en
masculinidades, señala que a muchos les cuesta entender que las mujeres caminan
con miedo por la calle, “no entienden que una mujer en el espacio público puede
ser acosada varias veces en el día o en la semana, que esto les ocurre desde
niñas”.
Eso ocurre, dice Aguayo, por aspectos culturales, “la
violencia sexual y el abuso de poder han estado muy invisibilizados y naturalizados”.
Francisco Maffioletti, del magíster en Psicología Jurídica
UDP, indica que como consecuencia de todo el revuelo social, hoy se cuestiona
lo que antes se consideraba “normal”. “Hoy algunas reivindicaciones de género
apelan a que lo s baños de hombres incluyan espacios para mudar a los hijos.
Que los permisos de posnatal puedan ser usados también por los “padres” (y no
solo cinco días) o que un hombre se pueda depilar, teñir el pelo, hacer una
cirugía o intervención estética, etc.”. TOMADO DE LA TERCERA DE CHILE
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